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Columna
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La economía de la nostalgia

El movimiento brasileño que pide la vuelta de Lula está equivocado. Una marea creciente de llamadas populistas para que el predecesor de Dilma Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, la sustituya en la candidatura a las elecciones presidenciales de octubre refleja la nostalgia comprensible del crecimiento logrado durante su tiempo en el cargo. Pero el aumento del precio de las materias primas, y no las políticas inteligentes, fue principalmente lo que hizo a Brasil más rico. Los votantes no pueden contar con ello de nuevo.

Los períodos de prosperidad, que coinciden con la administración de un presidente a menudo producen nostalgia por esa administración, aun cuando sus políticas fueron algo adicional al auge económico.

En el período que Lula estuvo en el poder entre 2002 y 2010 el PIB real brasileño registró un alza del 37%, según datos del Banco Mundial, mientras que la desigualdad se redujo ligeramente, en parte como resultado de su programa Bolsa Familia de asignaciones a las familias pobres. Pero el gasto público también aumentó, tanto directamente como a través de préstamos del banco estatal de desarrollo BNDES y de otras fuentes, y se faltó a la disciplina presupuestaria a pesar del rápido crecimiento.

El superávit primario del gobierno central de Brasil en los 12 meses hasta marzo fue del 1,75% del PIB, por debajo del objetivo oficial del 1,9% para 2014, lo que apunta a un gran déficit para el conjunto del año. Los analistas consultados por el banco central pronostican actualmente un crecimiento económico de solo el 1,65% en 2014, mientras que la calificación crediticia del país, ya recortada por Standard & Poors en marzo a BBB-, podría ser rebajada de nuevo.

Con los dos principales candidatos de la oposición representando a partidos que dicen ser socialistas, es cierto que al electorado de Brasil se le ofrecen pocas alternativas. Pero traer de vuelta a Lula, aunque en apariencia parece atractivo, no sería la solución.

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