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Sigue sin recabar apoyos dos semanas después de las elecciones

El tiempo juega en contra de Juncker

Jean-Claude Juncker.
Jean-Claude Juncker.JULIEN WARNAND (EFE)

Las negociaciones para elegir al nuevo presidente de la Comisión Europea entran esta semana en una fase decisiva. Hoy y mañana se reúnen en Suecia el primer ministro de ese país, la canciller alemana y los primeros ministros de Reino Unido y Holanda. Y aunque la excusa del encuentro es que esos cuatro países figuran entre los más competitivos de la UE y quieren trasladar su experiencia al resto de los socios, el punto clave de la agenda es el relevo de José Manuel Barroso al frente de la Comisión.

La cita en Harpsund, segunda residencia oficial del primer ministro sueco, puede ser crucial, porque acuden los países más reacios a que Jean-Claude Juncker asuma la presidencia de la Comisión, a pesar de ser el candidato del partido más votado en las elecciones europeas del 25 de mayo.

A juzgar por las intenciones de Reino Unido, Suecia y Holanda y el silencio cómplice de Alemania, la “victoria“ electoral de Jean-Claude Juncker puede convertirse en una de las más estériles de la historia. Dos semanas después del escrutinio, el “candidato” del Partido Popular Europeo (PPE) sigue sin ser reconocido como el encargado de formar el nuevo “ejecutivo” comunitario. Y mientras el luxemburgués aguarda ese encargo, el tiempo juega en contra de sus aspiraciones y da pábulo a una campaña de acoso y derribo que puede terminar con sus posibilidades de presidir la Comisión Europea.

Los detractores de Juncker, con Londres a la cabeza, confían en que el ex primer ministro de Luxemburgo tire la toalla en los próximos días y deje paso a algún otro aspirante que no suscite tantas reticencias.

El equipo de Juncker insiste en que ese escenario está descartado. Pero el propio interesado ha reconocido en privado su frustración tanto por la mugre que previsiblemente le arrojará la prensa británica (el tabloide británico The Sun acusaba ayer a la familia de Juncker de vínculos con el nazismo) como por la falta de apoyo claro de los líderes de su partido.

Los argumentos contra Juncker son de triple cuño. El Gobierno británico de David Cameron, le reprocha una vocación federal que, según Londres, ha sido rechazada por los votantes, como demostraría el éxito de los partidos euroescépticos y de extrema derecha. 

Otros le acusan de ser un hombre del pasado (lleva 30 años en diferentes cargos) y reclaman savia nueva para dar el giro que requiere Europa. “Juncker es el candidato de la continuidad y la Comisión necesita un presidente duro y decidido que sacuda la institución”, señala en un análisis Charles Grant, director del instituto de estudios Centre for European Reform (CER).

Por último, algunos gobiernos, incluidos varios del Partido Popular, se niegan a aceptar el vínculo entre la supuesta candidatura de Juncker y el nombramiento del presidente de la Comisión. En el Tratado de la UE, aducen, ese vínculo no figura, y para elegir al candidato, los Gobierno solo tienen que “tomar en consideración” el resultado de las elecciones, pero tienen libertad para proponer a la persona que deseen, del mismo modo que el Parlamento puede votar a favor de esa persona o en contra.

En defensa de Juncker solo ha salido un grupo de intelectuales (como Jurgen Habermas o Anthony Giddens), pero no tanto por la calidad del candidato como por respeto a un electorado al que se le prometió que estas elecciones europeas eran diferentes y que su voto realmente decidiría el futuro de la Comisión.

El problema es que esa promesa se basaba en una sobreinterpretación del Tratado para intentar mejorar la participación en el 25-M. El objetivo no se logró (la abstención volvió a ser del 57%) pero el modelo puede provocar ahora un choque institucional. El Consejo defiende su derecho a elegir su propio candidato frente a Juncker, que ni siquiera se presentó a las elecciones en su país, y el socialista Martin Schulz, que se presentó y perdió, tanto en Alemania como a nivel europeo.

Mujer y nórdica, el perfil preferido para la CE

Mujer y nórdica se presenta como el perfil preferido para la presidencia de la Comisión Europea si finalmente se frustra la candidatura de Jean-Claude Juncker. El luxemburgués tiene enfrente a cinco países (Reino Unido, Holanda, Suecia, Hungría e Italia) a los que les basta con abstenerse para bloquear un nombramiento que requiere 260 de 352 votos en el Consejo Europeo. Su rival más directo, el socialista Martin Schulz, tiene incluso menos posibilidades pues la canciller Angela Merkel ni siquiera desea nombrarle como miembro alemán de la Comisión. La búsqueda de una tercera persona apunta, entre otras, a la primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt, conocida solo por el selfie que se hizo junto a Barack Obama y David Cameron en el funeral de Nelson Mandela. Pero es socialista, por lo que previsiblemente contaría con en el Parlamento Europeo el apoyo de ese grupo (190 escaños), en una votación que necesita, como mínimo, 376 votos de 751. Otros grupos tendrían difícil oponerse a que por primera vez una mujer esté al frente de la CE. Otra alternativa nórdica podría ser el primer ministro finlandés, Jyrky Katainen, del PPE. Cualquiera de los dos permitiría colocar al frente del Consejo a un peso pesado, ahora que Nicolas Sarkozy y Tony Blair vuelven a escena.

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