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El Foco
Tribuna
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Anatomía de Grey

El envejecimiento de la población será una tendencia significativa de las próximas décadas, que ya está influyendo en las economías más avanzadas. Japón, Alemania e Italia están entre las naciones más envejecidas por la proporción de población mayor de 55 años. Corea del Sur, Suiza, Brasil y China verán en la próxima década, más o menos, un rápido aumento de los rangos de más edad. Este fenómeno se apoya en dos pilares: el envejecimiento de los baby boomers y una mayor esperanza de vida. Más longevidad, mejor salud y labores menos exigentes físicamente ha llevado a que las personas trabajen más tiempo; una corriente que se extiende debido a las políticas que suben la edad de jubilación y establecen planes de pensiones menos generosos. Al trabajar más, la necesidad de reciclarse laboralmente también ha crecido, especialmente por los cambios tecnológicos que están viviendo numerosos empleos.

Los gastos en sanidad han crecido en términos reales en casi todos los países de la OCDE en la pasada década

En la mayoría de los mercados desarrollados, el pico de gasto de una persona se sitúa cuando se acerca a los 50 años. El nivel absoluto de gasto depende en gran medida de la estructura familiar. El porcentaje de hogares encabezados por una persona en la cincuentena varía entre el 2% de Estados Unidos y el 2,75% de Japón. Este dato es importante a la hora de repartir el presupuesto entre diferentes bienes y servicios, como la educación y el transporte. Los gastos en ropa y restaurantes caen con la edad, mientras crece el porcentaje dedicado a productos básicos y ocio. El alcance de la sociedad del bienestar también influye en las conductas de gasto, lo que explica que los sexagenarios ingleses y japoneses dediquen entre el 3 y el 5% de su presupuesto a la salud, frente al 9% estadounidense.

Al trasladar los actuales hábitos de compra por edades a las previsiones demográficas vemos que el gasto total en educación y vivienda probablemente quedará por detrás de la sanidad, el cuidado personal y los servicios públicos, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra. Sin embargo, las pautas de gasto no son inmutables. Los gastos en sanidad han crecido en términos reales en casi todos los países de la OCDE durante la pasada década y deberían continuar creciendo a medida que los tratamientos se vuelven cada vez más personalizados y, por tanto, más caros. A medida que los crecientes costes del Estado del bienestar engullen recursos antes dedicados a la mejora de la productividad, la I+D y la educación asistiremos con más apremio al debate de qué tratamientos deberían estar cubiertos por el Estado.

En circunstancias similares a las actuales, el envejecimiento de la población frena la demanda de vivienda, pero los precios y la demanda se ven afectados más positivamente por el tamaño del grupo de principales compradores de vivienda (personas entre 22-44 años) que por los de edad más avanzada. Sin embargo, en otras categorías de consumo más estrechas sí que se nota el efecto de la edad en las conductas de compra. Por ejemplo, el incremento del gasto en salud y belleza y el declive del consumo per capita de refrescos, particularmente en Estados Unidos, es un indicador claro de la evolución de las preferencias a este respecto. En términos de decidir dónde comprar, la cercanía adquiere más importancia con la edad, lo que explica por qué los grandes almacenes en las afueras de la ciudad pierden parte de su atractivo frente a los centros más pequeños que están al cabo de la calle.

La mayoría de las economías avanzadas afectadas por el envejecimiento han aumentado la edad de jubilación

Respecto a aquellos que entran en el mercado laboral, las personas que superan los 55 años son más propensas a adquirir una vivienda y a liquidar la hipoteca antes de su jubilación. El riesgo de que una gran parte de la riqueza de la gente de más edad esté concentrada en la vivienda, exponiéndose desproporcionadamente a un cambio de ciclo en este sector, puede exacerbarse ya que muy pocos tienen ingresos regulares más allá de las rentas de sus propiedades. Por eso productos como las hipotecas inversas, diseñados para resolver el rompecabezas rico-en-patrimonio-pobre-en-ingresos, están llamados a ser muy demandados. Asimismo, la prolongación de la vida después de la jubilación y los costes crecientes de hacerse mayor influyen en la diversificación con la que invierten las personas de más edad. Si los que superan los 60 años no retrasan esta desacumulación, algunos países envejecidos se enfrentan al agotamiento de los ahorros domésticos. En Japón, el ahorro ha caído desde cerca del 14% de la renta disponible hace dos décadas al 1% en 2013.

Es bien conocido que los contribuyentes están en una difícil situación por el crecimiento de la esperanza de vida, a pesar de que la edad de jubilación no se ha incrementado mucho. La mayoría de las economías avanzadas afectadas por el envejecimiento han aumentado la edad de jubilación en la última década, pero pocas han realizado avances apreciables (la República Checa, que anunció un incremento abierto de dos meses por año, es una excepción). Es comprensiblemente difícil legislar a favor de caminos más duros hacia la jubilación sin distorsionar el mercado laboral ni complicar los planes de los que están más próximos a retirarse, pero cada vez más legisladores y votantes están comprendiendo que la vida laboral debe extenderse para aliviar futuras presiones sobre los presupuestos. La edad efectiva de jubilación se ha incrementado en la última década en 12 meses para los países de la OCDE, lo que muestra que las personas desean trabajar más. Pero donde estas medidas son insuficientes para cubrir los costes crecientes del envejecimiento los gobiernos tendrán más dificultades para satisfacer al mismo tiempo a sus actuales votantes y a los futuros cotizantes.

Hugo Scott-Gall es GS SUSTAIN Research.

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