¡Vivan las cadenas! (si parecen buenas y son de reloj)
«Una importante ampliación del concepto opereta: opereta española. He oído dos veces “La Gran Vía”, una calle de Madrid. Algo que no es en absoluto susceptible de importación. Para ello hay que ser un granuja y un terrible individuo de instinto, y además solemne. Un terceto de tres solemnes gigantescos canallas, es lo más fuerte que he oído y visto, incluso como música, genial, imposible de clasificar....».
Carta de Nietzsche a Peter Gast desde Turín
Domingo, 16 de diciembre de 1888.
“La Gran Vía”, revista cómico-lírico-fantástico-callejera [1] en un acto y cinco cuadros se estrenó con enorme éxito el verano 1886 en el Teatro Felipe del empresario y político Felipe Ducazcal. El teatro, ubicado en el Paseo del Prado, junto a las verjas del Retiro, en una de las esquinas del antiguo Palacio de Telecomunicaciones (y ahora sede el ayuntamiento), estaba construido en madera y ofrecía espectáculos de carácter ligero para un público ávido de diversión y de risa fácil.
La obra tenía como referente la polémica sobre el proyecto de construcción, en la década de los 80’s del siglo XIX, de una amplia avenida entre la calle Alcalá y la Plaza de San Marcial (hoy Plaza de España). La obra no solo era ambiciosa en lo económico (tenía un presupuesto de 65.286.423 pesetas) sino tambien en lo social ya que comportaba cambio radical del centro historico de la ciudad: se suprimirian plazuelas, callejones y manzanas enteras de edificios, algunos de alto valor histórico.
A una parte del Madrid de la época le parecía algo utópico, irrealizable. Se hablaba mucho de ello, se hacían chistes y se bromeaba, dando por sentado que aquello no se llegaría a realizar. Y a la otra parte, le parecía una atentado contra el espíritu y el alma de la ciudad. Desaparecerían calles que eran parte intrínseca de la ciudad. Se estableció una controversia entre los defensores y los detractores y de ésta polémica acerca de si Madrid necesitaba o no una gran avenida, surgiría la zarzuela.
El libreto fue realizado por el periodista y escritor Felipe Pérez y González, encargándose de la composición musical los músicos Federico Chueca y Joaquín Valverde (que tenía como función -aprendida de su maestro Arrieta- orquestar las ingeniosas ideas musicales del primero).
Tras el éxito en el Teatro Felipe, la obra pasó al Teatro Apolo, la «catedral del género chico» [2]. Este teatro estaba al costado de la Iglesia de San José en la calle de Alcalá. El teatro se arruinó tras varios fracasos teatrales y cerró sus puertas en 1929 (justo cuatro meses antes del Crack bursátil), y fue comprado por el Banco de Vizcaya que construyó su sede en el solar que quedó tras el derribo. tras la fusión con el Banco de Bilbao, se vendió la sede al Ayuntamiento de Madrid que instaló alli su Área de Gobierno de Hacienda y Administración Pública.
No obstante, “La Gran Via” no solo habla de la creación de esa avenida en Madrid sino que también de la modernización de España, de los típicos problemas que la España castiza (a todos los niveles) se dedica a establecer ante la perspectiva de tener que afrontar el progreso.
Diez años antes Galdós con “Doña Perfecta” hizo algo parecido. Creo la novela como una metáfora de la España (la imaginaria ciudad de Orbajosa) de su tiempo: localista, encerrada en sí misma, supersticiosa, atrasada social y tecnológicamente. Galdós había visto como el proyecto liberal, que pretendía modernizar la España de su época (representado en la obra por el ingeniero Pepe Rey) fracasaba ante las fuerzas reaccionarias del establishment (Doña Perfecta y el cura Inocencio). Mientras que el papel de los Ratas o la Menegilda lo ejercían Doña Perfecta o el Cura Inocencio, la parte de la Gran Vía la realizaba el Ingeniero Rey.
Ambas obras, cada una a su estilo, ponen de manifiesto el anhelo de regeneración de nuestra vida política y social que caracterizó la literatura, la política y la sociedad española. Todo ello anduvo de fracaso en fracaso hasta que el desastre del 98 puso en evidencia la inviabilidad del modelo de Doña Perfecta/Don Inocencio y de las callejuelas y plazuela por las que deambulaba el Madrid de finales del XIX.
La “Jota de los ratas” es uno de los números más ingenioso de la obra y fue alabado incluso por el propio Nietzsche, que además de filósofo era músico, tal y como se puede observar en la cita de esta entrada del blog. Reciente estaba su ruptura con Richard Wagner y el drama musical wagneriano, del que ya había renegado tras el estreno de Parsifal en 1882, apreciando la picardía, ironía y malicia de varios números como la Jota de los Ratas o el Tango de la Menegilda.
