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El ¿crac? de China

La tercera parte no tiene nada que ver con las dos primeras, pero se parece mucho. La primera parte fue el crac subprime, que desató la huida del dinero de todo lo que oliese a hedge funds, hipotecas o productos estructurados, convirtiéndose después el crac en un proceso que se alimentaba a sí mismo. Duró esta etapa desde el verano de 2007 hasta la primavera de 2009.

La segunda fase fue la de la zona euro. Arrancó en el otoño de 2009 con Grecia y se tornó tan virulenta (en su más reducido ámbito de actuación) como la primera, y más persistente gracias a que los líderes políticos europeos pasaron dos años esperando que el problema se arreglase por sí solo. Si, al igual que sucedió con la fase subprime, tomamos los precios de los activos como referencia, la zona euro la salvó Mario Draghi aquel verano de 2012.

El fondo es el mismo: desconfianza casi absoluta del mercado y fuga de capitales masiva; si en 2008 el inversor solo quería dinero en efectivo, en 2011 y 2012 lo único que quería era huir del Sur de Europa. El FMI calculó que entre junio de 2011 y junio de 2012 salieron de España 296.000 millones de euros en capital extranjero.

La tercera fase es la de China y los mercados emergentes. También es totalmente distinta y, a la vez, muy parecida a los anteriores: un desequilibrio generado durante muchos años estalla de repente y el dinero huye con la calma y tranquilidad que acostumbra en situaciones de pánico.

El IIF (una especie de super patronal de bancos) ha calculado las salidas de capitales de en 2015 en 676.000 millones de dólares. En términos absolutos, puede ser la mayor fuga de dinero de la historia. En términos relativos, aún gana España. Ahora bien, a juzgar por cómo está siendo 2016, la tormenta no parece haber amainado. El país ha vivido una “triple burbuja”, en términos de Andrew Garthwaite, analista de Credit Suisse: burbuja de crédito, de inversión e inmobiliaria.

Lo de menos es la Bolsa de Shanghai. Y el frenazo económico, que agudiza el exceso de capacidad productiva, se espera desde hace mucho tiempo. El problema más acuciante es la fuga de capitales, por su capacidad para hace cumplir sus propias, y apocalípticas, profecías. Si todo el mundo saca el dinero de China (o de España) por miedo a que la economía de China (o España) colapse, entonces esto acaba por suceder.

China tiene la capacidad de devaluar la moneda. O de subir tipos. Pero no ha tomado ninguna de estas dos alternativas, como explica Andy Xie, ex de Morgan Stanley (gracias, @renovatio_News). Quizá tenga algo que ver el excesivo endeudamiento de sus empresas (parcialmente en divisas). Queda por ver cómo acaba el partido. En Credit Suisse consideran que si la crisis de divisas deriva en desplome inmobiliario y salida de depósitos las cosas pueden ponerse feas.

Olivier Blanchard, ex economista jefe del FMI, apunta que al tratarse de un episodio de pánico financiero, su final está abierto: queda en manos de los inversores si todo queda en un susto (como pasó en verano) o no. Si tenemos tercera fase del crac o no.

Feliz 2016, en todo caso.

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