Un modelo para América Latina
La región de América Latina y el Caribe ha llevado a cabo notables avances sociales y económicos en el curso de la última década. Es necesario, sin embargo, que la región siga trabajando en la superación de los tres desafíos principales que encara en términos de desarrollo: la exclusión social y desigualdad, el bajo nivel de productividad e innovación y la integración económica regional rezagada. A ello se suma una importante bajada del precio de las commodities que pone en riesgo el crecimiento económico de la región y que requiere de nuevas fórmulas para retomar la senda del crecimiento.
En respuesta a los anteriores retos, en marzo de 2015 el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) llevó a cabo la actualización de su estrategia institucional, renovando su visión para el periodo 2016-2019, con el objetivo de aumentar la productividad y reducir la desigualdad de manera sostenible en la región de América Latina y el Caribe, transformándola en una sociedad más incluyente y próspera y mejorando la calidad de vida de sus habitantes. Se plantea para ello el impulso a una serie de mejoras que se lograrán mediante la adopción de seis principios operativos rectores, a saber: apalancamiento y alianzas, innovación y conocimiento, capacidad de respuesta, multisectorialidad, efectividad y eficiencia y alineación.
No cabe duda de que los fundamentos básicos del desarrollo continuo en la región ya existen o se están implementando, dado que la mayoría de los países de América Latina y el Caribe han alcanzado un nivel considerable de desarrollo y conocimientos especializados. Los crecientes niveles de conectividad son un claro ejemplo del grado de avance de la región que, según el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), entre los años 2006 y 2013 duplicó el número de personas conectadas a internet.
El emprendimiento es otro indicador que demuestra el grado de desarrollo, especialmente en países como Uruguay, Perú y Chile, que, según el Global Entrepreneurship Monitor, ocuparon en 2014 las primeras posiciones en el ranking de países con una mayor tasa de actividad emprendedora en la región. No obstante, América Latina y el Caribe sigue demandando soluciones más avanzadas, innovadoras y específicas, así como las alianzas necesarias para ejecutar políticas, programas y proyectos que impulsen a la sociedad civil y el sector privado.
Una característica de la región es su juventud, con más de 140 millones de adolescentes y jóvenes que forman una sociedad civil comprometida con el cambio social orientado a lograr unos Estados más democráticos, abiertos y equitativos. Sumada a esta juventud, la conectividad y el emprendimiento se alían dando como resultado la emergencia en América Latina y el Caribe del nuevo paradigma de la economía colaborativa (EC) o sharing economy que, en línea con la visión renovada del BID, busca impactar de manera transversal en sectores tan diversos como la movilidad, el turismo, la educación, las finanzas o la sanidad, entre otros. Este nuevo modelo productivo sitúa al individuo en el centro ofreciendo la oportunidad de reinventar nuestra manera de consumir, producir y vivir, compartiendo y colaborando entre sí. La economía colaborativa ha llegado para quedarse como resultado del profundo cambio económico y social que están experimentando la sociedad y economía global. En el caso de América Latina y el Caribe, se vuelve especialmente relevante en sectores como el desarrollo urbano, donde las infraestructuras, los servicios, la vivienda, el hábitat y la gobernanza pasan a ser aspectos clave de cara al desarrollo inteligente y sostenible de las ciudades.
Asimismo, es especialmente interesante para los países menos desarrollados de la región, donde los sistemas económicos están menos maduros y las personas siguen confiando las unas en las otras, elemento clave para el éxito de este tipo de economía. En estos países, la confianza está frecuentemente depositada en la comunidad mientras que en las sociedades más desarrolladas se centra en la capacidad de ingresos o crediticia del individuo. En muchos países en desarrollo, sin embargo, la cultura P2P (persona a persona) sigue formando parte de la sociedad y las relaciones sociales.
En este contexto, el BID y el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin) han emprendido una apuesta firme y comprometida con el desarrollo e impulso de la economía colaborativa, especialmente en el ámbito del desarrollo urbanístico sostenible y la financiación colectiva. El BID ha lanzado la Iniciativa Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES), que ofrece asistencia técnica para ayudar a urbes intermedias de América Latina y el Caribe en la identificación, priorización y estructuración de proyectos para mejorar su sostenibilidad ambiental, urbana y fiscal, y donde la economía colaborativa puede jugar un papel central para mejorar la calidad de vida de los habitantes de las ciudades de la región.
Igualmente, desde la división de competitividad, tecnología e innovación, el BID también realiza un importante esfuerzo por el fomento en la región de este modelo, prestando especial atención a aspectos vinculados con los derechos de la propiedad intelectual que subyacen frecuentemente en las empresas de economía colaborativa. Por su parte, el Fomin ha desarrollado diversos proyectos e investigaciones centrados en el desarrollo del crowdfunding o financiación colectiva, concretamente en México y Chile, donde gracias a dicha labor de difusión e investigación, se están desarrollando regulaciones específicas y diálogos clave entre el sector público y los emprendedores de los países.
Pese a los evidentes beneficios de la economía colaborativa, quedan todavía numerosas incógnitas para su integración y normalización en la economía y la sociedad latinoamericana. Aspectos como la fiscalidad, el empleo, la protección al consumidor o las estructuras de la propiedad son elementos que despiertan gran debate y controversia entre sus partidarios y detractores.
El objetivo del BID y el Fomin es promover un espacio de conocimiento y de diálogo sobre la temática de la economía colaborativa en América Latina y el Caribe, que permita a Gobiernos y emprendedores contar con un marco de trabajo claro en esta industria naciente. Todo ello con el fin de asegurar que la región aprovecha el potencial de este modelo como palanca para lograr la inclusión social y el crecimiento económico.
César Buenadicha Sánchez es especialista Líder del Fondo multilateral de inversiones (FOMIN). José Luis Ruiz de Munain es consultor del FOMIN.