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El Foco
Tribuna
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República Dominicana, ‘otras’ vacaciones

Nathaly nació el 5 de octubre de 2015, lunes, en el hospital de San Juan de la Maguana, en República Dominicana. Compartía habitación con otros siete bebes que, como ella, si el parto ha sido natural y no surge alguna complicación, volverían a sus casas a las 24 horas de ser alumbrados. La madre de Nathaly tiene 15 años y no sabe quién es el padre de la niña, ni quiere saberlo. Vestida de calle y echada sobre su cama, le basta con ver sana a su hija y, como le han pedido y enseñado en el hospital, ha decidido inscribirla en el Registro Civil (un 20% de niños menores de cinco años no están registrados en el país) y alimentarla con leche materna para verla crecer fuerte; para que su bebé no engrose esa macabra relación de 5.500 niños que, antes de cumplir un mes de vida, mueren cada año en Dominicana, un país en el que, desafortunadamente, un tercio de los partos son de madres adolescentes.

El director del hospital, líder de un equipo capaz, entregado y escaso de medios, nos dice que el 80% de esas muertes serían evitables con sencillas medidas de asepsia. Por eso agradece tanto las donaciones y la ayuda que, vía Unicef, el centro hospitalario recibe desde España. Necesitan más.

República Dominicana recibe también turistas, aproximadamente seis millones en 2015, que representan su principal fuente de ingresos. Casi la mitad, tres millones de personas, vienen desde Canadá y Estados Unidos, pero las autoridades comienzan a preocuparse por el impacto negativo que, a medio plazo, pueda suponer para la industria turística local el inicio de relaciones comerciales entre Cuba y Estados Unidos.

Desde Europa, en este año 2015, se desplazarán a Dominicana 1,2 millones de turistas, liderados por franceses, alemanes y españoles, que buscarán descanso, diversión, sol y playa en los resorts y hoteles todo incluido de La Romana, Punta Cana y Bávaro. El Gobierno dominicano espera que el turismo (su previsión es recibir 10 millones de turistas en 2020, tantos como la población del país) le ayude a crear riqueza y consolidar su crecimiento, cercano al 5% del PIB en 2015, según ha pronosticado la Cepal.

El año próximo es tiempo de elecciones. Unificadas las fechas de las legislativas y las presidenciales, en la primavera del 2016 los dominicanos tendrán un nuevo Parlamento y un nuevo presidente, probablemente el mismo que ahora ejerce, Danilo Medina, que va a presentar su candidatura tras conseguir hace unos meses la modificación de la Constitución que le impedía repetir mandato. Y para que se vea que esto de la política es cuestión de familia y de dinastías, Margarita Cedeño, esposa del anterior presidente de Dominicana (Leonel Fernández, 2004-2012) y ex primera dama, actualmente se desempeña como vicepresidenta del Gobierno con Danilo, y quién sabe si en el futuro tendrá otras aspiraciones. Mientras, todas las vías públicas se llenan, aunque esté prohibido, de carteles que reclaman el voto para candidatos a todo: presidencia de la República, Senado, Cámara de Diputados, alcaldías, concejalías y vaya usted a saber. Eso sí, los postulantes tienen nombres, digamos, exóticos, a los que tan aficionados son los caribeños, y que escriben tal cual, sin apellidos, demandando el voto: Yayo, Juancito, Chuchu o Yuniol, una derivación dominicana de junior. Claro que, en esto de los nombres, la medalla de oro se la lleva Beatrizconbalta, una joven que se llama oficialmente así gracias al excesivo celo o la incompetencia del encargado del Registro Civil.

El actual Gobierno, como el que salga de las urnas en 2016, sabe que República Dominicana tiene grandes desafíos, además de fidelizar a sus clientes tops (Estados Unidos, la vecina Haití, Canadá o Reino Unido y España), incrementar el número de visitantes y aumentar su principales exportaciones: azúcar crudo, café y cacao en grano, tabaco en rama y ferroníquel.

Los gobernantes dominicanos tienen que luchar contra la creciente desigualdad, una amenaza permanente que deriva de los altos índices de pobreza que soportan los ciudadanos. “La pobreza erosiona la democracia”, escribe el reciente Nobel de Economía Angus Deaton, pero los dominicanos pudientes, que viven en el interior de la burbuja y que solo circulan entre Santo Domingo y los resorts playeros, no parecen darse cuenta (o no les importa) y practican esa globalización de la indiferencia que el papa Francisco ha denunciado repetidamente y que les hace sostener un estilo de vida que excluye a los otros, precisamente a sus compatriotas más pobres, una inmensa mayoría, con los que son incapaces de sentir o de compadecerse. Casi 300.000 niños de entre 5 y 17 años trabajan en la agricultura, sobre todo en las plantaciones de caña de azúcar, malviviendo con sus familias –sin agua corriente, sin alcantarillado, casi sin luz eléctrica– en los llamados bateyes, campamentos donde la vida parece haberse detenido 70 u 80 años atrás...

Los gobernantes dominicanos, actuales o futuros, tienen que mejorar la calidad de las infraestructuras y de los servicios básicos, de la sanidad y de la educación singularmente, y la universidad está dispuesta a comprometerse. Y tienen que aplicar las leyes sin exclusiones y luchar contra la cultura de la impunidad, tan arraigada en el país como la maldita corrupción que todo lo ensucia. En Dominicana, “las leyes no son tales; son sugerencias”, proclaman cínicamente los que no cumplen las obligaciones que les corresponden ni asumen sus responsabilidades, sean o no gobernantes. A lo mejor por eso hasta 2013 en el país no se procesó a ninguna persona (¡maldito turismo sexual!) por delitos contra la infancia, singularmente la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes con fines comerciales, una lacra con la que quieren acabar las autoridades limpias, los hoteleros honrados que han implantado códigos éticos, la fiscalía y el Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia, la policía turística, el servicio de atención integral para adolescentes y muchas personas más que, con su empeño y gracias a los fondos de algunas empresas españolas, singularmente del grupo Meliá, y al excelente trabajo de los profesionales de Unicef en el país, lo están haciendo posible poco a poco, sin pausa, porque los cambios sensibles necesitan su tiempo y la voluntad política de quienes gobiernan.

Escribió el escritor uruguayo Eduardo Galeano que la paradoja es el espejo que Dios creó para tomarnos el pelo. No será el caso de Cari, 23 años, que parió a su primer hijo con 14 y ahora tiene 6. Quiere ser camarera y salir adelante. Cuando nos despedíamos, mirándome a los ojos, dijo: “Si quieres, puedes”. Con ayuda, lo conseguirá.

Juan José Almagro es doctor en Ciencias del Trabajo y abogado.

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