Los filósofos reivindican su espacio en el mundo laboral
La fusión de facultades en la Complutense revive el debate sobre las humanidades En la empresa, estos técnicos no aportan rédito inmediato, pero sí a largo plazo
El debate sobre la importancia de los perfiles menos técnicos ha vuelto a ponerse sobre la mesa tras el último anuncio de la Universidad Complutense de Madrid. Las 26 actuales facultades se agruparán en 17, con el fin de dotar, según la directiva del rector, Carlos Andradas, de más agilidad a la institución docente. La Facultad de Filosofía, que dejará de tener sede propia, es una de las principales implicadas en este ajuste, a la que se le suma, por ejemplo la de Ciencias Políticas y Sociología, que acogerá la titulación de Trabajo Social.
Más allá de que el plan de Andradas salga o no adelante, lo cierto es que los perfiles menos técnicos se encuentran en una encrucijada. “Buena prueba de ello es la situación de la filosofía en el ciclo del Bachillerato”, explica el profesor de investigación en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Roberto Aramayo. En este sentido, prosigue, todo lo que se está haciendo es un gran error.
La dinámica que se está dando en los últimos años, en la que priman solo las disciplinas de ingeniarías, matemáticas y ciencias, es errónea. “Es bueno que exista una formación técnica, pero no hay que olvidar, por ejemplo, que los grandes médicos de la historia también fueron grandes humanistas”, señala Aramayo. Las organizaciones no tienen, sin embargo, en cuenta esto. Las filologías encabezan el ranking de las titulaciones con mayor índice de paro, según la última encuesta de inserción laboral de las titulaciones del INE, superando el 40%. Otras, como la licenciatura en Historia se sitúan en el 38%, y otras como Filosofía, en un 26%.
La visión a corto plazo es una de las causas de esta situación. “Las humanidades no aportan un rédito económico inmediato en la empresa, pero sí suponen un valor añadido en el largo plazo”, relata. De hecho, la importancia de estos perfiles, que se enmarcan fuera de las disciplinas más requeridas hoy en las organizaciones, es mucho mayor en la actualidad. Con la transformación digital en pleno auge, el papel de los filósofos y de todos aquellos profesionales que conocen el comportamiento y pensamiento humano, se vuelve más necesario.
El director del Master en Innovation Business de Deusto Business School, Francisco González Bree, relata cómo el avance de, por ejemplo, la inteligencia artificial y la robótica, supondrá que de aquí a aproximadamente 35 años, todas estas herramientas incidan fuertemente en la vida cotidiana y en las profesiones del futuro. “A día de hoy ya se están dando casos de profesionales que sienten un rechazo hacia ciertos tipos de tecnologías, porque la velocidad es tan fuerte que va mucho más rápido que la propia adaptación”. En estos casos, lo que las organizaciones necesitan son perfiles que sepan cómo hacerle frente a esta tesitura.
La situación es similar al otro lado del tablero. Estos cambios también van a afectar a los consumidores y clientes de las empresas, y durante el lanzamiento de los nuevos productos y servicios, también será necesario contar con expertos que entiendan la mentalidad de la sociedad. “Todos los avances tecnológicos de gran envergadura llevan a que nos replanteemos las preguntas tradicionales de quiénes somos y hacia dónde vamos”, apunta González Bree.
El paso a dar, relata José Ginés Mora, profesor visitante en Oxford y experto en gestión de educación superior, es cambiar el sistema docente y adaptarlo a los nuevos tiempos, “pero nunca prescindiendo de disciplinas como la filosofía o el arte”, que aportan un punto de vista necesario, tanto en lo personal como en la empresa, que se está perdiendo.
Tradicionalmente, las universidades han estado divididas en silos, y hoy ya solo se valora a aquellos enmarcados en los perfiles técnicos. Pero precisamente por esto, dada la radicalidad de los profesionales técnicos que solo se han formado en estas materias, “se necesita a aquellas personas que puedan aportar un punto de vista artístico, inusual y diferente en las compañías. Perfiles como, en este caso, los titulados en Filosofía”, apunta González Bree. Sería una buena forma de comenzar a valorar a estos profesionales, “ya que las malditas notas de corte han hecho mucho daño a varias carreras”, afirma Ginés.
Cambio en la casa de Ortega y Gasset
El rector de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Carlos Andradas, ya había advertido que no tenía sentido que siguiesen existiendo las 26 facultades de la universidad. El martes, se confirmaba la transformación.
De esta forma, y si el plan sale adelante, la histórica facultad en la que dio clases Ortega y Gasset, y que sobrevivió a la Guerra Civil en el frente de Ciudad Universitaria, dejaría de ser sede única de la disciplina de Filosofía. La UCM explica en un comunicado que este proceso supondría un fortalecimiento de su organización, sin desaparecer ninguna de las titulaciones.
No están tan seguros de esto, sin embargo, en la Plataforma para la Reestructuración de Departamentos de la Complutense, que agrupa a varios profesores de esta universidad. La portavoz, Eva Aladro, afirma que “esta decisión es la muerte anunciada de la universidad”.
Sin embargo, la carga burocrática es la responsable, muchas veces, de los males de varios centros. “La UCM es una buena universidad, y si no suele aparecer en los mejores rankings es, en parte, por ese exceso de departamentos”, explica José Ginés Mora, que ha asesorado a varios gobiernos en materia de educación. La organización y gestión de una institución tan grande es muy complicada, por eso no es una mala idea fusionar diferentes centros y departamento, “respetando, eso sí, las titulaciones”. Aunque hay que saber hacerlo, recuerda Ginés.
En una unión de departamentos puede haber choques, porque “tradicionalmente su existencia responde a cuotas de poder, y no a funcionalidad”. Por eso, si no se toman las medidas oportunas, es posible que haya conflictos entre los miembros.