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Tribuna
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17 horas para un acuerdo

Diríamos que ha sido la típica reunión europea, en busca de un acuerdo imposible y siempre fundamental para la supervivencia del área. La cumbre europea del domingo/lunes ha cumplido de esta forma con los cánones que siempre esperamos para la zona euro. Y sin embargo, en esta ocasión ha habido novedades.

Así, en el pasado siempre temíamos que los detalles posteriores del acuerdo presentaran diferencias que malograran su impacto positivo inicial. En este caso, todo, absolutamente todo, ha quedado concretado en las conclusiones de la reunión. Y me refiero a las obligaciones que debe asumir el Gobierno griego (mejor hablar de su clase política) para mantener al país dentro de la zona euro.

¿La razón? Si el maratón de la última cumbre les parece una barbaridad, piensen que la negociación con Grecia se ha prolongado desde finales de enero de este año. Seis meses que muchos consideran desperdiciados; otros definen como el mayor reto de la zona euro desde su creación; la mayoría los valora como un aviso a navegantes sobre las debilidades de fondo de la Unión Económica y Monetaria (UEM), lejos de ser una zona óptima. Los líderes europeos han aprendido en esta crisis que dejar en el aire los detalles de cualquier acuerdo, especialmente en el terreno político, puede convertirse en un nuevo foco de tensión en el futuro. Sí, todo bien concretado a partir de ahora.

Pero estoy hablando en pasado, cuando aún debemos utilizar el presente a la hora de valorar el acuerdo: varias autoridades europeas han asegurado que el camino por recorrer para cumplir las condiciones será difícil, muy complicado desde una perspectiva política. Lo veremos ya antes del miércoles en Grecia, la fecha límite para cumplir con las contrapartidas aceptadas por su Gobierno.

Probablemente el primer ministro, Alexis Tsipras, tendrá que buscar un consenso político con la oposición para llevarlas a cabo, ante la propia rebelión de una parte de partido. ¿Un Gobierno de coalición? Algunos líderes de la oposición lo han rechazado de plano, lo que se podría traducir en pedirle como contrapartida la convocatoria de elecciones anticipadas en los próximos meses.

¿Cambiaría esto las condiciones del acuerdo? Me temo que no. Este es uno de los motivos de pedirle una garantía de hasta 50.000 millones para cubrir las primeras transferencias de fondos de los acreedores. Y tan pronto como esta misma semana, de forma que Grecia pueda recuperar su solvencia ante el FMI y no impagar la deuda pendiente a corto plazo con el Banco Central Europeo.

Pero el camino para validar el acuerdo también será muy complicado para otros Gobiernos europeos que ahora precisan del respaldo de sus Parlamentos. En función del peso del país en cuestión la situación podría tornarse de nuevo imposible dada la fecha límite del 20 de julio para el pago de los 3.500 millones al BCE.

Alguien ha utilizado la expresión en el filo de la navaja para reflejar el riesgo político asumido para consensuar el acuerdo. Como ven, validarlo posteriormente no será tampoco fácil. Piensen que muchos Gobiernos europeos forman coaliciones débiles, con intereses bien diferentes. Esperemos que al menos la supervivencia del euro, tal como lo conocemos en estos momentos, sea suficiente para unificar posturas.

Y después, ¿qué? El seguimiento de las reformas y ajustes aplicados en Grecia será exhaustivo. Y no se puede descartar que en el futuro, un futuro no muy lejano, vuelvan a surgir debilidades dentro de la clase política griega que cuestionen los sacrificios asumidos. Ya veremos. Dicen los analistas políticos que la crisis griega ha supuesto un difícil reto que Europa ha superado. Yo no lo tengo nada claro: una victoria europea titubeante no compensa las heridas producidas, con secuelas que tardaremos mucho en superar. Si finalmente pueden ser superadas.

Me refiero a cuestiones como la confianza y credibilidad, cuando la Unión Monetaria es una decisión política. Falta mucha convergencia financiera y fiscal, pero especialmente en política, con países que hoy por hoy son soberanos… ¿se podría repetir la crisis griega con otro país? Sinceramente, creo que sí. De hecho, no se puede descartar que volvamos a escuchar estrategias de varias velocidades a la hora de contemplar el desarrollo a futuro del euro. Para que realmente la crisis griega haya servido para reforzar el área, deberíamos ver más pronto que tarde un nuevo proceso de convergencia europea. ¿Lo ven realmente factible en el futuro próximo? No, yo tampoco.

José Luis Martínez Campuzano es Estratega de Citi en España

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