DYC, un segoviano de pura malta
Su fundador se propuso elaborar en los años cincuenta un whisky 100% español La empresa vende anualmente a distribuidores algo más de 800.000 cajas de nueve litros
En la década de los cincuenta muchos españolitos deseaban beberse un whisky como hacían los vaqueros, los gánsteres, los policías, los tipos duros y las mujeres fatales del cine estadounidense. Muy pocos podían permitírselo, sin embargo. Su precio era prohibitivo para la mayoría de la población, sumida en una pobreza de posguerra. Además, el aislamiento internacional de España hacía que la legislación respecto a las importaciones fuese muy restrictiva y limitase la cantidad de divisas que podían destinarse a traer este licor al país. Abundaban las falsificaciones y las botellas de contrabando. Nicomedes García tuvo un sueño: producir esta bebida en Segovia. Más barata y con la misma calidad que en Escocia.
El origen de la idea entronca con una leyenda urbana, difundida por el propio García, quien contaba que en 1925 se le había enturbiado una de las partidas de cerveza Mahou que tenía en su almacén de distribución. Decidió no tirar el contenido de esos 100 barriles de cerveza turbia, rechazados por un cliente. En un viaje que había hecho por Escocia años antes, había visto que el whisky se fabricaba con cebada malteada, al igual que la cerveza. Con la única diferencia de que utilizaban para tostarla carbón de turba.
Cronología
1919. Al cumplir la mayoría de edad, Nicomedes García Gómez se hace cargo de la modesta destilería, Anís Castellana, que había fundado su padre 25 años antes.
Años cincuenta. Nicomedes y sus socios, los hermanos Puigmal, realizan varios viajes a Escocia para visitar destilerías de whisky.
1958. En Palazuelos de Eresma (Segovia) se funda la sociedad Destilerías y Crianzas del Whisky, SA.
1959. Se destilan los primeros 900.000 litros de malta.
1963. Se ponen en marcha las operaciones de embotellado y comercialización.
1974. Sale al mercado DYC 8.
1990. La firma Pedro Domecq, SA, adquiere DYC Whisky, SA
1994. El grupo Domecq pasa a depender de Allied Lyons. Se trasladan y amplían las instalaciones de Palazuelos de Eresma.
2006. La compañía internacional Beam compra diversas marcas de Allied Domecq, entre ellas DYC.
2009. DYC cumple 50 años.
2014. El grupo japonés Suntory compra Beam, que se convierte en la tercera compañía de bebidas espirituosas del mundo.
Probó suerte y destiló en uno de los alambiques de Anís Castellana –la empresa heredada de su padre seis años antes– el líquido sobrante. Obtuvo así unos 400 litros de destilado de cerveza que conservó durante cuatro o cinco años en dos barriles de roble. El resultado no debió estar mal. “A los tres años salió un licor bastante bueno que se parecía al whisky. Así que me pasé toda la guerra bebiéndolo. Y como cada día estaba mejor, volvió a mí el interés por fabricarlo. En 1955 hice otro viaje a Escocia para visitar las destilerías, esta vez más despacio”, recuerdan, en el libro del 50 aniversario de la marca, que contaba el fundador.
Serían muchos los obstáculos a los que tendría que enfrentarse en su empecinamiento este segoviano emprendedor por naturaleza. El primero de ellos, la prohibición imperante en la época de destilar alcohol de los cereales. La ley solo permitía la utilización de la uva o de los azúcares tradicionales, la caña y la remolacha.
Tenía, sin embargo, a su favor varios factores. En primer lugar, su experiencia como destilador. Su anís se vendía en todo el territorio nacional. Además, ser el presidente del Grupo Nacional de Fabricantes de Aguardientes Compuestos y Licores del Sindicato de la Vid le permitió asociarse con los hermanos Francisco y Cosme Puigmal, herederos de un negocio de vinos y licores iniciado en 1850. Con ellos viajó a Escocia en junio de 1957 para estudiar los procesos de elaboración del whisky. En septiembre volvió a la isla Francisco Puigmal, ingeniero industrial de profesión, para trabajar durante varios meses en una destilería. Quería estudiar hasta el más mínimo detalle de toda la tecnología e instalaciones. Ese mismo año García había obtenido la autorización administrativa para fabricar whisky partiendo exclusivamente de la fermentación de cereales. Además, la nueva reglamentación obligaba a elaborar la malta en España, prohibiendo la importación desde otros países.
Llegaba el momento de constituir Destilerías y Crianzas del Whisky. A la empresa fundada en 1958 se sumaron otros socios. Uno de ellos, el marqués de Arcos, aportó a la sociedad un edificio, el Molino del Arco, en Palazuelos de Eresma (Segovia), en el que se estableció la producción del licor. Se trataba, en realidad, de un palacio del siglo XV que incluía un molino de agua. Lugar idóneo para la elaboración del whisky.
El valle en el que se ubica está atravesado por el río Eresma, cuyas aguas bajan directas de los deshielos de las graníticas cumbres de la sierra de Guadarrama. Y es que el líquido elemento supone la clave que diferencia a un whisky de otro. En los años cincuenta, además, era imprescindible tener la materia prima al lado de la fábrica. No eran tiempos para depender de factores externos.
Los primeros 900.000 litros de malta, destilados en 1959, salieron al mercado en 1963, tras madurar en las bodegas y llevarse a cabo las mezclas necesarias para convertirlo en whisky. Fueron tales las expectativas que levantó, que toda esta primera producción salió prácticamente vendida de la fábrica.
Un destino exótico tuvieron las primeras 25 cajas. Fueron entregadas a Vicent Carat Tardá, un almacenista de Casablanca (Marruecos). Nacía así un whisky español y al alcance de la mayoría de los maltrechos bolsillos de la época. Media copa a 10 pesetas; una entera, a 15. Así se anunciaba en los bares. Un whisky de importación podía llegar a costar 50 pesetas o más.
Se podría haber llamado Isis, 58, Cap y Cua o Sky
DYC no fue el primer nombre barajado por Nicomedes García y sus socios. De hecho, inicialmente ni siquiera le dieron mucha importancia a este asunto. Tenían cinco años por delante para pensar en ello, el tiempo que tardarían en salir las primeras botellas de las bodegas.
En los archivos de la empresa se conserva un cuestionario con las distintas opciones con las que jugaron. Hay desde propuestas de carácter mitológico, como Isis, nombre griego de una diosa egipcia, a geográfico, como Navacerrada. También aparecen términos religiosos, como San Leandro; imaginativos –Gringo–; de fantasía –Cap y Cua–, o simples números, como 58, en alusión al año de su nacimiento.
No podían faltar las referencias en inglés o en algo parecido: Sky (cielo) y Esky fueron dos de las alternativas. La primera escondía, tras un anagrama, la denominación Spain Whisky. La segunda debía interpretarse como Whisky Español.
Finalmente eligieron DYC, las siglas de Destilerías y Crianzas del Whisky, para el bautizo de la marca. Un nombre corto y sonoro para pedir en la barra del bar, en las fiestas del pueblo o en la discoteca. Y a pesar de ello, durante largos años los españoles se dirigieron al camarero pidiendo simplemente un segoviano, un gentilicio orgulloso de su lugar de origen.