_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La responsabilidad frente al miedo

¿Alguien imagina hoy no tener servicio de WhatsApp en el móvil? Y sin embargo, hemos vivido sin ello hasta 2009. No hace tanto tiempo, pero el mundo cambia muy deprisa, y no solo el mundo tecnológico. También la economía ha dado un giro radical, crisis económica y financiera mediantes.

Hace más de dos años la prima de riesgo de España estaba en unos 600 puntos básicos, incluso se barajaban escenarios en el mercado sobre la posible salida de España del euro; hoy en día se encuentra por debajo de 200 y en círculos internacionales se cita a España como ejemplo de gestión de esta crisis. Hace dos años las energías renovables en el país eran un activo tóxico. Hoy son de nuevo una de las inversiones más valoradas por su estabilidad y por su rentabilidad. Tras la crisis no vamos a volver donde estábamos antes, sino que vamos a algún otro lugar. Ese nuevo lugar será el resultado de las tensiones entre tres grandes dilemas que vivimos hoy. La primera es la polarización entre la responsabilidad y el miedo a la hora de afrontar la situación generada tras la crisis financiera global. La responsabilidad implica cambio, significa aprender todo lo que hemos hecho bien o mal durante estos años, hacernos cargo de las decisiones que hemos tomado, y a partir de ahí entrar en un espíritu colaborativo, constructivo, donde la responsabilidad individual y colectiva sobre nuestras decisiones guíen nuestros actos. Como contraposición a este camino, está el miedo en el que se otorga un papel prominente a los reguladores, a los políticos y a los procedimientos, para que sean los que definan cómo tenemos que comportarnos en este futuro próximo.

En esta primera dicotomía, leo razones para el optimismo. Hay un montón de nuevas experiencias de coworking, de economía colaborativa, de economía circular, de crowdfunding, etc., que van en esta línea de la responsabilidad social. Pero también en este momento hay un liderazgo de las normas, de la seguridad, del miedo y de la protección por encima de este espíritu colaborativo.

La segunda tensión se produce en la actualización de los modelos de negocio tanto de las empresas como de otro tipo de instituciones. Todas las organizaciones están viendo la necesidad de revisar su modelo de negocio, que supone trasladar el peso a la sociedad civil frente a la administración y ser más eficientes en el uso de los recursos. Un ejemplo son las ONG, que antes iban a solicitar una subvención a una administración pública para llevar a cabo un proyecto, y que ahora no obtienen respuesta. Para ellas es esencial contar con unas fuentes de financiación diferentes y apoyarse en su base social para poder desarrollar los proyectos.

El tercer elemento que se observa es una generalización de los términos de sostenibilidad y responsabilidad. Incorporar a la agenda empresarial estos enfoques es un proceso ya irreversible y positivo, pero su uso abusivo está llevando hacia la confusión y hacia la banalización, hasta dejar a ambos conceptos vacíos de contenido. Actualmente nos encontramos con que todas las instituciones, todas las empresas son sostenibles, son socialmente responsables o dicen serlo. ¿Cómo marcar la diferencia entre lo que realmente es sostenible y lo que no? La autenticidad es la respuesta.

Y si las cosas han cambiado rápido en el contexto económico y empresarial, más lo han hecho en el sector de la banca en España. Hace unos años era inimaginable que a día de hoy apenas hubiera cajas de ahorros. La memoria es corta y todo aquello que hemos aprendido durante la crisis parece que ya se está olvidando. Y lo más importante: durante estos dos años hemos visto el extraordinario distanciamiento entre los ciudadanos y los bancos debido a la falta de credibilidad en la actividad que están desarrollando, y la falta de participación real en las necesidades de las personas.

¿Cómo hacer frente a estas tensiones? Desde la banca ética hemos optado por el camino de la responsabilidad frente al del miedo, ocupando el espacio natural de colaboración y optimismo que se ha creado, aunque sin obviar la gran cantidad de recursos dedicados a cumplir la creciente regulación bancaria.

Es imprescindible estar cerca de la iniciativa, financiando a las empresas y las organizaciones de sectores sostenibles que buscan hacer las cosas de forma diferente. La sostenibilidad debe ser una realidad vinculada al corazón del negocio, y no un mensaje vacío.

Mikel García-Prieto es Director general de Triodos Bank España.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_