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Blanquea, limpia heridas y potabiliza agua

La lejía sigue salvando vidas dos siglos después

En la Primera Guerra Mundial se usó de forma masiva como antiséptico en los hospitales España es el segundo mayor consumidor de lejía de Europa y el quinto del mundo

CINCO DÍAS

Poca gente situaría la lejía entre los inventos que más vidas han salvado en los últimos dos siglos. Hoy es más conocida gracias a su efecto blanqueante en la ropa o a su eficacia en la limpieza del hogar, pero no siempre ha sido así. Disponer de agua potable es posiblemente el mayor avance en salud pública de la historia de la humanidad. La lejía se usa todavía hoy para potabilizar agua.

Cronología

1792. Una fábrica propiedad del conde de Artois produce en Javel, Francia, la lejía de hipoclorito potásico, un líquido a base de cloro con alto poder blanqueante.

1820. El farmacéutico Labarraque revisa la fórmula del conde de Artois, cambiando el potasio por el sodio. Nace así la lejía moderna, cuya fórmula sigue inalterada desde ese momento.

1889. Sale a la venta la primera botella de lejía, de la marca Conejo. El producto es comercializado por el empresario Salvador Casamitjana a través de la empresa Casamitjana Mensa.

1897. La lejía se usa por primera vez para la desinfección del agua destinada al consumo humano. Se revela como una herramienta decisiva para combatir el tifus en Reino Unido.

1900. La lejía empieza a usarse también con fines terapéuticos. El químico inglés Henry Drysdale Dakin desarrolla una disolución diluida de hipoclorito de sodio que se emplea en la desinfección de heridas. Se utilizó masivamente en la Primera Guerra Mundial como antiséptico en hospitales de campaña. En la actualidad, los dentistas siguen usando la llamada solución de Dakin como antiséptico.

1910. Los productos de Casamitjana Mensa, inicialmente vendidos únicamente en Barcelona, empiezan a distribuirse por toda Cataluña. La empresa abre ese año una sucursal en Zaragoza.

1920. La lejía de Casamitjana se conoce ya como Conejo-Estrella, que acabaría convirtiéndose en la actual Conejo. Ese año se abre la primera delegación en Bilbao y muere el fundador de la compañía, Salvador Casamitjana.

1923. El hijo de Salvador que heredó la compañía al morir su padre, Lluís, convierte Casamitjana Mensa en una sociedad anónima.

1950. Lluís Casamitjana fallece sin dejar herederos. La sociedad pasa a ser propiedad de sus trabajadores.

1972. La lejía Neutrex sale al mercado como la primera lejía blanca del mercado español, dirigida únicamente a la ropa.

1977. Casamitjana Mensa es adquirida por la empresa californiana Clorox, líder del mercado americano de lejías.

1984. Nace Estrella, una lejía que incorpora detergente. El producto se convierte en toda una revolución.

1985. Henkel se hace con Casamitjana Mensa.

1990. Estrella Pino es la primera variedad perfumada de lejía.

Se atribuye su alumbramiento al químico francés Claude Louis Bertholet, quien con el tiempo seguiría a Napoleón en sus campañas como parte de su equipo. Inspirado por un elemento nuevo, el cloro, el científico condujo una serie de experimentos basándose en la hipótesis de que esta sustancia podría tener el mismo efecto blanqueante que el oxígeno del aire.

Fue en 1785, en el barrio parisino de Javel, cuando Bertholet desarrolló su primera solución acuosa a base de cloro con “un extraordinario poder blanqueante”. Lo bautizó como agua de Javel. Pocos años después, en 1792, el conde de Artois puso en marcha la primera fábrica de lejía de las que se tiene constancia. Bertholet elaboró para ellos la lejía de hipoclorito potásico, la antecesora de la que conocemos hoy. En 1820, el farmacéutico francés Labarraque cambió el potasio por el sodio, dando con su forma definitiva. Hoy en día se sigue usando la misma fórmula.

La lejía siguió siendo una disolución muy popular en la industria textil hasta que Louis Pasteur descubrió a finales del siglo XIX que las infecciones y la transmisión de enfermedades se deben a la existencia de microorganismos con capacidad de propagarse entre las personas. Es entonces cuando una de las propiedades de la lejía que más desapercibida había pasado, su alto poder desinfectante, entra en escena.

