Cómo ganar en Bolsa pase lo que pase
Trigo, arroz y tulipanes dan origen a las anécdotas de cómo surgieron los productos derivados, pero todas estas historias tienen un argumento en común: la incertidumbre que los productores y los compradores de las cosechas sentían cada temporada. Al no saber si la recolección del año en cuestión sería buena o mala y, por tanto, desconocer el precio al que finalmente podría ser adquirida la cosecha, productores y compradores comenzaron a llegar a acuerdos previos, mucho antes de la fecha establecida para la adquisición, sobre la cotización a la que se vendería la producción.
Estas historias resumen la esencia de los productos derivados. Son instrumentos financieros cuyo valor depende de la evolución de los precios de otros activos financieros denominados subyacentes. Estos pueden ser de todo tipo: índices de Bolsa, bonos, divisas, tipos de interés, acciones, materias primas…
Ángel Faustino, planificador financiero de la asociación EFPA, considera que muchas veces se opera con derivados sin ser consciente de ello: “En general los llamados productos estructurados, uno de los vehículos de inversión más ofrecidos por la banca, no dejan de ser, una combinación de un producto de renta fija y opciones, que son un tipo de derivado”.
Los futuros son contratos con los que se acuerda el intercambio de una cantidad concreta de activo subyacente en una fecha predeterminada a un precio convenido de antemano. Como productos que cotizan en el mercado pueden ser comprados o vendidos en cualquier momento de la sesión. Otro producto derivado, que se asemeja a los futuros, son las opciones. La diferencia entre unos y otros radica en que con las opciones se tiene el derecho de ejercer o no la compra. Es decir, se trata de un contrato que implica un derecho para el comprador y una obligación para el vendedor.
El valor de estos instrumentos depende de la evolución de los activos subyacentes.
Apalancar, la posibilidad de ganar con las caídas y acceso a cualquier producto son sus ventajas
Los warrants son productos listados en la Bolsa que otorgan el derecho a comprar o vender un activo subyacente a un precio establecido hasta una fecha determinada. Francisco Javier López Velayos, responsable de productos cotizados de Société Générale, afirma que “el hecho de que sean productos cotizados en Bolsa conlleva que tienen una cotización continúa en el horario bursátil, liquidez garantizada por un creador de mercado y un riesgo limitado a la propia inversión”. Los warrants ofrecen la posibilidad de invertir al alza y a la baja con apalancamiento, lo que se traduce en un efecto multiplicador de las variaciones del activo tanto a favor como en contra.
Los CFD son otra clase de productos derivados que se diferencia de los anteriores en que son negociados en mercados no regulados. Son contratos entre vendedores y compradores en los que se intercambian la diferencia del precio de un instrumento financiero en el momento de apertura del contrato y el precio en el momento de cierre del mismo. Como producto apalancado, ofrece una exposición a los mercados exigiendo al inversor únicamente un pequeño margen del valor total de la operación. Al cierre del contrato el inversor cobrará o abonará la diferencia entre el valor de cierre y el de apertura. Daniel Pingarrón, estratega de mercados de IG, es contundente al valorar los beneficios de este producto para el particular:
“Los CFD permiten sacar partido de movimientos en los precios de activos cotizados solo invirtiendo un pequeño porcentaje del precio del activo, además de dar acceso a infinidad de mercados, y ofrecer beneficios tanto en los movimientos alcistas como bajistas de los precios”. Lo cierto es que con los CFD no todo son ventajas, y de sus inconvenientes incluso se ha hecho eco la CNMV.
PARA LOS CONSERVADORES
Existen en el mercado productos derivados que, a cambio de aportar un menor beneficio al inversor, ofrecen más seguridad que otros activos de características más agresivas. Es el caso de los bonus cap o de los stayhigh y staylow. Desde Société Générale apuestan por los stayhigh y staylow para simplificar la inversión. “Con estos productos lo único que tiene que decidir el inversor es si el activo subyacente se va a mantener por encima o por debajo de un nivel de barrera a lo largo del plazo de inversión; de ser así una vez llegada la fecha de vencimiento el inversor recibe un importe fijo de 10 euros”.
Los bonus cap, lanzados en España antes que en otros países, pues salieron en junio de 2010, se basan en el mismo principio: “De lo que se trata es de intuir por debajo de qué barrera no va a descender un valor en un año”, resume Marián Pérez-Camino, responsable de productos cotizados de BNP Paribas. Los bonus cap permiten al inversor salir antes de vencimiento, pero Pérez-Camino recuerda que, aunque el valor descienda del nivel de barrera, no está todo perdido: “Si el valor desciende de la barrera lo importante es que vuelva a subir antes del vencimiento, pero de no ser así se percibe el valor que tenga la acción en ese momento”. Las rentabilidades varían dependiendo del activo de referencia, desde el 3% al 40% anual.
“Los productos derivados son tan atractivos por tres características: el apalancamiento, la posibilidad de ganar con caídas y la accesibilidad a cualquier activo financiero que exista. Características que a su vez son muy peligrosas y pueden provocar grandes pérdidas de capital”, afirma Faustino, experto de EFPA. Aun así el asesor no duda de que “se trata de productos que, bien utilizados, aportan un gran valor a las carteras”.
Inés Martín de Santos, de la Universidad Europea de Madrid, insiste en las grandes pérdidas que pueden suponer para un inversor no capacitado suscribir productos derivados: “Para ganar en este mercado hay que estar formado y psicológicamente preparado y, ante un escaso dominio de la situación, es preferible no invertir ya que las pérdidas pueden ser inmensas”.