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KPMG calcula que los recursos hídricos generan 38.000 puestos directos

Los empleos que brotan del agua

La industria necesita profesionales cualificados en las áreas de tecnologías, infraestructuras y depuración para garantizar su sostenibilidad.

Getty Images
Denisse Cepeda Minaya

En Valencia, en las comarcas de la ribera del Júcar, se habla del imperio del caqui: la sustitución de campos de naranjos por una fruta tropical rojo brillante de origen chino, debido a su mayor rentabilidad y corto ciclo de producción frente a los cítricos tradicionales.

Mientras unos lo ven como diversificación, otros apuntan a una burbuja. Esta comunidad cuenta con 14.658 hectáreas, el 88% de la superficie nacional, que producen 220.000 toneladas y crea hasta 20.000 empleos directos en plena campaña, entre octubre y enero, con un crecimiento potencial del 20% anual, según la organización agraria La Unió.

La agricultura es un buen ejemplo del valor del agua en los sectores productivos y la generación de trabajo. En España, es la actividad que más demanda este recurso (entre el 75% y 80%), pero es la tercera en creación de puestos de trabajo (con alta temporalidad) tras servicios e industria –algo más de un millón de personas, calcula la consultora KPMG–, y la que menos aporta al PIB (poco más del 4%).

El sector agrícola demanda más agua, pero es más intensivo en mano de obra

Sin embargo, es clave en el suministro de alimentos, el principal desafío frente al aumento de la población mundial (9.700 millones en 2050, prevén en la ONU).

“Los cultivos de hortalizas en invernaderos son intensos en mano de obra y suponen el 80% de los costes de producción. Una hectárea de tomate –por ejemplo– puede demandar hasta 4.000 horas de trabajo al año", ilustra Carlos Hernández Díaz-Ambrona, profesor de Producción Vegetal de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).

De hecho, el sector agrícola es el que más ha tirado del empleo en el último trimestre de 2015 (70.200), al coincidir con la campaña de la aceituna, frente a la caída en industria (55.500) y construcción (24.100), revela la encuesta de población activa (EPA).

“Ahí hay una fuerte desproporción. El agua va a sectores que contribuyen poco a la economía y que emplean un número mayor de gente, aunque tampoco es excesivo. Pero hay que manejar las cifras con cuidado", opina Emilio Custodio, profesor del departamento de ingeniería civil de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Se refiere a que las estadísticas excluyen otros ramos, como transporte y distribución de alimentos o el cuidado del territorio, que pueden sumar al PIB entre el 15% y 20%, estima.

Central Lechera Vallisoletana.
Central Lechera Vallisoletana.EFE

Nuevos perfiles

Tanto en agricultura como en industria y servicios, el desafío es ser más productivo cuidando el entorno, con menos agua y gasto energético, a fin de suscitar empleo de calidad y de largo plazo no solo en España, sino también en regiones emergentes como América Latina, apuntan los analistas.

“Lo que no tiene sentido en la España seca es fomentar industrias dependientes del agua, como la siderurgia, papel o centrales térmicas; cuando se debe promover aquella de más valor añadido", sostiene Custodio. Así, los nuevos perfiles se dedicarán a la diversificación y optimización de un recurso limitado y que tiende a encarecer, aunque también se requerirán reguladores expertos en planificación hidrológica.

El sector necesita tecnificación, aduce Eymar, de la UAM, que menciona métodos punteros como los de fertirrigación –que sincronizan la nutrición con el riego–, riego por goteo o dendrometría, para regar en función de la demanda de la planta tras medir su diámetro. “Es la más cara pero la más idónea y la que usa menos fertilizantes", dice. Una técnica ya implantada en Almería, Murcia o Andalucía.

También habrá oportunidades en el tratamiento y optimización del agua ante la problemática de la contaminación, por el uso de partículas no biodegradables desde la industria o vertido de químicos y plásticos desde el hogar; en el desarrollo de cultivos urbanos y el tratamiento de aguas residuales o marinas para la agricultura e industria, a través de la ozonización (agua tratada con ozono) o rizofiltración (limpieza a partir de plantas acuáticas).

Desde AEAS reclaman una inversión de unos 4.000 millones de euros al año hasta 2020 en infraestructura nueva en el área de depuración en poblaciones pequeñas, y renovación de las existentes, ya que muchas tuberías han superado los 50 años de vida útil, alerta Morcillo, quien cree que se puede duplicar el empleo si ponen en marcha estos proyectos.

