CSIC, 75 años del gran laboratorio de la ciencia
La institución, nacida al inicio del régimen franquista, celebra su aniversario en pleno ajuste El centro ha obtenido 1.425 patentes y 522 licencias en los últimos diez años
Cuando a Santiago Ramón y Cajal le fue concedido el Premio Nobel de Medicina en 1906, algo cambió para siempre en la ciencia española. “Sobre la ola de entusiasmo que creó la Academia Sueca por el galardón, en España se instituyó en 1907 la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), que el propio Ramón y Cajal presidió hasta su muerte en 1934”, explica Emilio Lora-Tamayo, presidente del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Unos años más tarde, en 1939, tras la Guerra Civil, el bando vencedor franquista erigió sobre los mimbres el CSIC, que el 24 de noviembre celebra su 75 aniversario.
“La JAE abrió la puerta a la investigación gracias a una generación de investigadores becados para trabajar en Alemania, Francia o Reino Unido”, apunta Lora-Tamayo. “Al acabar la guerra, el nuevo CSIC cambia algunas cosas, ya que se distribuye por toda España y se acerca más a la actividad productiva”, añade.
El organismo científico ha encargado al físico e historiador José Manuel Sánchez Ron, miembro de la Real Academia Española de la Lengua, un libro sobre los comienzos de la institución. “El origen del CSIC está muy marcado por la ideología de los vencedores de la Guerra Civil. La JAE estaba muy relacionada con la Institución Libre de Enseñanza y con el librepensamiento, algo que el nuevo régimen detestaba”, opina el académico. “La JAE también se centró más en la investigación básica y el CSIC desde el inicio da más importancia al desarrollo tecnológico por una necesidad, ante la autarquía y el aislamiento internacional de España”, agrega.
El primer presidente del CSIC fue el ministro de Educación José Ibáñez Martín y el secretario general, e ideólogo, fue José María Albareda, miembro del Opus Dei. “Inicialmente hay una presencia importante de las ideas religiosas, incluso con investigaciones en teología”, destaca Sánchez Ron, algo en discordancia respecto a otros países europeos.
El nuevo CSIC tampoco incorporó a grandes investigadores que habían defendido la legalidad republicana o con pensamientos liberales. El exilio fue el camino de muchos. “Hubo una purga que afectó muy seriamente a la ciencia”, destaca el académico. Ignacio Bolívar, Enrique Moles, Blas Cabrera, Tomás Navarro y Américo Castro fueron algunos de los casos, además del nobel Severo Ochoa y del último presidente del Gobierno republicano, el científico y médico Juan Negrín, maestro de Ochoa.
El CSIC incorporó la novedad de colaborar con la universidad, ya que la labor investigadora recaía en los docentes. Solo en 1947 llegaron los primeros científicos contratados por la institución. Al principio, el centro se estructuró en diferentes patronatos por áreas y en 19 institutos, que en la actualidad ya son 123 de muy distintos intereses.
Desde 1940, el consejo integró como logotipo un granado, como símbolo del árbol de la ciencia barojiano. En 1947 ya contaba con 80 centros. Se fueron incorporando instituciones como el Real Jardín Botánico, la Reserva Biológica de Doñana o la Base Antártica Juan Carlos I, ya en los ochenta. El primer Premio Príncipe de Asturias (1981) en la categoría de ciencia recayó en el médico Alberto Sols, investigador del CSIC.
En 1989, la bióloga Margarita Salas registró la patente más rentable de la historia del consejo, una proteína imprescindible en el copiado de las muestras de ADN y que ha otorgado al CSIC más de la mitad de sus ingresos por esta vía. En los últimos 10 años, el consejo ha obtenido 1.425 patentes, 522 contratos y más de un centenar de empresas spin-off, de las que 85 siguen vivas.
A día de hoy, el organismo cuenta con más de 11.000 empleados, de los que 4.118 son científicos (datos de 2013). La actividad supone aproximadamente el 20% de la investigación en el país y ocupa el puesto número 30 en publicaciones entre 200 instituciones de todo el mundo. Además, dispone de siete centros con el sello de excelencia Severo Ochoa, entre los que destaca el Centro Nacional de Biotecnología, el Instituto de Física Teórica o el Instituto de Neurociencias.
Su presupuesto asciende a alrededor de 600 millones de euros y en los últimos años, desde 2010, se ha enfrentado a recortes. Por eso, su presidente, destaca dos problemas actuales para el consejo: recuperar el personal perdido durante la crisis y la falta de una capacidad de gestión moderna, ya que el CSIC, aunque sea ahora una agencia, no dispone del estatuto que lo regule.