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Tribuna
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El capital, la desigualdad y el crecimiento

Gracias a la publicación del libro El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, el análisis de la desigualdad se ha convertido en motivo de polémica y disputa entre economistas, y en objeto de análisis para Gobiernos y policy-makers. Según Piketty, las economías desarrolladas se encaminan, de manera inevitable, a un escenario de bajo crecimiento económico y creciente desigualdad entre sus ciudadanos. ¿Está el economista francés en lo cierto? Y si así fuera, ¿es la desigualdad un verdadero problema para el crecimiento y el desarrollo económico?

La desigualdad entendida como la existencia de diferentes niveles de renta entre los ciudadanos de un país no tiene por qué ser, en sí misma, un problema. Se trata, en muchos casos, de una característica social beneficiosa: incentiva la innovación, la creación de empresas, la inversión y el crecimiento. Por otro lado, si esa desigualdad significa que hay grandes sectores de la población que no tienen acceso a una educación de calidad, a mínimas garantías sanitarias y a la posibilidad de incrementar su capital humano, el crecimiento potencial del país se verá seriamente dañado.

Estas conclusiones, extraídas del artículo publicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) Redistribution, inequality and growth, establecen una condición a la lucha contra la desigualdad. Las políticas redistributivas deben aplicarse siempre que los beneficios que se deriven de una sociedad con niveles de renta más parejos superen a los costes que dichas políticas tendrían en términos de menor actividad. Para el FMI, las políticas de redistribución son, en media, positivas para el crecimiento. En casos extremos, sin embargo, su efecto puede ser contractivo.

El análisis empírico realizado por los autores del texto muestra que la desigualdad ha crecido en los últimos años en las economías avanzadas, mientras que se ha reducido en los países emergentes. Una consecuencia clara del proceso de globalización en el que estamos inmersos.

Así pues, ¿tiene razón Piketty? ¿Debemos prepararnos para un entorno de crecimiento débil y de desigualdad creciente? La respuesta es, como suele suceder en economía, que no lo sabemos con total seguridad. Sí parece, sin embargo, que la predicción establecida a este respecto por Piketty en su libro es, cuanto menos, osada.

Piketty sostiene que la tasa de retorno de las inversiones ha sido en el pasado consistentemente más elevada que el crecimiento económico. Según su visión, este hecho seguirá produciéndose en el futuro, lo que favorecerá la concentración de la riqueza en unas pocas manos. Muchos economistas y analistas se han revelado contra esta afirmación.

En primer lugar porque el pronóstico realizado por Piketty se basa en una simple extrapolación de datos del pasado. Se echa de menos un análisis más profundo de la cuestión en base a un modelo predictivo más elaborado.

En segundo lugar, se considera que la relación entre el retorno y el crecimiento económico no está planteada de manera adecuada. George Cooper, autor de Money, blood and revolution, subraya que Piketty comete un grave error en su análisis: considerar que los retornos y el crecimiento económico no están fuertemente relacionados. Para Cooper, resulta imposible creer que, en un mundo de bajo crecimiento económico como el descrito por Piketty, el retorno de las inversiones pueda mantenerse elevado.

Finalmente, se pone en duda la consideración de que la tasa de crecimiento económico sea algo dado, una carta repartida con la que no podemos jugar. Parece claro que, en función de las decisiones de política económica que se tomen hoy, nuestro crecimiento potencial será mayor o menor en los próximos años.

Entre tanto debate y análisis hay dos cuestiones claras. La primera es que la desigualdad, como objeto de estudio, está ganando protagonismo en el debate social en las economías avanzadas. Economistas y policy-makers tendrán que dedicarle mucha atención en los próximos años.

La segunda es que, pese a las limitaciones de su análisis, muchas de ellas reconocidas por el propio autor, el trabajo de Piketty merece atención. Sus datos están colgados en la web y sus explicaciones son minuciosas. Quien quiera replicar o refutar su análisis puede hacerlo libremente. Una excelente forma de proceder que garantiza transparencia y, en muchos casos, sana discrepancia.

Gonzalo Gómez Bengoechea es Profesor de Economía de Icade

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