En este peculiar trio humorístico, los Ratas se nos muestran como carteristas en los que:
- La autoridad no es un obstáculo para su trabajo: "Siempre que nos persigue la autoridad,es cuando muy tranquilos: timamos más"
- Tienen solera, ya que su “fe de bautismo la tiene el cura del Saladero” (nombre que recibía la antigua cárcel de Madrid de la Plaza de Santa Barbara). Han nacido en la cárcel y son hijos de rateros en varias generaciones.
- No tienen ideología. A pesar de que gritan “Vivan las cadenas, [añaden] si parecen buenas y son de reloj”. ¡Vivan las cadenas! era un lema acuñado por los absolutistas españoles en 1814 para apoyar a Fernando VII en su decisión de ignorar la Constitución de 1812 y el resto de la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. [3]
- Con un arte que hacen “generosamente”, alguna de sus fechorias pueden ser simplemente recomendaciones: “damos funciones gratuitas de prestidigitación”.
- Por dinero hasta timarían hasta a sus familiares, ya que un primo (respecto de una persona, hijo o hija de su tío o tía), si tiene dinero, no deja de ser un primo (persona incauta que se deja engañar o explotar fácilmente). “Y si cae un primo que tenga metal, se le da el gran timo aunque sea el primo un primo carnal”.[4]
- Y nunca tiene castigo: "Ay qué gracia tiene esta ratonera, que se van las ratas de cualquier manera."
Por si faltara poco, después del Mazurca de los marineritos: «Somos los marineritos», se vuelve a oír la Jota de los Ratas, pero en su lugar pasan, ante los guardias, tres caballeros de elegante vestimenta. Los guardias saludan respetuosamente. La alusión a la similitud moral entre los Ratas y los caballeros queda plenamente establecida. Hagan ustedes mismos las comparaciones con la actualidad.
Si bien la obra de Galdós acaba con el asesinato del ingeniero Rey, la zarzuela tiene la enorme habilidad de mostrar una posible salida: se puede ser “moderno” y tener la Gran Vía y a la vez convivir con los modos que vida del más rancio y castizo régimen antiguo.
Se puede tener una divisa fuerte como el Euro pero a fuerza de convertirlo en un equivalente de la peseta o la lira, buscando su debilitamiento constante. Hollande, Renzi y últimamente Rajoy, parecen querer construir otra Gran Vía en Europa que les permita presumir de divisa fuerte pero pedir que su banco central actúe como si tuvieran una divisa débil. Jugar a que son “valientes” realizando reformas que no son más que un puro escaparate que les permitirá estar dentro y fuera a la vez del proyecto modernizador que representaría para ellos y sus países la UME.
El juego de palabras de ser fuerte y débil a la vez merecería un nuevo verso en la nueva versión de la Jota de los Ratas
Hoy día, como hace ahora poco más de un siglo, se puede pasear por la Gran Vía e imaginarnos que andamos por cualquier avenida de una gran ciudad europea mientras a la vez, y a cada bocacalle, encontrarnos con la Menegilda y los Ratas. O con ese simpático y breve coro de niños [5] en la que con la melodía de la famosa canción infantil “Quisiera ser tan alta como la luna” dice:
Yo de la “yernocracia”soy la nata en florAy, aysoy la nata en flor.Y de la mayoríayo soy lo mejoray, ayyo soy lo mejor.Sacóme diputadoDoña SinceridadY así está contentitomi señor papá.
NOTAS:
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La revista lírica era un género escénico dentro de la zarzuela que versaba sobre los hechos de actualidad política, social y cultural que acontecían en un determinado año y que podían ser de interés representar desde una óptica crítica y satírica. Nada tenía que ver esta revista lírica con el género musical frívolo que surgiría a principios del siglo XX.
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El “género chico” es llamado así porque apenas duraba una hora frente a las zarzuelas normales que solían durar el doble. Además la temática de las zarzuelas del “género chico” era burlesca (al estilo de las operetas francesas de Offenbach) frente a las zarzuelas “normales” que trataban temas más serios (como las óperas).
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En 1814, en la vuelta del destierro de Fernando VII, se escenificó un recibimiento popular en el que se desengancharon los caballos de la carroza del rey, y fueron sustituidos por personas del pueblo que tiraron de ella al grito de “Vivan las cadenas”.
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Sin embargo, es conocida la anécdota relativa al robo de la cartera de Federico Chueca en el tranvía en el que regresaba a su casa tras uno de los ensayos de La Gran Vía. Dos semanas más tarde del estreno, y tras el apoteósico éxito, el maestro recibe un paquete en su domicilio con su cartera, unas cuantas monedas (como compensación) y una carta. En ésta se felicita a Chueca y se le pide disculpas por el robo de su cartera, comunicándole que "el gremio" sólo se había quedado de recuerdo con una pequeña fotografía del mismo. La misiva iba firmada por El rata primero, El rata segundo y El rata tercero.
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Que se inserta inmediatamente después de una escena hablada donde Doña Virtudes habla con un concejal intentando recomendar al inútil de su yerno.