El chantaje de Cameron se puede volver contra él
El primer ministro británico, David Cameron, espera arrancar el viernes varias concesiones de la UE gracias a su convocatoria de un referéndum sobre la pertenencia al club. A largo plazo, sin embargo, el chantaje podría volverse contra él.
(Texto publicado en la versión digital e impresa de Cinco Día el 15/febr./2016)
El primer ministro británico, David Cameron, espera arrancar en la cumbre europea de esta semana (18 y 19 febrero) un acuerdo que le permita defender el Sí a la UE en el referéndum que él mismo ha decidido convocar sobre la permanencia de Gran Bretaña en el club.
Numerosos socios, entre ellos España, están en contra de la oferta de Bruselas a Cameron, que permitirá a Londres discriminar a los trabajadores en función de su nacionalidad: durante los primeros cuatro años de contrato, los británicos podrán tener más derechos y prestaciones que los trabajadores de la misma empresa nacidos en otro país de la UE.
Fuentes diplomáticas reconocen, sin embargo, que, por diversas razones, ningún país está dispuesto a vetar el acuerdo y exponerse al riesgo de que Cameron defienda el No y que el Reino Unido se convierta en el primer país que abandona el club.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el propio Cameron han intensificado en las últimas horas los contactos con todas las capitales para intentar garantizar que el acuerdo sale adelante (Cameron telefoneó el viernes pasado al presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, al que Londres sitúa entre los más reacios a las concesiones ofrecidas).
Si el acuerdo se cierra esta semana, Cameron podría someterlo a plebiscito en junio con la esperanza de que los británicos voten por segunda vez Sí a la UE (ya lo hicieron en 1975, sólo dos años después de ingresar). El líder conservador se anotaría así una victoria personal, a costa de la UE, frente a los euroescépticos de su propia formación y los del partido UKip.
A largo plazo, sin embargo, el chantaje de Cameron podría quedar en papel mojado o volverse contra él porque el acuerdo político precisa un incierto desarrollo legislativo. Y fuentes diplomáticas advierten que, incluso si se superan los escollos, es probable que la discriminación de los trabajadores sea impugnada ante tribunales británicos y europeos.
Las sentencias, previsiblemente en contra de la discriminación, llegarían después del referéndum. Pero el desgaste político para Cameron sería enorme si los británicos descubren tras la consulta que nada substancial ha cambiado entre Londres y Bruselas.
La Comisión Europea intenta despejar esa sombra en el futuro de Cameron. El organismo que preside Jean-Claude Juncker, en un movimiento que algunos países consideran una extralimitación, se declara dispuesta a que Londres comience a aplicar la discriminación laboral sin esperar a la entrada en vigor de los cambios normativos (aqui) siempre y cuando tenga “plena expectativa de obtener aprobación”.
En Bruselas no se recuerda una oferta similar. Pero fuentes diplomáticas subrayan que sólo compromete a la CE, la cual no tiene la última palabra. El mecanismo para discriminar a los inmigrantes europeos sólo se podrá poner en marcha en casos excepcionales y previa votación en el Consejo de la UE, donde se sientan los 28 Estados miembros. La autorización prometida por la CE, por tanto, no está garantizada.
Ni siquiera será fácil llegar a esa votación porque previamente la UE debe reformar dos Reglamentos para incorporar las concesiones ofrecidas a Londres en materia de inmigración: la citada discriminación y la indización de las ayudas familiares a trabajadores extranjeros al nivel de vida de su país de origen cuando residan allí sus hijos. En ambos casos, se requiere el visto bueno del Consejo y del Parlamento Europeo.
Cameron es consciente del problema y mañana [16 de febrero] se olvidará de su habitual displicencia hacia el Parlamento Europeo y se reunirá en Bruselas con los presidentes de todos los grupos políticos, para implorar una rápida tramitación de los Reglamentos.
El grupo Popular, el mayor de la cámara, apoya la oferta de negociación presentada por Tusk y Juncker, aunque advierte que hay todavía flecos por cerrar. Faltan por concretar, por ejemplo, las condiciones en que se podría activar el mecanismo de discriminación y durante cuántos años estaría en vigor.
El grupo Socialista es más reacio, aunque también es partidario del compromiso, sobre todo, porque Cameron ha renunciado a exigir una revisión generalizada de la normativa laboral, como las directivas sobre vacaciones, permisos de maternidad, etc.
Cameron tampoco ha logrado grandes concesiones en otras áreas. La oferta de acuerdo presentada por Tusk el pasado 2 de febrero se limita a ofrecer ciertas garantías sobre la voluntad de la zona euro de no discriminar a los socios que mantengan su propia moneda, una condición con la que Londres pretende blindar la City como centro financiero de la Unión Monetaria.
La oferta también incluye la posibilidad de que un 55% de los parlamentos nacionales frene la tramitación de una directiva, aunque parece poco factible ese tipo de acuerdo.
Los diplomáticos tampoco parecen preocupados por los matices impuestos por Londres a las referencias del Tratado de la UE de avanzar hacia “una unión cada vez más estrecha”.
La única contrapartida importante lograda por Londres es en materia de inmigración. Y Tusk ya teme que el método usado por Cameron para arrancarla empiece a generalizarse. “Es un modelo atractivo para que algunos líderes persigan sus objetivos nacionales y egoístas”, lamentó la semana pasada el presidente del Consejo y ex primer ministro polaco. Y advertía que “no lo digo por intuición. Sé que algunos están dispuestos a repetir el modelo para demostrar su independencia de Bruselas. Es la melodía más popular en algunas capitales”. Una melodía que rima bien con chantaje...