¿Wearables? El futuro está en los dispositivos invisibles
Vivimos en la era de los dispositivos "wearable", sin embargo, su futuro es uno de los temas más discutidos dentro de la industria tecnológica. Parece que uno de los principales inconvenientes a la hora de utilizar este tipo de herramientas es su falta de integración y adaptación al entorno. A pesar de que grandes marcas como Apple y Google han firmado colaboraciones para mejorar el diseño y la imagen de sus productos, como ocurre en el caso de iWatch o Google Glass, todavía está por ver el impacto que tendrán en el mercado y si conseguirán convencer a sus potenciales compradores.
Mientras muchos expertos se centran en debates sobre el diseño y la aceptación de este tipo de tecnología, varios grupos de investigación se encuentran en laboratorios de alrededor del mundo desarrollando lo que parece ser el próximo paso: los dispositivos invisibles. La mejor opción para llevar tecnología encima de manera que pase totalmente inadvertida es implantarla debajo de la piel. Al fin y al cabo, la principal razón de ser de estos dispositivos no es otra que hacer un seguimiento de aspectos relacionados con nuestra salud, por lo que no deberían ser tratados como un complemento para lucir.
Los “invisibles” pueden parecer algo futurista, aun así, no son algo que vaya a tardar mucho en estar presente. De hecho, en los países más desarrollados ya hay personas a las que se les han implantado en su cuerpo pequeños chips que les permiten hacer un uso de la tecnología sin necesidad de depender de fuentes externas. Sin ir más lejos, los marcapasos, algo muy normal en pacientes con problemas cardíacos, no dejan de ser uno de estos dispositivos; la única diferencia es que, por lo general, no suelen ofrecen una conectividad que les permita enlazarse con nuestros teléfonos.
En el mercado ya existen algunas soluciones que comienzan a mostrar las posibilidades de este nuevo desarrollo tecnológico. Un ejemplo pionero es el caso de la compañía Grindhouse Wetware y sus implantes subcutáneos Circadia, que permiten monitorizar la temperatura corporal y transmitir toda la información recopilada a través de Bluetooth. El biohacker Tim Cannon fue el primero en implantarse este monitor formado por una caja hermética con una batería que puede cargarse de forma inalámbrica y funciona con cualquier dispositivo Android.
Pero el término invisible no solo hace referencia a dispositivos que no se puedan observar a simple vista por estar colocados debajo de la piel. Los avances en nanotecnología llevarán a que estos sensores se puedan colocar en tiritas, parches, bandas y otros objetos que resultarán prácticamente imperceptibles ante nuestros ojos. Pero ante todo, lo más importante es que estos nuevos artilugios seguirán cumpliendo su principal función: monitorizar nuestro organismo.
Con la tecnología actual ya es posible integrar varios tipos de sensores en objetos que solemos llevar con nosotros de tal manera que podamos tener bajo control diferentes variables como nuestra temperatura o ritmo cardíaco. Además, la conectividad de estos dispositivos permite recopilar todos estos datos en nuestro Smartphone u ordenador, con lo que nuestro médico de cabecera también podrá comprobar nuestro estado en cualquier momento y tomar las decisiones oportunas en cada caso.
Los “wearables” representan un paso necesario en la evolución de las herramientas de monitorización de nuestro organismo, no obstante, queda por dar un paso todavía más grande para introducir este tipo de sensores de una forma más natural. En un futuro no muy lejano, los “invisibles” ayudarán a crear un mundo totalmente conectado en el que la tecnología, a pesar de no ser fácilmente perceptible, estará perfectamente integrada para facilitar nuestro día a día.