Recuperación, empresa y empleo
La recuperación de la economía española y la creación de empleo dependerán crucialmente del papel que desempeñen las empresas. Al fin y al cabo, son ellas quienes crearon empleo entre 2000 y 2008, lo destruyeron después y lo han comenzado a generar en 2014. Pero para que la tendencia se consolide es preciso tanto que las empresas operativas contraten, como que aparezcan otras nuevas que generen puestos de trabajo.
El problema no es de infertilidad ni de exceso de mortalidad, sino de crecimiento insuficiente
Mientras las cuentas públicas no mejoren, debe ser el empleo privado, y no el público, quien solucione el problema del desempleo en España. En todo caso, las Administraciones Públicas deben concentrarse en mejorar las condiciones en las que las empresas despliegan su actividad y, en particular, contribuir a eliminar los factores que inhiben su crecimiento, limitando su productividad y su competitividad. El objetivo no debe ser solo que se creen más empresas, sino que las que se crean crezcan en dimensión (y empleo) en consonancia con las posibilidades que ofrecen los mercados.
España presenta ciertas similitudes y diferencias con respecto a otros países de su entorno europeo en materia de dinámica empresarial. No se diferencia mucho en la tasa de rotación de empresas que aparecen y desaparecen al cabo del año –que se sitúa en el 10-12%–, pero sí lo hace en lo reducido de su tamaño, tanto al nacer como a lo largo de sus primeros años de vida en los que apenas gana peso (empleados). Y como sucede en otros ámbitos, esta primera etapa marca a la empresa para el resto de su existencia.
La mayor parte (75%) de los nacimientos empresariales en España adoptan la figura del autónomo sin empleados y solo un 1% se crea con más de diez. La consecuencia sobre la generación neta de empleo de nacer como empresa con un tamaño menor es doble. Por una parte, la probabilidad de supervivencia es menor y, por otra, la capacidad de generar empleo durante los primeros años de las empresas más pequeñas suele ser inferior.
Un par de cifras ilustran este punto. De las empresas españolas que se crean sin trabajadores, un 63% sobrevive al final del primer año y un 39% a los cinco. Estos porcentajes son del 39% y 54% respectivamente, cuando la empresa nace con 10 o más trabajadores. La supervivencia de la empresa española es bastante similar a la de Francia, Alemania e Italia, pero en estos países, y en este mismo orden, las que sobreviven generan mucho más empleo que en el nuestro, el triple en el caso de Francia y el doble en el de Alemania. Consiguientemente el problema no es de falta de fertilidad ni de exceso de mortalidad sino de crecimiento insuficiente. Y, por tanto, las políticas que fomenten el emprendedurismo deberían reorientarse hacia la eliminación de barreras al crecimiento cuando el riesgo y la complejidad (laboral, fiscal, financiera, patrimonial, gerencial, etc.) de la actividad empresarial se dispara con la dimensión.
El aplazamiento de las reformas no hace más que debilitar la posición relativa de la economía española
Además de una mayor capacidad de sobrevivir los primeros años de su existencia, una mayor dimensión empresarial tiene otras ventajas frecuentemente repetidas: 1) Las mejoras de productividad: la gran empresa dobla en productividad a la microempresa y es un 50% más productiva que la pequeña; 2) La mayor conservación del empleo en periodos de crisis: la gran empresa ya ha sobrepasado el empleo que tenía en 2006 mientras que a la pequeña todavía le falta recuperar un 22%; 3) El acceso a especializaciones productivas de alto contenido tecnológico que exigen complejidad; y 4) El mejor acceso a la financiación ajena.
A la hora de realizar recomendaciones de política económica es preciso identificar qué variables causan los objetivos que se desean alcanzar. En el caso de la mejora de la productividad empresarial, hay autores que atribuyen la correlación positiva tamaño/productividad a otras variables, que las causan simultáneamente, como el capital humano, la capacidad de organización interna de las empresas o el grado de confianza entre el capital y el trabajo. Solo conociendo las causas se pueden diseñar políticas que actúen sobre los efectos.
El papel de la pyme es mayor en la creación de empleo que en su sostenimiento. En los Estados Unidos dos terceras partes del nuevo empleo creado por el sector privado lo realizan las pequeñas empresas, aunque su peso relativo sobre el total no llega al 50%. Estas cifras nos indican que las empresas extienden su etapa de crecimiento para atender mercados globales y que el punto de llegada de la vocación empresarial es no solo la creación de una gran empresa, sino la creación de una empresa grande.
A estas y a otras cuestiones que afectan al desarrollo empresarial se dedica un capítulo del reciente informe de la Fundación BBVA-Ivie en el que se analizan los factores estructurales que determinan el crecimiento empresarial en la economía española. En este informe se advierte de que la presión de la sociedad sobre los problemas más inmediatos y coyunturales, con los que examina el éxito de los responsables políticos, coloca en segundo plano medidas y políticas que son tan urgentes como las primeras, aunque sus efectos tarden más en aparecer. El aplazamiento de las reformas no hace más que debilitar la posición relativa de la economía española y sería preciso poder discutir y analizar con el mismo interés y ardor la evolución de los indicadores estructurales que reflejan los cambios más importantes y urgentes aunque no tan inmediatos.
Javier Quesada es catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e investigador del Ivie.