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Formación

Estudiar después de los 40

La crisis y el placer de aprender han elevado un 75% el número de universitarios mayores.

Curra Beltrán (izquierda) se prepara para licenciarse en Psicología, y Mercedes Gil ya tiene su grado de Educación Infantil.
Curra Beltrán (izquierda) se prepara para licenciarse en Psicología, y Mercedes Gil ya tiene su grado de Educación Infantil.Santi Burgos

En casa de Curra Beltrán suena el despertador a las siete de la mañana. Cada día se levanta para dirigirse a su despacho de los Servicios y Estudios para la Navegación Aérea y la Seguridad Aeronáutica (Senasa), donde ejerce como subdirectora económica. Tras una jornada que muchos días se alarga más allá de las 19.30, toca hincar los codos “un par de horas como mínimo”. El objetivo: licenciarse en Psicología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en 2019.

Curra es una de los miles de estudiantes que, cumplidos los 40, decide cada año colgarse de nuevo la mochila y volver a la Universidad. “Lo hice por capricho. Cuando tenía 18 años, como nos pasó a muchos de los de mi generación, me obligaron a estudiar algo práctico, con salidas. Ahora lo hago solo por el placer de estudiar”.

Según el informe Datos y cifras del sistema universitario español 2015–2016 del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (MECD), el porcentaje de egresados –estudiantes que finalizan sus estudios– mayores de 40 años de Grado y primer y segundo ciclo se incrementó un 6,7%, hasta los 13.864, durante el curso 2013-2014 (último dato disponible) con respecto al año anterior y un 75,4% con respecto a 2008-2009.

Asimismo fueron 6.327 personas quienes, en plena madurez, se presentaron a la convocatoria de pruebas de acceso a la universidad en 2014, de los que el 23,3% (1.475) contaban con experiencia laboral.

Sin embargo, el número de ma­trícu­las de mayores de 30 años retrocedió un 9,7% durante el curso 2014-2015 en comparación con el precedente. Algo que coincide con la tónica general de las inscripciones, pues se han perdido 53.000 estudiantes de media, pasando de 1.390.234 ingresos en el curso 2009-2010 a 1.361.340 el pasado.

El rendimiento de los alumnos maduros es del 76%, y su porcentaje de éxito, del 87%. Quieren aprender

La presencia de séniors no distingue entre lo público y lo privado y la tendencia se consolida. Es el caso de la Universitas Senioribus CEU de Madrid, donde “llevamos cuatro años consecutivos con un crecimiento del 20% anual de estudiantes de esta franja de edad”, explica María García-Carrillo Ara, directora técnica de la institución. En la Universidad Complutense de Madrid (UCM), los estudiantes mayores de 40 años son el 15% del total. En el último cuatrienio, 811 personas, cuya edad media de ingreso es 42 años.

En cuanto a su perfil, podría pensarse que muchos de estos alumnos responden al de “no licenciado”. Todo lo contrario. El 60% de quienes acuden a la Universitas Senioribus del CEU cuenta con una titulación. “Su motivación es obtener nuevos conocimientos y ampliar los que ya tenían de forma placentera”, afirma García-Carrillo. De hecho, “las humanidades son las áreas por las que mayor interés demuestran: historia, arte, literatura, etcétera. Seguidas por aquellas que les ayudan a entender mejor el mundo en el que viven y estar al día, como geopolítica, redes sociales y materias que les ayudan en su crecimiento personal como psicología o coaching”.

Enfermería es otra de las carreras más demandadas. Así se desvela en la UCM, donde este grado contará con 750 veteranos en el curso 2016-2017. Relaciones laborales y recursos humanos es el siguiente, con 172 séniors.

Un tercer ejemplo es la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en la que el 42% de los alumnos mayores de 40 años son titulados universitarios, y de estos, el 8% cuentan con doctorado o máster.

Cruzar las puertas de la Facultad es una vía de escape a la inactividad. “Multitud de prejubilados o ejecutivos que han perdido su trabajo en edades muy tempranas (50-60 años) y tienen serias dificultades para encontrar un puesto a esa edad se niegan a quedarse en casa”, constata García-Carrillo.

Pero la alternativa al desempleo o a la jubilación no es lo único que mueve a los estudiantes más maduros. En el caso de Mercedes Gil, que a sus 52 años acaba de terminar el Grado en Educación Infantil en la Universidad Villanueva; la motivación fue su propia realización personal. “No tenía carrera y eso me limitaba. En España existe el síndrome de la titulitis; por buena que seas en tu trabajo, sin un título no puedes progresar. Te relegan a la parte más fea, aquella donde la creatividad no juega nada”, se lamenta.

