¿Por qué no vendemos?
Nuestros clientes nos preguntan últimamente si no sería conveniente deshacer las posiciones en renta variable. Nuestra respuesta a día de hoy es clara: no es el momento de vender. Creemos que los argumentos que esgrimen las predicciones apocalípticas no se cumplirán. Se basan en que las materias primas seguirán bajando eternamente y en que el exceso de capacidad de producción global nos van a arrastrar a una recesión inminente, acentuada por fuertes impagos del sector energía y materias primas que van a impactar muy negativamente en el sector financiero, con unos beneficios decreciendo a tasas de doble dígito y todo ello con la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) subiendo tipos y China devaluando su moneda para frenar las salidas masivas de dinero... Si los mercados se rompen, estas predicciones podrían cumplirse, pero los mercados no se han roto. Vayamos por partes:
En cuanto a las materias primas, pensamos que las grandes caídas están detrás y no delante de nosotros. El mercado es cíclico y se encuentra muy próximo a un movimiento pendular en sentido contrario (eso que los analistas técnicos llaman reversión a la media) que va a marcar el final de primer impulso de un mercado estructuralmente bajista que se inició en 2011.
Observamos excesivas posiciones cortas; los metales industriales, que en anteriores episodios similares han anticipado los mínimos en los índices globales de materias primas, están recuperándose en el último mes, así como la actividad de transporte marítimo desde China al resto del mundo.
Respecto al exceso de capacidad de producción, es cierto que la desaceleración de la economía china junto con el ciclo económico lento y largo que están viviendo los países desarrollados está provocando una sobreproducción, lo cual incorpora deflación y sensación de desaceleración económica, pero lo cierto es que el consumo final, tanto en los países desarrollados como en la propia China se mantiene estable.
Un tercer factor de inquietud para los mercados son los impagos en el sector energía y en los productores de materias primas. La única vía de contagio al resto de los sectores productivos podría ser el sector financiero, con préstamos otorgados a estos sectores de 1,3 billones de dólares (1,17 billones de euros). En 2007, por poner un ejemplo comparable al que los informes negativos hacen referencia, el sector financiero mantenía préstamos al sector inmobiliario por 12,4 billones de dólares. La cifra actual es muy relevante pero manejable teniendo en cuenta el desapalancamiento y reestructuración de balances que se ha producido en el sector.
La temporada de publicación de resultados empresariales del último trimestre, por su parte, ha comenzado bien. En Estados Unidos, donde algo más de la mitad de las compañías ya han hecho públicas sus cuentas, el ratio de sorpresa positiva es del 66% lo que supone un crecimiento de beneficios respecto al cierre de 2014 del 1,86%, cuando se esperaba decrecimiento del 1%. Las malas noticias se concentran en tres sectores (petróleo y gas, materias primas e industriales), que sufren la debilidad del petróleo y la fortaleza del dólar.
Otro factor para mantener un cierto optimismo es el sentimiento de los inversores. Este indicador ha alcanzado niveles en los que, si no hay recesión en 2016, los retornos desde los niveles actuales suelen ser muy sustanciales. Creemos que con la fuerza del consumidor, la fuerte creación de empleo y la solidez del mercado inmobiliario estadounidense junto con el crecimiento de la demanda interna y el crédito en Europa, hacen poco probable el inicio de una recesión en los próximos trimestres. Por ello pensamos que la recompensa por mantener o comprar renta variable hoy, justifica el riesgo asumido.
En conclusión, nuestro escenario central es mucho menos catastrofista del que anticipan muchos observadores. Creemos que China conseguirá reactivar su actividad económica tras los estímulos monetarios; Arabia Saudí mantendrá un suelo en el mercado del petróleo en 30 dólares el barril, ya que por debajo incurre en enormes pérdidas que harían crecer su déficit exponencialmente.
Si se cumplen estos dos puntos, se producirá un cierre de apuestas bajistas sobre materias primas y se reajustará al alza las expectativas de crecimiento de los países emergentes. La reducción del exceso de capacidad productiva provocará la revisión al alza del crecimiento y la inflación mundial en un entorno de inflación salarial en Estados Unidos y recuperación de los precios de las materias primas.
Esto provocará que los beneficios empresariales en los sectores energía y materias primas dejarán de revisarse a la baja y, por ende, las expectativas de ganancias globales se podrían revisar hasta niveles próximos al 10%. Acto seguido, los spreads del crédito se contraerán; los tipos de los bonos a 10 años comenzarán a repuntar paulatinamente y la Reserva Federal de Estados Unidos recuperará la capacidad para “normalizar” su política monetaria, digamos hasta el 1%, mientras el Banco Central Europeo (BCE) prosigue su programa cuantitativo.
Entre ambos escenarios existen situaciones intermedias pero si tuviéramos que elegir obligatoriamente uno de ellos, elegiríamos este último como más probable. Nos mantenemos alerta ante la posibilidad de que una crisis en los mercados financieros termine afectando a la economía real, pero pensamos que los datos no apuntan en esa dirección.
Juan Suárez de Figueroa es director general de inversiones de A&G Banca Privada