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Tribuna
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La compleja relación entre concentración y competencia

Las autoridades de competencia de todos los países muestran una preocupación constante por las industrias con altos niveles de concentración y realizan un escrutinio habitual de las actuaciones de sus principales empresas. Esto sucede con sectores como los energéticos, los de telecomunicaciones o el audiovisual, el sector financiero, el transporte aéreo y, cada vez más, algunos segmentos del comercio minorista.

En parte, esto es debido a que durante décadas la relación entre concentración y competencia se analizó en contextos de corto plazo, y se constató que, en general, estas dos variables mantienen una relación negativa. Es decir, una mayor concentración va acompañada de una menor competencia. No obstante, esta relación estadística no implica una relación causal entre concentración y competencia.

El desarrollo de la teoría de juegos y su aplicación al análisis económico introdujeron una visión dinámica de la interrelación entre estas dos variables, en la que concentración y competencia son el reflejo conjunto de las características del mercado y del producto, de las preferencias de los consumidores o de la tecnología disponible. La mayoría de estos factores son ajenos a las decisiones empresariales. Atacar la concentración per se, argumentando que una mayor fragmentación dará inequívocamente lugar a mayor competencia, es inadecuado. Es necesario conocer las características específicas de cada mercado e identificar los factores determinantes de su evolución.

El factor más importante que determina el nivel de concentración en un sector es el grado de competencia. Este puede resultar, por ejemplo, de las dificultades para diferenciar los productos ofrecidos por distintas empresas. Una fuerte competencia también puede resultar de la existencia de una tecnología dominante, aplicable a todas las variedades del producto ofrecidas en el mercado. Esto facilita que un pequeño grupo de empresas ocupe los nuevos nichos de mercado antes de que lo hagan nuevos competidores, como sucede a veces con el software informático o los servicios de telecomunicaciones. Una intervención de las autoridades de competencia podría generar distorsiones que redujeran o retrasaran la innovación, con el consiguiente impacto negativo en los consumidores.

Una elevada concentración sin efectos necesariamente nocivos para la competencia también puede encontrarse en mercados en los que los consumidores basan sus decisiones de compra en la imagen o la credibilidad de las marcas, o en los que las empresas innovan constantemente para ofrecer productos mejores o para reducir sus costes de producción. Una intervención de las autoridades de competencia reduciendo los incentivos de las empresas a invertir en estos aspectos tampoco resultaría acertada porque redundaría en el estancamiento tecnológico o en la insatisfacción de los usuarios.

También cuando observamos que un sector está avanzando hacia una estructura más concentrada es importante conocer los factores determinantes de este cambio. En ocasiones, los procesos de concentración pueden derivarse de decisiones administrativas, como el propio desarrollo de la legislación de competencia. La evidencia ha mostrado que la introducción de legislación prohibiendo los cárteles en Reino Unido condujo a un incremento de la concentración en los sectores previamente cartelizados. Una mayor concentración también puede resultar de cambios tecnológicos que se han producido en otros sectores, como una importante mejora en los equipamientos informáticos disponibles que alteran los procesos administrativos o logísticos incrementando la competencia en todos los mercados.

Lo mismo sucede con la eliminación de barreras comerciales, que hace que las empresas de varios países pasen a competir directamente. El ejemplo de la Unión Europea es indiscutible. En sectores como las telecomunicaciones, la energía o los servicios financieros, hemos presenciado cómo empresas de varios países se han unido, a través de una fusión o una adquisición, para competir en un mercado europeo cada vez más unificado. Un tercer ejemplo es el de la provisión de servicios online a través de plataformas informáticas en lugar de ventas presenciales en establecimientos comerciales. Ahora podemos acceder desde nuestro ordenador a todos los proveedores alternativos cuando antes la distancia y la escasez de tiempo restringían notablemente nuestro acceso a la mayoría de ellos. El incremento en la competencia directa ha provocado un aumento en la concentración de estos servicios.

En todos estos casos, a pesar de la mayor concentración, la mayor competencia ha resultado en precios más bajos que han beneficiado a los consumidores.

Reconocer la complejidad de la relación entre concentración y competencia, para estudiarla y entenderla en cada caso concreto, es crucial para identificar las medidas más oportunas para el interés de los consumidores. En general, actuaciones destinadas a mejorar la transparencia y el acceso a la información, asegurar la estabilidad y la certidumbre regulatoria o eliminar barreras administrativas siempre redundan en beneficio de los consumidores. Un análisis cuidadoso puede permitir identificar barreras específicas que pueden inhibir el desarrollo de una mayor competencia en algunos mercados y las medidas más adecuadas para reducir esas barreras.

Pedro L. Marín y Pinar Bagci son Socios de The Brattle Group

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