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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paradoja en los fondos para I+D+i

La I+D+i es un valor imprescindible para el crecimiento, vital para el desarrollo de las empresas y sin el cual el futuro está muerto. Estos son axiomas tan admitidos como la existencia de la luz del día. Las carencias en la investigación, el desarrollo y la innovación equivalen a malas políticas públicas, erradas estrategias empresariales y no pocas veces, a ambas. Y, en la mayoría de los casos, las dificultades más notables están en la falta de fondos. Ese es el motivo por el que cuando las dotaciones presupuestadas para estas partidas no se agotan nos invada la perplejidad, cuando no un sentimiento de indignación. Porque disponer de fondos para ello y no utilizarlos en el desarrollo, la innovación, la investigación, es decir, no emplearlos en el futuro del país equivale a una apuesta por la nada.

Los siete largos años de crisis han tenido mucho que ver con esa paradoja de contar con medios públicos para algo imprescindible y no emplearlos, que se sustancia en que se han dejado de invertir 11.472 millones de los que se disponía. Así lo indica la evolución de la dotación de los dos principales programas (Fomento y Coordinación de la Investigación Científica y Técnica e Investigación y Desarrollo Tecnológico Industrial), que habían previsto 26.306 millones de euros entre 2008 y 2014, de los que se ha utilizado solo el 56,3%.

Entre las razones que se esgrimen para esta incoherencia está el brusco cambio de política sobre los fondos públicos para I+D. A causa del disparado déficit público, en 2009 y en aras de la consolidación fiscal se prohibió cualquier gasto que computara como déficit. Y como las ayudas directas sí lo elevaban pero los créditos no, el grueso de los presupuestos para I+D se transformó a préstamos. Sin embargo, lo que menos necesitaban las empresas y los centros de investigación en esos momentos de crisis era hinchar más su ya de por sí crecido apalancamiento.

Otro aspecto es la aversión de los investigadores a los créditos, frente a la extendida y seguramente mejorable costumbre de trabajar con subvenciones a fondo perdido. Además, la crisis redujo el número de empresas que investigan. Con este escenario, la brecha entre el gasto destinado por España y por la zona euro a I+D+i está hoy en su nivel más alto desde 2002, y lo mismo ocurre en el empleo dedicado a investigación.

Como dicen los expertos, la investigación y el colectivo investigador requieren apoyo continuado, porque los efectos se ven sobre todo a largo plazo, y el efecto de las variaciones y los recortes es demoledor. Este panorama indica la necesidad de trabajar en el perfeccionamiento del sistema. Porque no aprovechar todo el potencial en este campo no solo equivale a derrochar cuotas de competitividad, sino a perder el rumbo del futuro.

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