Los mercados bailan al son de Mario Draghi
Los ligeros recortes que experimentaron ayer los índices bursátiles europeos no desmerecen el cierre de un trimestre histórico. La Bolsa alemana sube más de un 22% desde el primero de enero y cotiza en máximos históricos; la francesa, sin desenvolverse en tales alturas, avanza más de un 18% en los tres primeros meses del año; la italiana, pese a que el país se resiste, como se resiste Francia, a las reformas económicas exigidas por Europa, acumula un 25%, y la española, más rezagada, suma una rentabilidad sin dividendo del 12% desde que arrancó el año. Y todo ello con unas cifras de crecimiento económico muy pobres en Europa y solo relativamente buenas en España y Alemania. Pero ha sido el programa de estímulos del Banco Central Europeo, esos 60.000 millones de euros mensuales hasta finales de 2016 destinados a la compra de deuda pública, los que, sumados a las ingentes medidas de provisión de liquidez, han comenzado a desviar el dinero de la deuda, cuyo 60% de emisiones cotiza en negativo en la zona euro, hacia la renta variable. Y dentro de la renta variable, a los valores más sensibles al tipo de cambio sobredepreciado de la divisa también en los primeros meses del año por la ampliación del balance del BCE.
Los mercados bailan, pues, al son de Mario Draghi. Las Bolsas, la deuda y el euro exploran cifras no conocidas por la expansión cuantitativa puesta en marcha por Fráncfort. Todo por la inflación, todo por el crecimiento. Bien pudiera ser que los esfuerzos se quedasen en un desahogo financiero descomunal, sin lograr estimular el crecimiento real de la economía. Pero el escenario financiero ha cambiado plenamente: la banca capta dinero gratis, no paga por los depósitos, con el consiguiente trastorno para el ahorrador tradicional, muy presente en Europa; los particulares comienzan a poner sus recursos en manos de los gestores profesionales, de tal guisa que los fondos baten récord de captación, patrimonio y rentabilidad en este primer trimestre de 2015, y las empresas reajustan a la nueva realidad sus costes financieros, operando con nuevos márgenes en sus cuentas de resultados.
Y curiosamente el fenómeno no discrimina entre las economías rigurosas fiscalmente de las laxas, las que crecen de las que están paralizadas, las flexibles de las poco o nada liberalizadas. Bien pudiera ser que la bazuca de Draghi fuese considerado una excusa fantástica para obviar aquellas reformas que el propio Banco Central Europeo, pero también las autoridades comunitarias habían reclamado a los Gobiernos de la zona euro. La adaptación de la zona euro a los estándares de liberalización económica, rigor fiscal y política monetaria común exige el esfuerzo de todos los actores políticos y económicos, pero hasta ahora solo ha tomado decisiones el BCE, al que siempre se acusa de llegar tarde. Otros actores, otros Gobiernos, no llegan nunca.