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Las emociones nos juegan malas pasadas cuando invertimos

Desde que comenzó la crisis financiera hemos visto en numerosas ocasiones como en un momento determinado o ante un hecho concreto el mercado se deja llevar por el pánico. A los inversores les entra miedo y buscan refugio en masa. Cuando la situación se relaja vuelven la mayoría a elegir activos con riesgo para aprovechar las subidas y ganar dinero. Detrás de este comportamiento ‘en bloque’ de muchos inversores decisiones emocionales.

Cuando se trata de dinero, no solo en lo que se refiere a las inversiones, sino también en las decisiones de gasto o ahorro, la mayoría de las veces no somos racionales. Y en estos casos, las emociones nos llevan a equivocarnos más de lo que nos gustaría. Esto es precisamente lo que estudia el behavioral finance (ciencia del comportamiento financiero).

En situaciones de crisis, de turbulencias, los expertos recomiendan resistirse a la urgencia, no tomar decisiones precipitadas. Por poner un ejemplo, es lo que sucedió en junio tras el brexit: la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea provocó fuerte volatilidad en los mercados y el miedo se apoderó de los inversores.

En ese momento, tal y como explicábamos en Abante, era básico mantener la calma, comprobar que el nivel de riesgo era el adecuado según nuestro perfil y nuestros objetivos y no vender llevados por lo que los demás estuvieran haciendo. Si tu cartera ha sido diseñada correctamente, se ajusta a tu perfil y está bien diversificada, en los momentos de pánico en los mercados, la mejor decisión podría ser no tomar decisiones en caliente. Debemos tener siempre presentes nuestros objetivos y horizontes temporales de inversión. Es fundamental no tomar decisiones precipitadas.

El peso de la pérdida y del ahora

Como destacaba el Nobel de Economía Daniel Kahneman, una pérdida produce un impacto 2,5 veces mayor que una ganancia de igual magnitud. Es decir, si perdemos 10.000 euros, el grado de sufrimiento será mayor al placer que obtendríamos por ganar esa cantidad. Para que el grado fuera igual, deberíamos obtener 25.000 euros. Es decir, estamos dispuestos a dejar de ganar dinero para evitar perder (Kahneman desarrolló la teoría prospectiva con Amos Tversky en 1979).

El economista de la Universidad de Duke Dan Arieley explica que en las finanzas, como sucede en otros campos de nuestra vida, la gratificación instantánea es mayor que la futura, por eso nos cuesta ahorrar para la jubilación.

En palabras de Ariely: “Ahorrar es una de las cosas más difíciles que puede hacer la persona, por varias razones. La primera es que prevalece el ahora sobre el futuro. Si le pregunto a varias personas si prefieren tener media tableta de chocolate ahora o una entera dentro de una semana, la mayoría de la gente prefiere la mitad ya. La segunda es que domina lo concreto sobre lo abstracto: si me compro ahora una bicicleta sé lo que estoy comprando; mientras que si ahorro para comprarla en el futuro, no estoy seguro de qué obtendré. El tercer punto a tener en cuenta es el peso de lo emocional sobre lo no emocional”. Ariely argumenta que esto se soluciona con la información adecuada.

Para ser un buen inversor, debemos evitar dejarnos dominar por los factores emocionales que nos impiden tomar decisiones objetivas y racionales. Contar con un asesor debería ayudarnos.

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