Asignatura pendiente en la escuela: enseñar a programar
El internet de las cosas ha dejado de mirar al futuro para convertirse en una firme propuesta tecnológica, que plantea desafíos técnicos, legales y sociales. Se trata de todo un mundo de oportunidades emergentes alrededor de los denominados weareables, las tecnologías disruptivas o de la conectividad total. “El internet de las cosas va más allá de la tecnología, es el nuevo paradigma, en el que la seguridad ahora mismo es lo prioritario”, señaló ayer el responsable de seguridad y de big data de Atos, José María Cavanillas, durante su intervención en el encuentro internacional IoT 2016 Madrid Forum.
El internet de las cosas, como en su día lo fue el mundo online, ha llegado para quedarse. De todas sus ventajas habla Ignacio Llopis, director de desarrollo de negocio de IoTsens, proveedor de soluciones tecnológicas para ciudades inteligentes (smart cities), perteneciente al Grupo Gimeno: “Conectamos el mundo analógico al digital, a través de sensores que recogen información, mediante un protocolo de seguridad, y lo llevamos a la nube”. Lo que se pretende fundamentalmente es optimizar los recursos y los procesos industriales, hacer la vida más fácil a los ciudadanos, además de buscar la eficiencia de las ciudades. Lo explica con un ejemplo: los sensores que su empresa comercializa para contenedores de basura públicos, que detectan en tiempo real el volumen de desperdicios que hay en un recipiente. “De esta manera cuando pasa el camión de la basura sabe el depósito que está más lleno para vaciarlo. Antes se paraba en todos los contenedores, y ahora se puede optimizar la recogida, con lo que hay un ahorro económico y en tiempo del operario”, explica Llopis.
El ejemplo de Obama
El presidente de Estados Unidos Barack Obama se sumó a la campaña Hour of Code, en apoyo a la importancia del aprendizaje de la programación en niños en edad escolar. A través del programa Code.org, que el mismo presidente siguió, se fomenta a enseñanza de la programación en las escuelas, mediante ejercicios que duran una hora.
Uno de los contratiempos que genera el internet de las cosas es, precisamente, la capacitación de todas aquellos profesionales que tienen que hacer uso de esta tecnología. Para ello se requiere formación, aunque eso no significa, advierte el directivo de IoTsens, que desaparezcan puestos de trabajo, sino que se reconvertirán otros. “Ese mismo operario de la basura tendrá que saber manejar el sensor y leer la información que le proporciona”.
Todo profesional que se dedica a este sector tiene que ser ante todo una persona con curiosidad, con la mente abierta, ambiciosa y sin miedo a la tecnología. “Cada vez hay más gente formada pero tenemos una gran carencia en programación, algo que no sucede en ciudades como San Francisco, donde la gente sabe lo que es un html, o un código de programación”, explica Llopis, que reclama que al igual que en la escuela se aprende inglés también se debería enseñar a programar, a saber qué hay detrás de cada código.
En esto también coincide Joaquín Pérez-Mínguez, director de marketing y comunicaciones de la empresa de diseño estratégico Designit, “en el internet de las cosas es necesario entender cómo funcionan las herramientas con las que trabajamos”. Según este experto, las nuevas generaciones están más centradas en usar las nuevas tecnologías, que en saber cómo funciona. “Los millennials deberían saber programar. Además ahora no existe la necesidad de memorizar, eso tiene un lado positivo pero también sucede que se relaja la capacidad de aprendizaje porque no se desarrolla”, añade.
En este sentido, el director de investigación en Isaca y socio director de la empresa de auditoría de sistemas Rutilus, Erik de Pablo, apuesta por impartir formación en programación a los niños desde la escuela. “Tienen que saber cómo funcionan las cosas”. Es la mejor manera de llegar a entender el internet de las cosas.
Ya nadie quiere ese oficio
El programa se llama Raspberry Pi y tiene completamente encandilado al experto en seguridad tecnológica, Erik de Pablo. Se trata de un método, para niños y mayores, que enseña a programar de forma gratuita a través de imágenes. “Es una herramienta magnífica y muy fácil de usar. Hace unos años todo el mundo quería aprender a programar porque de esta manera conseguía trabajo y ahora a nadie le interesa porque no preocupa cómo se hace”, explica De Pablo.
De esta manera se conocerían también las vulnerabilidades que acechan al internet de las cosas, “todo lo que empieza siempre tiene sus riesgos y hay que tener conciencia de que es necesaria la seguridad”, añade Joaquín Pérez-Mínguez, director de marketing y comunicaciones de la empresa de diseño estratégico Designit. Se abre un mundo de posibilidades, “de productos y servicios que van a hacer más fáciles las cosas, y que ahora nos parecerán raros”, añade este experto.