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El Foco
Tribuna
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El infierno son los otros

Santiago Carbó Valverde

Como Sartre en los años que precedieron a su muerte, Grecia y los acreedores parecen creer que el infierno son los otros. Cada uno sufre una mirada de incomprensión del otro y la desconfianza solo ha ido en aumento. Ambos tienen la culpa porque han estado comportándose como el fuego y la yesca.

Parece mentira que hace unas semanas se hablara de un acuerdo cercano, del que solo distaban pequeños desencuentros que podrían pulirse. Ahí, el referéndum fue un democrático golpe bajo porque Tsipras dio a entender que nunca había tenido voluntad de aceptar el acuerdo como interlocutor. En una situación tan delicada, hacer de las negociaciones una pérdida de tiempo es, cuando menos, descortés. Lo que nos lleva probablemente a uno de los elementos que hará que un acuerdo sea muy difícil: Syriza no puede ceder lo necesario porque dejaría de ser Syriza. Cuando este partido llegó al poder lo que vinieron a sugerir es que serían los acreedores los que tendrían que aceptar una oferta y no al contrario. Además se acusó a la troika de ser la culpable de la situación a la que había llegado el país. Es como decirle a los griegos que no tienen nada de culpa de lo que les pasa y que, como los responsables son otros, la solución deben ponerla los demás.

Por el lado de los acreedores se han cometido también muchos errores. El primero, no asumir que la austeridad dejó hace tiempo de ser una cuerda de seguridad para convertirse en una soga. No reconocerlo –y no ceder suficientemente en ese terreno– sigue siendo hoy un problema a la hora de negociar. Esto, además, alimenta el discurso populista de que, sin la troika, Grecia no solo estaría hoy mejor sino que andaría por un maravilloso sendero de recuperación y prosperidad. Por otra parte, en el lado de los acreedores, es difícil saber quién es el interlocutor. Unos dan reuniones por terminadas unilateralmente. Otros, como Alemania, fijan líneas rojas como si ellos fueran los únicos que tienen algo que decir. El FMI se muestra a favor de la reestructuración y Merkel avisa de que “ni hablar” de ello. Además, es más que perceptible que la maniobra del referéndum –y la falta de una propuesta formal días después por parte de Grecia– ha sentado bastante mal en Bruselas y este domingo se ha fijado como el último plazo para un acuerdo. Lo que me ha llamado la atención es que Juncker diga que hay un plan detallado en caso de salida de Grecia del euro. ¿Es el plan de Alemania? ¿El de Francia? ¿El del FMI? Y si ese plan existe, ¿por qué no los sabemos los europeos? Después de tantos años de improvisación y de vértigo con el riesgo soberano, ¿han calibrado ya el impacto del Grexit y no nos lo han contado?

Como sugería junto a mis colegas del ente independiente European Shadow Financial Regulatory Committee en una carta publicada el martes por Financial Times, la solución para Grecia pasa por que Europa tome el control y el MEDE asuma la deuda del FMI y el BCE. El MEDE debería entonces ayudar a Grecia a reestructurar su deuda (incluyendo quitas) a cambio de reformas ligadas a crecimiento. Esto, aunque suene parecido a lo que sugiere Tsipras, es muy distinto. Porque la parte de asumir reformas no está nada clara por el lado griego. Y ahora que se ha dicho no a un plan mediante el referéndum hay un problema: ¿hubieran los griegos dicho sí a la oferta de los acreedores si a cambio se hubiera ofrecido una reestructuración de su deuda con quitas?

E, incluso, cabe cuestionarse que ahora Syriza no haya decidido que solo aceptará planes menos exigentes que el que se sometió a referéndum. En ese caso, la cosa está bastante complicada porque en términos de exigencia de reformas, lo que los acreedores propusieron estaba lleno de lógica.

No parece que pueda haber acuerdo sin reestructuración de deuda. Desde un punto de vista coste-beneficio (económico y social), la rentabilidad de reestructurar la deuda es mucho mayor que la de un Grexit. Además, ofrecer una reestructuración y aliviar los plazos de consolidación fiscal concedería toda la legitimidad a los acreedores y dejaría al Gobierno griego toda la responsabilidad. Entonces podríamos observar si hay voluntad u obcecación por parte de Tsipras y su partido. Hasta ahora, lo que el Gobierno griego ha ofrecido es que pagaría la deuda mientras su economía crezca. Pero el crecimiento resulta difícil de creer sin reformas en un país que era y es profundamente insostenible sin las mismas. Utilizar elementos del Estado del bienestar como las pensiones es solo un chantaje. Deberían preocupar tanto las pensiones de hoy como las de mañana. Pero ese es otro debate en una Europa que se está convirtiendo en miope.

Ayer hubo algún avance a la hora de entrega de este artículo, con alguna cesión por parte de Grecia en materia de pensiones y una solicitud de rescate a tres años. Es solo un nuevo principio. Hará falta mucho más. Si el domingo no se llega a un acuerdo, preferiría, como español y europeo, que fuera porque Grecia no lo desea y no porque el resto de los socios europeos no hayan hecho lo suficiente. Si no es así, entonces querría saber cuál es ese plan tan específico y medido que hay para el Grexit y en qué afecta a España.

Santiago Carbó Valverde. Bangor University, Funcas y CUNEF

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