“La biomedicina española está muy arriba”
El científico abandonó el CSIC por falta de proyecto de futuro "Llegaremos a ver qué conexiones neuronales mueven el comportamiento social”
Óscar Marín (Madrid, 1971) y dos colegas publicaron hace un año una carta en el diario El País en la que exponían los motivos por los que los tres científicos decidieron emigrar. En el caso de Marín, dejó el Instituto de Neurociencias de Alicante para dirigir el Centro de Neurobiología del Desarrollo del King’s College de Londres, una de las universidades más prestigiosas de Reino Unido. El investigador, que forma parte del jurado de los Premios BBVA Fronteras del Conocimiento, tiene claro que no se equivocó.
¿Ha cambiado la situación de la ciencia española desde que anunció que se iba para poder desarrollarse profesionalmente?
Los tres autores de la carta nos fuimos porque científicamente era un gran paso para nuestras carreras. Quisimos denunciar el estado de la ciencia. No es solo una cuestión de financiación, que es muy importante. No se le ha prestado atención a la ciencia, ni tiene pinta de que se vaya a hacer a corto plazo.
¿La neurociencia española es competitiva?
En general, la biomedicina española está muy arriba. Quizá eso es lo más frustrante de la situación del país. España lo tendría todo para ser mucho más competitiva si se plantease realmente serlo.
¿La solución es la emigración?
Es difícil competir en una liga en la que ni siquiera sabes cuándo te toca jugar los partidos. Reino Unido es el ejemplo opuesto: las convocatorias de becas salen sistemáticamente desde hace décadas, su regularidad es incuestionable. El dinero varía, claro, pero uno no tiene que estar preocupado de si va a haber o no convocatorias. Y las contrataciones se basan en criterios de competitividad. Creo que simplemente se trata de aplicar el sentido común.
¿Qué sabemos hoy del cerebro?
Sabemos mucho más sobre los distintos tipos de neuronas que hay gracias al gran nivel de detalle que aporta la biología molecular. Si imaginamos el cerebro como un superordenador lleno de circuitos, ahora tenemos resolución suficiente para analizar cada circuito de forma individual. También ha cambiado nuestra capacidad para analizar lo que hacen las neuronas. Empezamos a poder distinguir su activación con una precisión que antes no teníamos.
¿Cuáles cree que serán los próximos descubrimientos en neurociencias que nos sorprendan?
Mejoraremos todavía más el nivel de precisión, sobre todo en mamíferos. También habrá novedades en enfermedades que tienen su base en defectos de la formación y desarrollo de esos circuitos. Llegaremos a ver qué circuitos son responsables del comportamiento social, cuáles son los que pueden evitar que hagamos movimientos obsesivamente repetitivos, etcétera.
¿Cree que el alzhéimer se podrá parar, igual que algunos cánceres?
Sí. En cáncer hemos avanzado mucho desde que tenemos biomarcadores. Con las enfermedades del sistema nervioso ocurrirá lo mismo en los próximos 10 o 20 años. Es una pena que la industria se haya replegado en la neurociencia. Quizá haría falta un nuevo tipo de colaboración entre la academia y la industria.
¿Qué tipo de colaboración?
Modelos más abiertos, en los que la academia profundiza en los sistemas biológicos y eso después es tomado por la industria. Esta ahora intenta llevar a cabo la ciencia básica, como el desarrollo y la producción. Eso es complicado e ineficiente.
¿De qué trata su investigación?
Estamos interesados en ver cómo se desarrolla la corteza cerebral. Lo que queremos saber es si hay una unidad mínima, un microprocesador básico, y, en ese caso, cómo está organizado y sobre todo cómo se desarrolla. Intentamos entender cuáles son las reglas que rigen el funcionamiento de las neuronas y los patrones de su desarrollo en humanos, que es un proceso que dura casi dos décadas, desde el primer trimestre de vida en el útero hasta la adolescencia. Nuestro interés es doble: ver cómo es el proceso, pero sobre todo qué pasa cuando no va bien. Estamos convencidos de que los problemas que surgen durante el desarrollo del cerebro tienen que ver con enfermedades mentales, no solo del autismo en el caso de los niños, sino también de la esquizofrenia cuando ya son más mayores.
Entonces la foto del cerebro en el momento A no sirve para el momento B.
Si toma una foto del cerebro, en diez minutos ya no valdrá. Su forma de funcionar se basa en el cambio, si fuera una estructura rígida no tendríamos la capacidad de aprender nada ni adaptarnos a cambios en el medio. Una buena analogía es el plano a escala 1:1: ayuda a ver cómo es la realidad, pero no te permite entenderla. Sería mucho más eficaz si pudiésemos tomar una fotografía cada cierto tiempo y estudiar los cambios. Incluso si sufre daños, el cerebro es capaz de reorganizarse, aunque eso también pueda originar defectos de funcionamiento. Si a usted le arrancaran ahora mismo el cerebelo, se moriría de forma inmediata o se quedaría paralítico para toda su vida, pero hay personas que han nacido sin él y que su cerebro se las ha apañado para compensar esa falta. De una forma más sutil, eso es lo que sucede en el cerebro de un niño que sufre autismo.