En KPMG opinan que la gestión eficiente exige un cambio de mentalidad, asumiendo que el agua no es gratis. “Debemos proporcionar incentivos económicos, incluidas las señales de precio, para invertir en tecnologías y reducir las pérdidas en las redes de distribución; recurrir a un mejor reparto del recurso dirigiéndolo hacia actividades que generan más valor –incluido el empleo sostenible–, aumentar su disponibilidad a través de la desalación cuando su coste se justifique y elevar la calidad, invirtiendo en depuración", concluye Martín Rivals.

Uso intensivo

Para Enrique Eymar, profesor titular del departamento de Química y Bromatología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), es difícil de cuantificar, porque trasciende a una amplia variedad de áreas productivas y cada vez es más multidisciplinar: “Hay un interés muy grande en profesionales cualificados para determinar, por ejemplo, cuánta agua demandará un cultivo concreto. Incluye todo, desde agricultura, ganadería, industria, técnicas de depuración, hasta regulación y consumo".

Ese uso intensivo para la producción de alimentos es la principal preocupación en España, donde el volumen de agua disponible se ha reducido de media un 20% en los últimos 25 años, por las sequías y el alza de la temperatura, apunta un informe de Ecologistas en Acción.

Además, para “garantizar un cierto equilibrio hídrico" ante la subida prevista del 10% del consumo –el 50% en el mundo en 2050–, la entidad propone la reducción progresiva del terreno productivo: de cuatro millones de hectáreas a tres millones, sin analizar su impacto.

Para Hernández, de la UPM, “la gestión es crítica tanto en secano como en regadío para una agricultura exitosa". Y prosigue: “Se necesitan entre 500 y 1.000 litros para obtener un kilo de trigo o arroz. O que el agua contenida en la dieta diaria de una persona media es diez veces más que la necesaria para otros usos".

De ahí que lo considere “un compromiso difícil de gestionar por la competencia creciente a la que se enfrenta el regadío frente al abastecimiento humano –prioritario–, la producción industrial, energética y al sector servicios. Estos “muchas veces presionan hacia la reducción de las dotaciones de riego, llegando a suprimirlas en casos extremos".

El peso industrial

La industria aporta también su granito de arena. “No es mucho menor su relevancia en los procesos industriales: en la producción de alimentos y bebidas, minería o energía (centrales térmicas o nucleares)", añade Alberto Martín Rivals, socio responsable de energía de KPMG. No obstante, esta actividad pierde en conjunto ocupación –el paro subió en 3.600 personas en el último trimestre de 2015–.

La consultora señala como los siguientes mayores consumidores de agua al sector químico, con cerca de 200.000 trabajadores directos y otros 400.000 indirectos (cifras de la Federación Empresarial de la Industria Química Española); el energético, que emplea a 100.000 directos y 300.000 indirectos (Enerclub), y el de alimentación, que genera aproximadamente medio millón directos (datos de la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas).

En abastecimiento y saneamiento, que utiliza entre el 15% y 20% del líquido –incluido doméstico e industrial urbanos–, la patronal contabiliza 27.000 empleos directos, que suponen un coste del 22% de su actividad, y otros 35.000 indirectos.

“No tiene mucha potencia, apenas representa el 0,5% del PIB, pero es vital para la humanidad", arguye Fernando Morcillo, presidente de Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS).

En total, la consultora KPMG calcula, a partir de los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, que el sector del agua genera unos 38.000 empleos directos. Mientras la ONU cifra en 1,5 millones las personas que dependen de él en el mundo.

Justamente, en las localidades valencianas de L'Alcudia, Carlet, Alginet, Alzira, Guadassuar o Algemesí, en la ribera del Júcar, se comienza a preferir el caqui no solo por la mayor rentabilidad, sino porque impulsa también la ocupación. El cultivo atrae hoy a esos agricultores afectados por los bajos precios citrícolas, que han encontrado trabajo en la fruta emergente.

El problema es que puede que no sea sustentable a largo plazo, sobre todo porque suscita mucha ocupación temporal: “No podemos plantar todos melones (o caquis, en este caso), aunque a corto haya una producción muy rápida y un desarrollo envidiable; hay que diversificar el uso del agua", advierte Custodio, de la UPC. Los propios agricultores temen que en el futuro suceda lo mismo que con los cítricos, “que el cultivo del caqui muera de éxito" y reaparezca el desempleo.

Sobre la firma

Denisse Cepeda Minaya
Periodista especializada en energía, medio ambiente, cambio climático y salud. Máster en Economía verde y circular por el Inesem y Máster en Periodismo por la UAM/El País. Con más de 20 años de experiencia en periodismo económico. Anteriormente trabajó en República Dominicana como reportera de economía en los periódicos El Caribe y Listín Diario.

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