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El Foco
Tribuna
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El Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos

La Asociación Transatlántica sobre el Comercio y la Inversión, conocida por sus siglas en inglés, TTIP, es un acuerdo de libre comercio en negociación entre la UE y EE UU, los mayores socios del mundo en materia de comercio e inversión. Estas dos áreas representan conjuntamente alrededor de una tercera parte del comercio y más de la mitad del PIB mundial.

El acuerdo, que ya ha sido objeto de nueve rondas de negociación, tiene para España un doble objetivo. El primero es económico. De acuerdo con los principales estudios de impacto, el TTIP fomentará las exportaciones y producirá resultados en términos de crecimiento y empleo. Es un paso que va a impulsar la transformación de nuestro modelo productivo, caracterizado ahora por un protagonismo sin precedentes del sector exterior, que se verá muy beneficiado por un sistema de acceso preferente a EE UU, nuestro principal socio comercial fuera de la UE.

El segundo es un objetivo geoestratégico. La irrupción de economías como las asiáticas está trasladando el centro de gravedad económico del Atlántico al Pacífico. Además, algunas de estas economías están negociando otro acuerdo de libre comercio con EE UU, muy próximo a concluir. Las preferencias de acceso en numerosos ámbitos que incluye ese acuerdo consolidarán esa tendencia de forma definitiva si no somos capaces de completar un TTIP ambicioso y capaz de contrarrestarlo.

¿Pero qué hay en la agenda del TTIP? Se trata de eliminar las barreras tradicionales, aranceles típicamente, que no son muy elevados con EE UU, y principalmente barreras regulatorias, estas sí, muy importantes. Un ejemplo de este segundo grupo de barreras y la dificultad para superarlas, que afecta muy negativamente a España, son algunos protocolos de exportación de frutas y hortalizas. España lleva, por ejemplo, más de 10 años de gestiones para poder exportar a EE UU aguacates y albaricoques. Un segundo ejemplo es la duplicidad de ensayos y controles que se han realizar para un mismo producto a ambos lados del Atlántico. En el sector de automóvil se dan muchos casos. Diferencias tan pequeñas como que el color de los intermitentes sea rojo en EE UU o ámbar en la UE exigen a los fabricantes tener dos cadenas de producción y pasar dos test de seguridad diferentes.

No es la antesala de rebajas de estándares medioambientales, laborales, de protección del consumidor o la salud

Otro gran objetivo del TTIP es una apertura del mercado norteamericano en materia de contratación pública y eliminar cláusulas como el buy American que impone obligaciones de fabricación en EE UU y penalizaciones de precio a ofertas de empresas extranjeras, lo que dificulta enormemente las participación de empresas españolas en concursos públicos.

Hay muchas otras áreas en la negociación que son fundamentales para mejorar las condiciones de acceso a EE UU de nuestras empresas. Por ejemplo, en el campo de los servicios, donde nuestras compañías tienen gran potencial en servicios a empresas medioambientales, de construcción o de modo particular servicios financieros (banca y seguros). También es de gran interés para España, y hemos logrado que se ponga encima de la mesa de negociación, una sustancial mejora de la movilidad del personal cualificado que las empresas necesitan para operar. Interesa también asegurar una mejor protección de nuestras indicaciones geográficas.

Una vez explicado lo que el TTIP es, conviene aclarar lo que no es. El TTIP no es la antesala de ninguna rebaja de estándares medioambientales, laborales, de protección del consumidor o la salud. La propia comisaria de Comercio de la UE, Cecilia Malmström, ha asegurado reiteradamente que vamos a mantener intacta nuestra soberanía y nuestra autonomía regulatoria. Esta cuestión también está claramente expresada en el mandato de negociación de la UE, documento que es público desde octubre de 2014.

El TTIP tampoco va a permitir la entrada de carne hormonada en la UE. La normativa europea actual es muy clara al respecto: no se puede producir ni importar carne hormonada. Los negociadores de la UE han asegurado reiteradamente que no va a entrar carne hormonada en nuestros países como consecuencia del TTIP. En cuanto a los transgénicos, el TTIP tampoco va a comprometer nuestro sistema de regulación actual. La UE da libertad a cada Estado para decidir no cultivar transgénicos o restringir o prohibir su uso en piensos o alimentos, aún después de que, en todo caso, hayan sido autorizados por la Unión Europea.

Lo que está ahora sobre la mesa para incorporar al ISDS es preservar el derecho de los Estados a legislar

El TTIP no es un acuerdo para las multinacionales. Las grandes empresas ya tienen músculo más que suficiente para superar todas estas barreras en sus transacciones con EE UU y están incrementando notablemente las exportaciones e inversiones a EE UU sin necesidad del TTIP. Por el contrario, las barreras suponen problemas muy importantes de acceso al mercado para las pequeñas y medianas empresas, que carecen del ejército de abogados que a menudo se necesita para resolver los problemas que surgen a la hora de exportar.

En el capítulo de la protección de inversiones, el mecanismo de solución de diferencias inversor-Estados incluido en el acuerdo, denominado en inglés ISDS, es blanco de las críticas porque hay quien asegura que va a limitar el margen legislativo de los países, y de nuevo, que son las multinacionales las que ganan. Lo primero que hay que aclarar es que los acuerdos de protección de inversiones no son nuevos. España, que tiene invertidos en el exterior más de 600.000 millones de dólares, el 47% de su PIB, tiene más de 70 acuerdos firmados y en el mundo hay más de 3.400 acuerdos de protección de inversiones.

En todo caso, hay un amplio consenso en la UE sobre la necesidad de reformar y mejorar el sistema actual y avanzar hacia un sistema más permanente. El TTIP es la gran oportunidad de hacerlo, de evitar en adelante que una empresa intente valerse de un acuerdo de protección de inversión para demandar a Estados por políticas que no les gusten. Por eso, lo que está ahora sobre la mesa para incorporar al ISDS es preservar expresamente el derecho de los Estados a legislar; acudir a un sistema permanente y controlado públicamente en el que se garantice la proporcionalidad, objetividad e independencia de los jueces que decidan los casos; introducir transparencia en la elección de los jueces y los procedimientos; dar la posibilidad de acudir a un órgano de apelación, entre otros cambios de calado.

Es mucho lo que nos jugamos en la votación. El Parlamento Europeo debería respaldar la negociación de un acuerdo amplio y ambicioso. Juntos, los dos mayores bloques económicos del mundo podremos fijar estándares para el resto del mundo. Estándares de la máxima calidad en la producción alimentaria, medioambiental, laboral.

Jaime García-Legaz es secretario de Estado de comercio

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