Nuevos mandamientos de la responsabilidad social
Al escribir sobre aspectos que llamamos nuevos, nos enfrentamos con un peligro cierto de doble faz: de una parte, equivocarnos, lo que no es demasiado difícil en un mundo que muda con tanta rapidez; de otra, ese halo misterioso inherente a todo lo desconocido, un reto que casi siempre merece la pena. Por eso, precisamente, conviene no perder la esperanza y recordar, por ejemplo, que Cicerón hizo en el año 79 a. C. un largo viaje fuera de Roma. Entre otros lugares, vivió con familiares y amigos durante seis meses en Atenas y fue iniciado en los misterios religiosos y secretos de Eleusis, un lugar a pocos kilómetros de la capital griega. Los misterios, recurrentes en la historia y en la vida de los griegos, derivaban de una fiesta de purificación y fertilidad. Aquellos que eran invitados –los que participan en esos ritos– eran testigos de una representación de la muerte y también del renacimiento, una ceremonia que incluía un descenso a los infiernos y una visión de la vida futura.
Es esa teoría transformadora del papel de las empresas en la construcción social del siglo XXI
Hoy finaliza el VI máster de Responsabilidad Social de la Universidad de Alcalá de Henares. Aunque algunos abandonaron, casi una veintena de alumnos lo iniciaron hace meses y muchos lo finalizan ahora con brillantez; todos (Constanza, Tomás, Cristina, Ataia, otra Cristina, María, Josephine, Laura, María del Mar, Aurora, José Carlos, Ana, Nicla y Rocío) bajaron a los infiernos y fueron generosos en el esfuerzo que siempre supone cursar un máster, lejos de sus países, de sus familias, de sus amigos, sabedores de que deberían trabajar por un futuro diferente desde la honestidad intelectual y con no pocas dosis de esfuerzo, trabajo y privaciones. Ahora ya son maestros y conscientes de que muchas personas, cuando se acerquen a ellos buscando al maestro, deberán encontrar el ejemplo, un valor pedagógico que no se agota nunca. Lo que sigue, con matices, son sus apuntes y sus reflexiones sobre la responsabilidad social, esa teoría transformadora, en palabras de Ramón Jáuregui, del papel de las empresas en la construcción social del siglo XXI.
“Un régimen es tanto más sublime cuando se ordena a un fin más alto”, decía Aristóteles, y partiendo de ese espíritu, muchos entendemos ese fin como el bien común, un concepto (y una esperanza) al que viene ligado el porvenir de la responsabilidad social. En momentos de desconfianza y devaluación institucional, las Administraciones públicas tienen el reto y la obligación de recuperar con cada acción y con cada proyecto el fin último del bien común con un doble enfoque: a nivel interno, y más allá de lo que marcan las leyes, dando ejemplares muestras de transparencia, buen gobierno, rendición de cuentas, códigos de conducta y protocolos claros de denuncia. Velando por las necesidades del presente, como es su obligación, y ofreciendo un proyecto de futuro que garantice la sostenibilidad y la tracción hacia un modelo de sociedad responsable y comprometida. Y, en segundo lugar, tienen que hacer posible el impulso, el reconocimiento y la promoción de las políticas de responsabilidad social, coordinando con coherencia iniciativas diferentes y velando para no segmentar ni fragmentar el concepto en función de distribuciones geográficas o ideologías al uso.
Las empresas tienen en la gestión responsable de su capital humano la clave para conseguir no tanto el éxito, siempre pasajero, sino la excelencia. El empleador ha de entender que su personal es único, inimitable y, si está formado, un aspecto diferenciador frente a la competencia. Fomentar el orgullo de pertenencia, el compromiso y la retención del talento deben ser una prioridad. Las empresas necesitan líderes que dejen atrás las jerarquías; comprometidos, que sean fiables, creíbles, motivadores, cómplices y orientados hacia los demás, que sepan dar respuestas a las legítimas demandas de los ciudadanos. Que no busquen culpables, sino que sean capaces de gestionar equipos de personas con habilidades distintas. Que sepan garantizar la igualdad de oportunidades y la diversidad, y consagren el incipiente proceso evolutivo de la conciliación desde un enfoque familiar hacia un cada vez más demandado equilibrio entre la vida personal y la profesional. La excelencia empresarial será una quimera, un imposible, si no ordenamos el desarrollo personal y profesional de los trabajadores, si no luchamos decididamente contra el subempleo o el trabajo indigno.
Fomentar el orgullo de pertenencia, el compromiso y la retención de talento deben ser una prioridad
La educación es la más potente herramienta para transformar la sociedad y, poco a poco, la responsabilidad social se está integrando en algunos de los planes de estudios universitarios, en posgrados o en cátedras ad hoc, iniciativas que son necesarias, pero claramente insuficientes. Las universidades no son solo templos del saber y de la investigación; deben acercarse a la sociedad asumiendo su papel transformador y, precisamente por eso, convertirse en la conciencia crítica, ética y social de la ciudadanía. La responsabilidad social (a modo de formación en valores) debe implantarse en todo el sistema educativo, desde la educación secundaria hasta la universitaria, pasando por la formación profesional, aunque solo sea para sensibilizar el presente y el futuro desde las tres dimensiones clásicas cuando hablamos de empresas/instituciones y responsabilidad social: económica, medioambiental y social.
Proteger, respetar y remediar. El marco y los principios rectores de la ONU, cuando hablamos de derechos humanos, suponen un cambio en las reglas de juego que, necesariamente, implican nuevas ideas sobre el comportamiento diario de las empresas y de sus políticas de responsabilidad social. En un mundo crecientemente globalizado, donde la cadena de valor alcanza cada día a más sectores productivos, la actuación de las empresas (y de sus grupos de interés) puede vulnerar los derechos humanos de los múltiples actores que entran en relación con ellas. Por eso, y en el seno de las instituciones, es preciso poner en marcha mecanismos que garanticen su protección, más allá de las llamadas a la productividad y al siempre necesario beneficio. Responsabilidad y compromiso consciente son dos de los principios/atributos más necesarios para el devenir empresarial. Hablar hoy de responsabilidad social es hacerlo también del bien común, de dignidad humana, de lucha contra la desigualdad y la corrupción; de reportes integrados, de innovación social y ecología, de compromiso solidario.
Volvamos a Grecia y a los ritos de Eleusis. Refiriéndose a esos misterios, en su famoso De legibus, Cicerón escribe: “Aprendimos de ellos los comienzos de la vida y ganamos el poder no solo de vivir felices, sino también de morir con mejores esperanzas”. Y también de eso se trata...
Juan José Almagro es doctor en Ciencias del Trabajo y abogado