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Legislatura desaprovechada

El Parlamento se despide habiendo adoptado más de 750 actos legislativos, algunos de ellos tan importantes como las normas de la unión bancaria aprobadas este martes. Pero lo ha hecho habitualmente con unas mayorías tan abrumadoras que parecen más propias de un politburó que de un hemiciclo occidental.

Una vez más, como en anteriores legislaturas, los dos principales grupos (populares y socialistas) han votado juntos siete de cada 10 veces. Y ambos grupos con los liberales, en seis de cada 10.

En el último lustro, sin embargo, la crisis financiera ofrecía una gran ocasión para que los principales grupos parlamentarios superaran su trasnochada y cómoda unidad (camuflada como europeísmo) y comenzaran a hacer un discurso político basado en las prioridades de cada formación.

Solo los grupos minoritarios, como Izquierda Unitaria o los Verdes, se han diferenciado, pero su tamaño no les permite imponer un cambio de rumbo. El resto no se ha atrevido o ha preferido cerrar filas y guardar silencio ante la gestión de una crisis liderada desde Berlín con la ayuda de una troika inventada sobre la marcha (CE, BCE y FMI).

Si los que no compartían esas recetas hubieran escenificado una protesta o sugerido una alternativa, las elecciones del 25 de mayo brindarían ahora al elector la oportunidad de elegir entre dos, tres o x modelos de Europa.

Pero no será así y la campaña volverá a librarse en torno a asuntos y líderes nacionales. Para la mitad de la población no será más que una oportunidad de castigar al contrario; la otra mitad, ni siquiera se molestará en acercarse a las urnas.

El fiasco político de los últimos cinco años ha sido de tal magnitud que una buena parte del electorado identifica ahora a "Bruselas" con las medidas más impopulares. Hasta el punto de que muchos votantes, en particular progresistas, aborrecen de la idea de "más Europa" porque la equiparan a más recortes de derechos.

"Estoy convencido de que, si no dejamos claro que rompemos con el pasado, defender una Unión Europea más poderosa podría asustar a la opinión pública", , reconoce el ex primer ministro italiano, Massimo D'Alema, en su reciente reflexión sobre las próximas elecciones europeas.

Y es que el grupo socialista (PSE) era el mejor situado para combatir de manera más activa las políticas de la troika. Y para haber planteado, aunque no tuviera posibilidades de éxito, una moción de censura contra la Comisión Europea, símbolo de unas políticas que los socialistas dicen rechazar.

En el caso del Partido Popular Europeo (PPE), parece lógico que haya secundado los dictados de la troika, pues tanto la canciller alemana como los dirigentes de Bruselas (Consejo, Comisión) son miembros de esa formación.

Los liberales, por su parte, han jugado con las dos barajas. Su líder y candidato a la próxima Comisión, el belga Guy Verhofstadt, se ha dedicado a hacer discursos bañados de eurofederalismo, al tiempo que cobra decenas de miles de euros como consejero de alguna empresa; mientras, su correligionario y co-candidato liberal, Olli Rehn, rubricaba las políticas de la troika, de las que el finlandés ha acabado siendo su principal y casi único defensor.

El resultado, según los sondeos, será que los populares perderán varias decenas de escaños pero los socialistas solo ganarán un puñado. Poco importa, pues tras el 25 de mayo los dos grandes partidos seguirán probablemente votando al unísono, desde el nombramiento del nuevo presidente de la Comisión Europea hasta la última norma que aprueben en 2019. Un Parlamento tan previsible no puede despertar el interés de los electores, por muchas competencias que asuma o por muchos centenares de leyes que vote.

Foto: Heladería en el centro de Bruselas (B. de Miguel, 12-10-2013).

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