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La médico del Servicio de Emergencias de Castilla la Mancha (Sescam) Ernestina Gómez, a sus 46 años y tras tres de periplo para obtener una beca, cruzará de nuevo el portón de entrada a la Facultad de Medicina de la Complutense para estudiar Nutrición Humana y Dietética.

“Además de la inquietud heredada de quien ha estudiado, soy consciente de que, en unos años, no voy a poder afrontar las exigencias físicas que requiere mi trabajo como médico de urgencias”, destaca. Razón por la que se aventuró a emprender una nueva etapa de estudios en la que todo cambia. “Desde la capacidad de retentiva hasta la forma de concebir el estudio. No lo haces para sacar el examen, sino para aprender”, constata.

Apreciación en la que coincide Mercedes Gil, quien explica que la pérdida de memoria se suple con la razón y la lógica. “Ahora me pregunto el por qué y el para qué, busco el origen”, afirma satisfecha.

La falta de tiempo es un examen adicional. “Aprovecho cada minuto”, refiere Curra Beltrán. Para ella, resúmenes y consultas a los profesores del campus virtual se han convertido en método. “Aunque parezca mentira, estoy deseando llegar a casa para coger los libros. Incluso me molesta salir los fines de semana”, apostilla.

Gestionar los intervalos de estudio es precisamente el aspecto más valorado por los estudiantes de la UOC. “Son personas que suelen tener trabajo, familia y otras actividades sociales. La UOC permite esa flexibilidad de horarios que necesitan los alumnos, así como trabajar de forma progresiva”, explica Lourdes Guardia, directora del Máster Universitario en Educación y TIC (eLearnig) de la universidad catalana.

Otro dato que destaca el informe es el de rendimiento y éxito de los alumnos mayores de 40 años, con tasas del 75,6% y 87,2%, respectivamente. Algo que también ocurre de forma individualizada. Tal es el caso de la UCM, donde durante el pasado curso ambos índices –referenciados a mayores de 45 años– superaron el 71% y 83%.

Y es porque “de verdad quieren aprender. Asisten por placer, lo que les hace muy diferentes a los alumnos más jóvenes. Están deseando que finalicen las vacaciones. Si se pierden una clase, exigen recuperarla. ¡Llegan con antelación para sentarse cerca del profesor en primera fila y le piden bibliografía! Es la universidad en estado puro”, indica García-Carrillo. Ahora bien, no todo es miel sobre hojuelas y “la brecha digital pesa”, la contrarrestan con “la mayor madurez personal y las ganas”. “Se comen los libros y son mucho más participativos”, apoya Julio Contreras, vicerrector de la UCM, que añade: “Con la ilusión mueven la montaña de la brecha tecnológica”.

Por eso no es de extrañar que surjan programas orientados y adaptados ad hoc al colectivo de estudiantes maduros. Así, la Universidad Autónoma de Madrid ofrece a quienes han rebasado los 50 el Programa Universidad para los Mayores (PUMA). Iniciativa que desde sus inicios, en el curso 2003-2004, ha permitido que 519 alumnos de una media de 63 años hayan podido colgar su orla en la pared del salón.

Asunción M. Cariión con su título.
Asunción M. Cariión con su título.

Desde Leeds en español

La formación de posgrado es otra de las opciones elegidas por los mayores de 40. Según Educación, más del 10% (14.301) de los 139.844 matriculados en un máster en el curso 2014-2015 superaron esta edad. En el caso de los que eligieron doctorarse, el porcentaje rozó el 18%.

Eso solo en España. Son muchos los expatriados que dan un paso más en su formación. Asunción M. Carrión es una de ellas. Licenciada en Magisterio Inglés por la Universidad Complutense de Madrid a principios de los noventa, el trabajo de su marido la llevó a trasladarse a la localidad británica de Leeds. Con la idea de “mejorar y poder aportar un valor añadido una vez regresemos”, se matriculó en el Máster de Enseñanza de la Lengua Inglesa de la Leeds Metropolitan University.

Madre de dos adolescentes para los que “verme estudiar se ha convertido en un ejemplo”, asegura que las mayores limitaciones con las que se ha encontrado “son el ritmo vertiginoso y la cantidad de bibliografía a la que te da acceso Internet. En una semana tienes que asimilar lo que te cuentan y lo que tú mismo encuentras. La retentiva no es la misma, necesitas dedicarle más tiempo. Además, el estudio se convierte en secundario por las obligaciones con la familia, el trabajo”.

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