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Pobres y desiguales

¿Tenemos realmente Estado del Bienestar? Y, si no lo tenemos, ¿es apropiado demandar para la ciudadanía una renta mínima a cargo del Estado? ¿O es mejor afrontar situaciones puntuales, como ahora? ¿Deben tener las ayudas públicas a los sectores desfavorecidos el carácter de premio o recompensa? El año electoral tiene la perversa tendencia de convertir los programas en eslóganes, pero este 2015, superada la etapa más dura de la crisis y con la desigualdad en el debate público, puede traer una campaña con más interés de lo habitual.

España es uno de los países con mayor desigualdad en la zona euro. La población con privación material severa es el 6,2% (datos de 2013) y, en cuanto a la población el riesgo de pobreza, estamos en Champions League a pesar de los cambios metodológicos que borraron de un plumazo cinco puntos de tasa entre 2008 y 2009. Casi dos tercios de los parados que han tenido derecho a prestación lo han agotado. Según la EPA, casi 400.000 hogares con dos o más miembros no perciben ningún ingreso.

Oímos hablar de "preservar el estado del Bienestar". Pero no se caracteriza España por lo generoso, accesible o eficaz de las ayudas sociales a los más desfavorecidos. El núcleo de nuestro Estado del Bienestar son las pensiones, blindadas contra viento y marea durante la crisis. En paralelo, nuestro sistema fiscal subvenciona la compra de casa, coche y la aportación a un plan de pensiones, ayudas dirigidas a la clase media o media-alta y que se han librado de los recortes.

La OCDE calcula que el 20% más rico de la población se lleva en torno al 25% de los beneficios sociales, mientras el 20% más pobre apenas supera el 10%. Un porcentaje condicionado por el efecto del pago de pensiones, incluido entre los beneficios sociales.

La OCDE da más detalles en su informe específico sobre España.

  • El 10% más pobre ha visto disminuir sus ingresos en un 14% anual; así, entre 2007 y 2010, este sector de la población ha perdido prácticamente un tercio de su ingreso
  • Teniendo una tasa de desempleo 2.5 veces más alta que la media UE, el gasto en prestaciones para las personas en edad de trabajar en España está apenas sobre la media UE.
  • En general, las transferencias públicas no están suficientemente bien orientadas hacia los más necesitados, como se puede observar en gráfico de la derecha, la parte del gasto social destinada a familias relativamente acomodadas es superior a la de la mayoría de los otros países de la UE.

Según este otro informe de la UE, España es con gran diferencia el país de la Unión que menos pobreza recorta vía gasto público, tanto en términos genéricos como si atendemos solo a la infancia. Aquí están un gráfico de resumen.


España es el punto de abajo del todo.

Entre las propuestas sobre desigualdad y pobreza, la propuesta política que más atención mediática ha recibido ha sido la de Podemos: la renta básica universal.Consiste en que cada ciudadano, por el mero hecho de serlo, tiene derecho a una renta mínima. La última versión de Viçenç Navarro y Juan Torres López habla de garantizar ingresos mínimos (no tanto de repartir dinero a todos los ciudadanos, como el planteamiento inicial).

Este artículo de Nada es gratis intenta calcular los gastos de la renta básica partiendo primero de un (absurdo) pago lineal equivalente al 60% de la renta mediana (umbral de la pobreza) que sería obviamente inasumible. Después busca un cálculo de lo que costaría ingresar en los 4,2 millones de hogares que están por debajo del umbral de la pobreza una transferencia que les llevase a dicho umbral: el 2% del PIB, sin tener en cuenta efectos fiscales positivos de segunda ronda. En el aspecto cualitativo, el artículo deja algunos argumentos más o menos de cajón (el diseño debe ser muy cuidadoso y tener en cuenta el incentivo a trabajar) y otros bastante chocantes, al señalar que una mayor pobreza hace que los niños estudien más.

Ciudadanos ha planteado un complemento salarial (aunque no está en su web, donde solo hablan de rebajar cotizaciones), algo que ya se aplica en Estados Unidos, y que condiciona las ayudas al empleo: los trabajadores cobran un cheque en paralelo al salario. Roger Senserrich explica bastante bien las diferencias entre los modelos y los posibles efectos sobre el mercado de trabajo: el complemento salarial tira a la baja del sueldo (las empresas ofrecen salarios menores porque hay más gente buscando trabajo para cobrar el cheque) y el otro sistema podría elevar salarios (y aumentar la recaudación fiscal). La propuesta de Ciudadanos, en todo caso, tiene la derivada de que deja fuera a las personas que no trabajan y son, por tanto, las más vulnerables.

Otro aspecto a tratar es la protección de la infancia, es decir, hasta qué punto las ayudas de la administración tienen que especializarse en los más pequeños, intentando reducir la desigualdad de oportunidades y la pobreza infantil. Durante la crisis nuestros queridos gobernantes se han empeñado en recortar prestaciones a los más vulnerables (dependencia, educación compensatoria, seguro de paro) o allí donde el dinero está mejor empleado (I+D, educación en la primera infancia). Pau Marí-Klose, que habla de un “estado del bienestar gerontófilo”, calcula que la inversión pública en políticas de infancia ha pasado de 5.448 euros por niño en 2010 a 4.512 en 2013. También es de los países europeos que menos dinero destina


Hay bastante literatura sobre el efecto positivo a largo plazo de la educación infantil y el efecto negativo de la pobreza en estas etapas tempranas del desarrollo: quien nace pobre suele morir pobre. Además, dentro de los grupos con mayor riesgo de exclusión tienen mucho peso familias monoparentales o con los dos padres parados. No obstante, apenas un puñado de políticos ha abordado el tema en serio, como Carles Campuzano, de CiU.

Quien quiera droga con más sustancia, debería leer a José Fernández Albertos (aquí y aquí) o a Borja Barragué, hablando de redistribución o predistribución, y de muchas más cosas interesantes.

Lo que no deben perderse es esta entrada de Roger Senserrich. Ser pobre es una mierda. No se lo pierdan, porque posiblemente ustedes, como yo, no conocemos a gente pobre. No sabemos lo que eso implica. Quien no haya pensado alguna vez eso de “sí, muy pobres, pero mira cuántas parabólicas”, que tire la primera piedra. 

  • Ser pobre, me contó, es no poder hacer nada, nada en absoluto; es no poder ir a comer fuera, no poder llevar a los niños al cine, no poder comprarles juguetes o llevarlos a la ciudad. Es no poder apuntarlos a actividades extraescolares, porque no podía salir temprano de uno de sus dos trabajos para ir a recogerlos. Desde que recordaba, la palabra que más había repetido a sus hijos era «no». Dejarles sin Spongebob, sin poder hacer nada más que sentarse a mirar la pared cuando estaban en casa era demasiado.

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