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La tecnología ya permite potabilizar agua sanitaria

Del retrete al vaso

La normativa española impide el consumo humano de agua ya utilizada 800 millones de personas no tienen acceso a agua potable, según Unicef

Thinkstock
Manuel G. Pascual

En una de las escenas más famosas de la película Waterworld, el protagonista emplea un aparato para transformar su orina en agua potable. La realidad ya ha superado a la ficción: hace dos semanas, el millonario y filántropo Bill Gates difundió un vídeo en el que sale él bebiéndose un vaso de agua obtenida a partir de excrementos humanos. La máquina responsable de ese milagro, la Janicki Omniprocessor, transforma además la materia sólida de las heces en energía eléctrica. El fundador de Microsoft ha anunciado que financiará el invento del ingeniero Peter Janicki.

La iniciativa de la Fundación Gates ha situado los focos mediáticos sobre un campo de investigación que lleva tiempo en desarrollo. La depuración del agua para su reutilización en el riego está muy extendida. Pero potabilizarla ya es más complicado.

En Winhoek, Namibia, localidad en la que el agua brilla por su ausencia, llevan más de 40 años usando agua regenerada como potable. En Orange County, California, pusieron en marcha en 2008 un pionero proyecto que ha rebajado considerablemente la factura energética del proceso necesario para transformar el agua que se vierte al desagüe en un recurso apto para el consumo humano. Tan buenos resultados ha dado que el modelo se ha exportado a dos distritos más de Los Ángeles, a Texas y, más allá de las fronteras nacionales, también a Australia y Singapur.

Asia encabeza los nuevos proyectos de reutilización

Singapur es uno de los países que más en serio se ha tomado mantener un sistema de suministro hídrico sostenible. La escasez de agua y la polución de sus ríos hizo que las autoridades se pusieran las pilas hace cinco décadas. Hoy cuenta con un sofisticado sistema que aprovecha el agua de la lluvia y del mar y que comprende la recuperación del agua ya usada. Pretenden que el consumo doméstico per cápita sea de 140 litros para 2030.

En Australia, las autoridades iniciaron en 2006 la construcción del Western Corridor Recycled Water Project, en el sureste del país, un mastodóntico programa ya en funcionamiento que recurre, entre otras, a la reutilización de agua.

En España todavía nadie ha apostado por esta tecnología. “La normativa española prohíbe esas prácticas, salvo para casos de clara emergencia. Sabemos cómo hacerlo, pero no trabajamos en ello”, apunta Eloy García, director de Imdea Agua. La Unión Europea no ha legislado sobre el asunto, explica, porque, salvo en el caso de los socios mediterráneos, los recursos hídricos abundan. “Las localidades más secas de España recurren a la desalación, que consiste en someter el agua marina a una presión tremenda para separar el salobre. El proceso resulta caro, por lo que tratan de conseguir el agua de otro lado”, señala Alberto García, de FCC Aqualia. Tanto es así que no es difícil encontrar plantas desaladoras en varios pueblos españoles en desuso. Probar con procesos más caros, como la potabilización de agua reutilizada, puede ser igual o más costoso. “España no tiene todavía tantos problemas de abastecimiento como para recurrir a ello”, dice García.

¿Cómo funciona el método desarrollado en Orange County, Los Ángeles, y por qué ha sido tan replicado? El llamado Groundwater Replenishment System (GWRS) recupera el agua residual y la somete a tres procesos consecutivos. El primero es la microfiltración, que se suele emplear en la esterilización de medicamentos. Consiste en hacer pasar el agua por agujeros tres veces más finos que los del cabello humano para filtrar las partículas, protozoos y bacterias que lleva.

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A continuación viene la ósmosis inversa, esto es, aplicar fuertes presiones al agua para que pase a través de un plástico especial (polímero poliamida semipermeable), en el que se quedarán los residuos químicos que pueda haber. Finalmente, se somete el agua a un tratamiento de rayos ultravioletas con peróxido de hidrógeno para su completa desinfección. El resultado es un agua tan pura que se parece a la destilada. “Gran parte de nuestros esfuerzos se están volcando ahora en el proceso de mineralización”, comenta el responsable de GWRS, Mehul Patel, desde Fountain Valley, LA. Tras pasar por un centro de filtrado, el agua se reintroduce en los acuíferos que abastecen la población. Listo.

Patel se muestra especialmente orgulloso de haber logrado que el tratamiento llegue a costar unos 0,34 euros por cada 1.000 litros. “La inversión necesaria para poner en marcha esta infraestructura es alta, pero produce agua de excelente calidad con una huella ambiental pequeña”, opina. Las instalaciones de Orange County son capaces de procesar unos 265.000 metros cúbicos al año, una cantidad suficiente como para abastecer a casi 600.000 residentes de la zona.

¿Para cuándo en España?

Las tres tecnologías empleadas en el proceso (microfiltración, ósmosis inversa y rayos ultravioletas con peróxido de hidrógeno) ya se emplean en España en el tratamiento de aguas residuales para su posterior reutilización en riego o vertido en ríos.

Otra cosa es dar el salto a la potabilización de esos recursos. “En realidad solo se trata de añadirle más procesos al tratamiento que se le da al agua. Y más coste energético, claro”, apunta Luis Carlos de Pedro, director de calidad, medio ambiente e I+D+i de Isolux Corsán. Eso no parece que se vaya a plantear siquiera hasta que sea imprescindible.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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