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Los Dioses castigan a los mortales concediéndoles sus deseos.

La convulsión generada por la falta de acuerdo en el Eurogrupo del lunes sobre la financiación a Grecia no nos permitió analizar en detalle los relevantes datos de balanza comercial de diciembre de la Eurozona conocidos también a principios de semana.

En diciembre el saldo comercial resultaba ser de un superávit de 24.300 millones de € frente a los + 13.600 millones del mismo mes del año anterior. Se completa así un 2014 en el que el saldo exterior es de 194.800 millones de € desde los 152.300 mill de 2013 lo que confirma a la UME como la principal potencia acreedora del mundo.

Analizando el desglose de la balanza se observa, según los datos de enero a noviembre (últimos disponibles), que buena parte del incremento se ha debido a la mejora del saldo con Reino Unido y Estados Unidos. Concretamente con el Reino Unido la balanza bilateral era de un superávit de la UME (acumulado de enero a noviembre de 2014) de 87.800 millones de € frente a los 69.700 millones (en ese mismo periodo) del año pasado. Por su parte, el saldo con los Estados Unidos se incrementaba a 80.000 millones de € desde 67.400 millones del año anterior.

A tenor de este comportamiento parece lógico pensar que con la mayor debilidad añadida del EUR desde mediados del año pasado, este saldo no hará más que aumentar en el 2015. La pregunta que surge por tanto es si habrá un punto en el que las autoridades norteamericanas o del Reino Unido podrían poner pegas a esta política de EUR débil.

En un principio cabe señalar que el más firme candidato a sufrir las consecuencias es el Reino Unido dado que su economía es bastante más abierta que la de los Estados Unidos. En el caso de la economía británica la importancia del comercio exterior supera el 30% de su PIB mientras que este ratio en el caso de EE.UU. apenas alcanza el 15%. Pero no solo es el factor de drenaje al crecimiento que suponen las importaciones provenientes de la Eurozona, como la dinámica global de desinflación que estamos observando y que se agrava con la caída de la actividad en China.

Una divisa fuerte en un país con déficit comercial no solo perjudica la resolución de su desequilibrio exterior sino que en un entorno desinflacionario presiona a la baja los precios internos. Si hubiera a crecimiento real no debería ser motivo de preocupación. Incluso es una hábil solución. Pero ya veremos cómo acabará siendo un problema, poniendo de manifiesto, entre otras cosas, que la recuperación que observamos es más estadística que real.

Los tipos de interés ni en el Reino Unido ni en los Estados Unidos se espera que suban en el corto plazo. Hay que mantener esta retórica para continuar manteniendo la ficción de una recuperación. En el imaginario popular hoy hablar de tipos de interés al alza es equivalente a hablar de salida de la crisis. Pero ni el crecimiento real ni la subida de tipos acaba por concretarse nunca.

Por mucho que se no hable de salud del mercado laboral en ambos países o del crecimiento económico, sus poblaciones actúan como si vivieron en un entorno de recesión. Solo aliviado (yo más bien diría dopado) por un exceso de crédito que alimenta una nueva burbuja de activos. Han vuelto al 2007: confundir burbuja de activos con salud económica.

En cualquier caso las cifras de comercio exterior reflejan que la Eurozona acabará siendo un problema para el resto de economías. Y todo por bendecir una deliberada (y absurda) política de debilitamiento de su tipo de cambio. La lógica siempre ha sido que quienes deben devaluar son las zonas económicas con déficit comercial, no las que tiene superávit.

Los Dioses castigan a los mortales concediéndoles sus deseos.

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