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El talento en la economía global

Las jornadas LSE Masterclass in Social Sciences son un encuentro obligado para quienes nos interesamos por la transformación de la educación, la repercusión de los modelos universitarios en los sistemas económicos o las nuevas demandas del capital humano internacional. En el seminario "Training for the Future: Schools, Universities and National Economic Performance", celebrado en la Fundación Ramón Areces entre el 18 y el 20 de noviembre, hemos visto el horizonte de la economía global tras la cumbre del G20, la rendición de cuentas de las instituciones educativas y la transformación del talento en una economía crecientemente globalizada.

El profesor Julius Sen planteó el dilema de los decisores políticos y los tomadores de decisión. Ante la actual crisis, casi todos están actuando con los mismos instrumentos y recursos. Así es complicado crear una política diferenciada que combine la creación de empleo, la inversión y la baja inflación. Porque parte de los problemas que vemos actualmente en España reflejan esa realidad: el mercado laboral es poco productivo, lo que no reduce la desigualdad. Aquí la tecnología es la respuesta, cualesquiera que sea la pregunta. En segundo lugar, el plan Juncker parece dar la razón al profesor Sen, quien planteó la necesidad de repensar Keynes y dedicar una partida específica para las infraestructuras, sobre todo aquellas de naturaleza social: la educación y la transformación de las sociedades.

La defensa de la inversión en esas infraestructuras sociales se sostiene porque el capital humano global está en plena transformación. La demografía acelera el cambio. Alrededor del 25% de los ingenieros globales se jubilará en los próximos años. China envejecerá antes de dominar el mundo o convertirse en un país de ricos. La profesiones "urbanas" han saturado el mercado laboral obviando las capacidades técnicas. Y la lista sigue.

En todo caso, no es sencillo establecer una política educativa satisfactoria. Se conoce la relación entre inversión en I+D y empleo, pero no es fácil acertar en las áreas concretas a desarrollar. Aquí la dotación pública es fundamental y decisiva: las escuelas privadas evitan el desarrollo en áreas donde el retorno de la inversión no está clara. En la sociedad del conocimiento, los STEM (por sus siglas en inglés, Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) aún depende de la educación pública. En realidad, ahonda en la tesis de Mazzucato: se necesita un sector público fuerte para que el sector privado avance. No hay trade-off, sino un ecosistema que favorece un nuevo modelo económico y productivo.

El segundo eje de las jornadas es la rendición de cuentas y la evaluación de las políticas educativas. Aquí hay tema: ¿qué medimos y con qué criterios? Los criterios de mercado (rentabilidad, regulación) no son los mismos que los criterios sociales (ascensor social, igualdad de oportunidades) y por eso encontramos tensiones entre quienes optan por un modelo u otro. Llevado a la situación educativa española, interesa conocer qué significa la autonomía universitaria, esto es, si podemos reorganizar los centros de acuerdo con un proyecto estratégico diferenciados o preferimos continuar con el proceso de homogeneización de títulos, profesores y resultados.

El tercer elemento es sustantivo. El capital humano en la economía global pivota sobre la necesidad de abrazar la transformación digital, comprender la globalización y navegar en la incertidumbre. No hay dudas: en la fórmula de capital, materias primas y fuerza laboral, ésta sigue marcando la diferencia. La política educativa tiene ahora tres objetivos convencionales y uno novedoso. Los tres primeros son conocidos: la transmisión de conocimientos, la promoción de los valores de las sociedades abiertas y la investigación, la innovación y la libertad intelectual. Esta idea de los valores es recurrente. El profesor Nicholas Barr, con amplia experiencia de campo en los países excomunistas, recordó que el sistema educativo comunista era excelente, pero que el marco en el que se desarrollaban las ideas y la libertad individual dificultaba cualquier tipo de habilidad para competir en un mundo global. Esta misma idea ha sido repetida por Jack Ma, primer ejecutivo de Alibaba, esta misma semana: China y su sistema educativo no está preparados para innovar. La novedad consiste en que la educación también se orienta hacia el aprendizaje para toda la vida, el empleo y el autoempleo, la adquisición de nuevas competencias flexibles y la compresión de qué es la competitividad global.

Con estos mimbres, Nicholas Barr nos plantea una serie de escenarios en política educativa. No hay una única solución correcta que se pueda imponer con garantía de éxito y por eso hay que elegir. Cómo seleccionemos y combinemos los elementos (innovación, movilidad, orientación global, capacidades digitales, intervención pública, sistema de becas, entre otros) determinará el plan y las políticas públicas. No podemos adivinar el futuro, pero sí sabemos que éste necesitará más formación (más diversidad y más recurrencia), más competencias y habilidades para la transformación digital y más inversión. Ha llegado la hora de actuar.

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