Los mercados emergentes se desploman -- $540.000 millones huída neta capitales en 2015
En mi último libro sobre los retos de la era post-BRICS ya advertía sobre el final de la pujanza de las cinco economías emergentes que un analista convirtió en el acrónimo BRICS --Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
En China, además de los descensos de la bolsa, del crecimiento del PIB (más bajo en 25 años), la producción industrial, los beneficios de las empresas extranjeras, JP Morgan calcula que desde mediados de 2014 un billón de dólares de capitales ha salido de China, y las reservas de su banco central han disminuído en $500.000 millones en 2015. Según el Institute of International Finance de Washington, D.C., entre 2001 y 2011 los países emergentes y en vías de desarrollo recibieron más de 3 billones de dólares en inversiones productivas y financieras. El año pasado, por primera vez desde 1988, se produjo una huída neta de capitales de dicho grupo de países por valor de $540.000 millones.
Esta tendencia se acentuará. Los motivos son múltiples. El paradigma de crecimiento de la economía china basado en ser la gran fábrica del mundo alcanzó su cénit a mediados de la década pasada. Desde entonces el PIB de China y sus exportaciones han disminuído gradualmente, en parte porque el modelo era insostenible y por la crisis financiera y recesión global de 2007-2009. El menor crecimiento chino provoca crisis o menor crecimiento en las economías de América Latina y otras cuyo boom se basó en exportar materias primas agrícolas y metales a China. Los productores de hidrocarburos evidentemente también pasan por horas muy bajas, con los precios del petróleo más reducidos desde 2003. Las cadenas globales de producción basadas en China incluyen a muchos países, lo cuales se resienten del frenazo de la segunda economía mundial.
Con un aumento de los tipos de interés en EEUU -- aunque suave -- el capital tiene más incentivo para fluir hacia activos denominados en dólares. Con excepciones claras, las finanzas de las economías desarrolladas están ahora más saneadas (superada la crisis del euro). Todo ello significa que los que tienen que acometer reformas estructurales y echar mano de estímulos son las economías emergentes.
A los países desarrollados lógicamente no les conviene una desaceleración brusca del crecimiento de los emergentes, que juntamente con los países en vías de desarrollo generan el 45% del PIB mundial. Pero más allá de la reformas estructurales que puedan tomar los emergentes (diversificar sus modelos de crecimiento, aumentar su productividad, estímulos a corto plazo) la única forma de colaborar a nivel global que no se desplomen excesivamente los países emergentes es mediante una coordinación en el G20 de las políticas monetarias, presupuestarias y flujos de capitales.