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El foco
Tribuna
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El seguro en la economía colaborativa

Hace ya años se inició la andadura de muchas empresas englobadas en el término economía colaborativa (EC), que tantos dolores de cabeza ha causado en ciertos sectores regulados por legislaciones protectoras. En el sector asegurador, como en tantos otros, este concepto generó muchas dudas por motivos vinculados básicamente a su desconocimiento: la legalidad, conveniencia, seguridad y la posibilidad de ser una moda pasajera, entre otros aspectos ligados a la ausencia de base actuarial histórica. Dudas que el presente artículo pretende, al menos en parte, aclarar pese a que cada pregunta merezca su propia respuesta argumentada y cada caso de EC, su propio análisis de riesgo y negocio, si lo que se pretende es hilar fino.

La primera pregunta que surge es de carácter filológico: ¿qué es la EC? Como dice Albert Cañigueral, fundador de Consumo Colaborativo y autor del libro Vivir mejor con menos: “Es difícil saber qué es EC y qué no, es un problema semántico y existen diferentes posturas, desde la visión más cooperativista hasta el capitalismo de Silicon Valley”. Algo que nos permite remitirnos hasta Adam Smith y su separación definitiva de la economía del restrictivo marco de referencia mercantilista.

De hecho, una manera de entender las pautas de comportamiento de la EC desde una vertiente económica, donde se estima que en 2025 mueva 335.000 millones de euros en el mundo, no es otra que como Adam Smith interpretó la economía de libre mercado y la mano invisible: la voluntad de cada individuo es la mejor manera de regularizar el mercado por sí mismo (intercambio de bienes y servicios). Básicamente, lo que la economía colaborativa consigue es poner mediante conectores digitales las voluntariedades de los individuos sin la intermediación tradicional de la empresa. Se trata de una economía capitalista donde unos individuos ofrecen servicios, apareciendo la figura del ciudadano productor y la del ciudadano consumidor, dando y creando servicios sin el intervencionismo de la empresa tradicional y llegando a ofrecer nuevos servicios donde antes no se ofrecían o simplemente se ofrecían entre fuera de lógicas de mercado, con un área de actuación muy localizada.

Es en este último punto donde, a mi modo de ver, radica el éxito de la EC: haber encontrado mediante plataformas digitales la posibilidad de crear una oferta inexistente hasta la fecha, creando un nuevo mercado. Tal y como corrobora la prestigiosa cabecera Time, definiéndola como una de las 10 ideas que van a cambiar el mundo. La base de esta mejora de modelo económico moderno radica en la simplicidad de sustituir un modelo empresarial de intercambio de empresa propiedad-servicio a un modelo de negocio personalizado por cada individuo, optimizando al máximo recursos. Solo hay que ver Wallapop o Blablacar para entender las ventajas de un modelo que conecta y en el que el 53% de los españoles estaría dispuesto a participar y que únicamente podríamos decir que adolece de una muy insuficiente regulación legal.

¿Y qué pasa cuando trasladamos las dinámicas de la EC al entorno asegurador? ¿El riesgo es totalmente incierto respecto al del modelo tradicional? Creo que no. Es más, a la siguiente pregunta que me planteo –¿en qué situación nos hallamos los profesionales del sector?– diría que la respuesta es: flexibilidad y digitalización.

Me explico: una vez expuesto el modelo económico, la pregunta es: ¿existe una diferencia real desde un concepto técnico de valoración de riesgo frente a otro tipo de actividades económicas? Sinceramente, creo que únicamente varía en la mayoría de las ocasiones la propiedad del bien que presta y/o ofrece el servicio o producto. Así, nos preguntamos si este nuevo factor de múltiples propietarios y/o tomadores implica un problema real de desconocimiento técnico y actuarial del riesgo, y la respuesta es claramente negativa.

Ejemplo de ello son los seguros de colectivos: seguros para asociados, empleados, grupos de clientes, etc., en que se crean grupos de riesgos similares y, por lo tanto, se ofrecen coberturas similares de contratación individual. Así pues, si la actividad que tenemos que asegurar se corresponde a un modelo de economía tradicional, no existe problemática de falta de base de datos siniestral, con lo que las empresas de economía colaborativa que realizan la misma tipología de actividad no tienen que tener problemas aseguradores en este sentido.

Es evidente que tenemos que buscar otra causa que explique por qué al sector asegurador le está costando tanto dar respuesta a estas economías, y esta podría radicar en la dificultad real de adaptar los riesgos de forma más flexible para ser capaces de que dicha flexibilidad no se posibilite a base de consumir más recursos que los ya existen. En este campo, las empresas aseguradoras que más están trabajando en ello pasan por estar más avanzadas en el entorno digital de sus ofertas, haciéndolas mucho más flexibles. Utilizan la digitalización de la oferta y de las líneas de comunicación permitiendo ajustar la temporalidad del servicio y la contratación a tiempo real de los riesgos ofertados. Es por esta razón que las pocas compañías aseguradoras que ya están entrando en mercado de la EC se están posicionando como líderes en innovación, digitalización y desarrollo corporativo, dejando más de lado las áreas tradicionales comerciales-técnicas de negocio.

De igual manera, el futuro asegurador de estos negocios tal vez se tendrá que basar en medir esas variables cualitativas e intrínsecas de sus miembros, donde el carácter, las pautas sociales, el respeto por el entorno medioambiental, la búsqueda de nuevas experiencias y la transparencia en las valoraciones sean indicadores de su confianza y dignas de un reconocimiento no solo sectorial, sino también social. Y que estas prácticas reviertan, asimismo, positivamente en la valoración de los riesgos y en la mejora de precios y coberturas o, incluso, en la aparición de nuevos productos como un seguro compartido, algo en lo que ya se está trabajando (las tecnologías viajan deprisa) y de lo que espero poder hablar como de una herramienta ya asentada en el sector en otra ocasión no muy lejana.

 Sergi Martí es  director de Servicover (Ribé Salat Bróker)

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