Más allá del desarrollo de nuevas competencias
Son innegables los signos de la transformación que las tecnologías de la información están introduciendo en la economía. Su papel como instrumento de propósito general, cuyo uso se expande por empresas, queda patente en los datos que anualmente proporciona Eurostat.
Entre 2010 y 2014, la conexión de banda ancha ha pasado de estar presente en el 84% de las empresas europeas a ser herramienta de trabajo del 92% de ellas. Sobre la malla de conectividad proporcionada por internet, las empresas establecensus relaciones apoyados en un sin fin de aplicaciones que están introduciendo oleadas de cambios en el mundo laboral.
Son conocidos los cambios que la digitalización fuerza sobre el mundo laboral en lo referente a la necesidad de formación de los trabajadores. Solo en el año 2015, Europa necesitará más de 900.000 especialistas en tecnologías de la información capaces de hacer frente a la creciente demanda de aplicaciones.
En un futuro próximo, el 90% de los puestos de trabajo requerirán de competencias digitales. Con mejor o peor fortuna, estos retos están tratando de responderse mediante acciones sobre el sistema educativo. Las fórmulas para ello son ampliamente debatidas en los foros internacionales y la actual presidencia luxemburguesa de la Unión Europea ha marcado entre sus prioridades el impulso a la capacitación digital. Sin embargo, la adaptación del mundo laboral a la digitalización requiere algo más que dotar de competencias digitales a los trabajadores.
A pesar de la carencia de profesionales especialistas en las tecnologías de la información, la continua producción de innovaciones conduce a una automatización progresiva de la actividad económica. La automatización, como han descrito Brynjolfsson y McAffee, está produciendo la ruptura del mercado laboral.
De un lado, existen actividadesde baja cualificación que no se ven afectadas por la misma. De otro lado, profesionales de alta cualificación desempeñan su trabajo más eficientemente gracias a los medios digitales.
Entre ambos extremos, un colectivo de trabajadores de clase media deja de ser necesario para realizar actividades de carácter rutinario y sus funciones pasan a ser desarrolladas por componentes software o hardware.
La Fundación Bruegel ha estimado que el 50% de los actuales puestos de trabajo europeos serán asumidos por computadoras. Los cambios sobre el sistema educativo no pueden limitarse por solo a impulsar la capacitación digital. Necesitamos reinventar y orientar toda la gama de profesiones hacia el paradigma digital para ser capaces de mantener altas cotas de ocupación en Europa.
La tercera oleada de los cambios que nos traen las tecnologías de la información al mundo laboral surge de su uso como plataforma de emparejamiento de oferta y demanda de mano de obra y servicios. McKinsey ha estimado que existe entre un 30% a 45% de la población mundial en edad laboral desempleada o empleada solo a tiempo parcial. Uber, Mechanical Turk o Task Rabbit, son ejemplos de aplicaciones destinadas inicialmente a optimizar el uso de estos recursos laborales infrautilizados del mercado laboral, pero que también están dando lugar a una nueva gama de formas de empleo.
Las plataformas digitales permiten profundizar en la flexibilización de la relación contractual y su duración. Recientemente, Eurofund, agencia de la UE que tiene por misión la mejora de las condiciones laborales, ha realizado un catálogo de estas nuevas formas de empleo: empleados compartidos por distintos empleadores, trabajos colaborativos desarrollados por freelances, agencias vendedoras de vouchers, contratos de trabajo ocasional…
Los efectos más allá del mundo laboral, tanto positivos como negativos, se hacen cada día más evidentes: condiciones laborales más flexibles pero a la vez con menos protección del trabajador; un mercado laboral más transparente y eficiente pero que conduce a la desaparición del empleo tradicional; habilitación de una producción bajo demanda y distribuida a costa de poner en riesgo la viabilidad de investigación e innovación; consumidores que disfrutan de servicios con un menor coste pero tienen una mayor dificultad para ejercer sus derechos.
El trabajo es una piedra angular de la sociedad. Los cambios que la tecnologías digital introduce en el mundo laboral obligan a rediseñar urgentemente un amplio número de elementos del contrato social.
Estarán o están ya sujetos a tensiones disruptivas sin precedentes, entre otros, los sistemas impositivos que graban al empleado y empresas, las redes de seguridad para la transición entre distintas ocupaciones, los seguros y mecanismos de exigencia de responsabilidades por parte de los consumidores o las regulaciones de acceso a las prestación de servicios en ciertos mercados.
Adaptar el mundo laboral al nuevo entorno digital va a suponer un mayor esfuerzo por los poderes públicos que alentar la formación en un nuevo conjunto de herramientas.
Emilio García García es Expresidente de Astic (Asociación Profesional de Cuerpos Superiores de Sistemas y Tecnologías de la Información de las Administraciones Públicas).