La lejía pasó a ser fundamental. Era un antiséptico potente, barato y seguro para la erradicación de gérmenes transmisores de enfermedades. Uno de sus primeros usos masivos data de 1897, cuando se utilizó para desinfectar el agua en Kent, Reino Unido, y combatir así una epidemia de tifus. La cloración del agua sigue estando hoy presente en el 98% de los recursos hídricos de Europa. Poco después, en 1900, el químico británico Henry Drysdale Dakin desarrolló la llamada solución Dakin: una disolución diluida de hipoclorito de sodio (lejía) utilizada para la desinfección de heridas. Se empleó masivamente durante la Primera Guerra Mundial como antiséptico en los hospitales de campaña y hoy sigue siendo utilizada por los dentistas.

A partir del siglo XX, el empleo de la lejía se extendió por toda Europa. Cuesta encontrar algún hogar, hospital, restaurante, piscina o planta potabilizadora, entre otros, que no recurra a este producto a menudo o incluso a diario. Además de las propiedades ya mencionadas, con el tiempo se descubrió también que la lejía ayuda a reducir algunos alérgenos, como el polen y los ácaros, responsables de las alergias más comunes. Y que eliminan bacterias como la legionela y la salmonela.

Las primeras botellas de lejía llegaron a España en 1889. El empresario catalán Salvador Casamitjana decidió comercializar el producto bajo el nombre de Conejo-Estrella, que acabaría perdiendo la segunda parte de su apelativo. Empezó en el barcelonés barrio de Sants, pero la extraordinaria acogida del producto, muy valorado tanto por su poder blanqueante como por su poder de desinfección, exigió buscar unas instalaciones mayores, esta vez en Montgat.

En un primer momento se vendía a granel y era distribuida por pequeñas marcas de ámbito local por todo el país, transportado en carro. En 1910 Casamitjana Mensa –así se llamaba la empresa fundada por Salvador Casamitjana– abre una sucursal en Zaragoza, la primera fuera de Cataluña. Durante la siguiente década le seguirían Bilbao y Gijón. La compañía siguió creciendo e incorporando marcas.

En 1972 nació Neutrex, la primera lejía blanca especial para ropa: contenía fibroprotectores que evitaban que los tejidos amarilleasen. Unos años antes, en 1978, habían aparecido los primeros anuncios televisivos de lejía, protagonizados por un comerciante profesional que conocía y valoraba los productos que vendía.

En 1984 se lanza Estrella, la primera lejía limpiadora que incorpora detergente, tras observar que los consumidores le echaban un chorrito de lejía a su detergente habitual para fregar los suelos. En los años noventa llegarían las primeras lejías perfumadas. Pequeñas variaciones sobre una fórmula inalterada más de dos siglos después.

Una fórmula sencilla: sal común electrificada

La lejía se obtiene industrialmente a partir de sal común (cloruro de sodio) por un proceso conocido como electrólisis. Se trata de hacer circular corriente eléctrica a través de una disolución de sal, como la que utilizamos en las ensaladas, para que al final del proceso se origine un nuevo compuesto químico (hipoclorito de sodio). La lejía puede describirse, pues, como una forma activada de la sal común.

Tras su uso, la lejía se convierte de nuevo en sal, y la que llega al sistema de alcantarillado tiene una vida media de un minuto. Así se cierra un ciclo de vida en el cual esta sustancia ha actuado como vehículo para transformar la energía eléctrica en instrumento para blanquear o desinfectar de forma eficaz. Finalizada su función, el medio ambiente recupera simplemente la sal común de la cual nació la lejía, además de una pequeña cantidad de compuestos organoclorados (denominados AOX). El más abundante de estos compuestos es el cloroformo, también producido por volcanes, plantas y algas.

La gran mayoría de los AOX son biodegradables, pero una fracción de ellos son volátiles y pueden pasar a la atmósfera tras el uso de la lejía. En cualquier caso, llegan en cantidades insignificantes a la estratosfera, por lo que no están considerados como gases que contribuyan al calentamiento global.

Su efectividad como agente potabilizador de agua ha hecho que el uso de la lejía esté incluido en el Real Decreto 3360/1983, de Reglamentación Técnico-Sanitaria. La Organización Mundial de la Salud, por su parte, la aconseja como método eficaz para la desinfección de agua bebida en zonas del Tercer Mundo sin acceso a agua potable. La lejía es el desinfectante más usado en el mundo. Y el más barato.

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