La incertidumbre de la población
La población constituye un factor relevante a la hora de considerar una economía. Su importancia desde una visión positiva, reside en su capacidad para la producción de bienes y servicios y en su fuerza como consumidores e inversores. Grandes cifras de población se suelen traducir, en los países desarrollados, en elevadas potencialidades de producción y de fuerza laboral.
Un detalle significativo se produjo en el momento de acordar la distribución del capital del BCE. Este se consensuó teniendo en cuenta la población de los Estados y el PIB. Así pues, la cifra de población se constituyó en un pilar de la decisión.
Desde una óptica laboral, la población de un país se divide en dos grandes apartados. La denominada población activa y la población inactiva. Y atendiendo a estos dos grandes apartados se incluye en el primer bloque a todos aquellos que deseando trabajar y reuniendo el requisito legal de estar en la edad establecida para ello, deseen trabajar. Esto supone que en este bloque figurarán tanto los empleados como los parados. La regulación de la edad de acceso al trabajo y la del retiro obligatorio constituyen el principio y el final de un paréntesis en el que se recoge la vida laboral de la población de un país. Ambas se nos presentan como un factor de considerable influencia a la hora de evaluar las cifras de paro porque en la medida en que se retrasen o adelanten estas edades, el impacto se trasladará sobre el número de personas a tener en cuenta para evaluar el desempleo.
La esperanza de vida tiene repercusión en varios aspectos de la economía, entre ellos las pensiones
Por otro lado se sitúa la población inactiva. Aquellos que no tienen trabajo y además no lo buscan. Este segmento de la población es sostenido por el Estado en aras de una solidaridad nacional que asegure unos mínimos de subsistencia. A lo largo de la historia económica se ha avanzado mucho en este campo, algo que habría sido impensable en otras épocas. En el momento actual la libertad de posicionamiento de los individuos ante el trabajo permite esta posibilidad.
Una cuestión a examinar se refiere a la correcta medición de las cifras sobre población. En el caso español puede resultar interesante repasar algunos datos disponibles. En 1857 se dispuso de un censo de la población de España que llevó a cabo la Comisión de Estadística del Reino y que se denominó como “recuento verificado al 21 de mayo de 1857”. En él se computaron un total de 15.464.340 habitantes de los que 7.670.933 eran hombres y 7.793.407 mujeres. Es decir un 49,6% de hombres y el 50,4% de mujeres. Además sabemos que entorno al 63% de la población tenía entre 16 y 70 años y un 1,5% más de 70 años.
Desde aquella fecha se han llevado a cabo estadísticas poblacionales con cierta periodicidad hasta nuestros días. La situación en julio de 2013 refleja una población de 46.609.652 habitantes de los que el 49,2% son hombres y el 50,7% mujeres. Esto significa que en España hay 727.260 mujeres más que hombres. Por otro lado si atendemos a la distribución por edades el 70,9% de la población se sitúa entre los 16 y 70 años y si rebajamos la edad a los 65 años este segmento de la población supone el 66,1% del total.
Resulta útil llevar a cabo una comparación con otros países para evaluar la potencialidad de España en este campo. Encontramos en el FMI datos cerrados a 2012 donde se observa que Alemania supera los 81 millones de habitantes, Francia los 65 millones, Reino Unido los 63 millones, Italia roza los 61 millones y España supera los 46 millones de habitantes. Por su parte Estados Unidos se sitúa en casi 314 millones, Japón 127 y China en los 1.350 millones. El PIB expresado en billones de euros es de 2,5 en Alemania, 1,97 en Francia, 1,82 en Reino Unido, 1,5 en Italia, 11,9 en Estados Unidos, 4,5 en Japón, 6,29 en China y 0,98 en España.
Las elevadas cifras de población constituyen una fuente de preocupación internacional
También la esperanza de vida debe ser considerada por su relevancia en cuanto a su repercusión en varios aspectos de la economía de un país y entre ellos las pensiones a las que tiene que hacer frente. Los últimos estudios disponibles sitúan la esperanza de vida de la población española en 82,2 años de media y después de un aumento continuado parece haberse estabilizado en 2012. Conviene recordar que la esperanza de vida era en 1975 de 73,7 años, en 1985 de 76,4 años y en 2005 se consiguió superar la barrera de los 80 años. La población cada vez alcanza más esperanza de vida y las perspectivas son de estabilizarse tanto para el género masculino como el femenino, con su correspondiente coste.
La pirámide poblacional de España se invierte o más bien cambia de dibujo. En el momento actual podemos decir que adopta la forma de punta de flecha. Muy estrecha en la parte superior, se muestra más ancha según llega al centro y a partir de ahí disminuye hasta volver a comenzar a ser más ancha en la base.
La densidad poblacional es igualmente un factor a tener en cuenta por los problemas que acarrea y que en muchos casos son de difícil solución, especialmente cuando se produce en núcleos urbanos o zonas o países especialmente complejos y con escasas posibilidades de reparto.
Otro aspecto negativo relacionado con la población es su impacto sobre el medio ambiente. Las elevadas cifras de población constituyen una fuente de preocupación internacional porque suponen necesidades energéticas, residuos e industrias contaminantes entre otros muchos problemas.
Con todo ello, hay que concluir afirmando que en la situación actual si el número de nacimientos sigue descendiendo y el flujo migratorio ya no aporta juventud y fuerza laboral el panorama es bastante negativo para la economía española y en concreto para la sostenibilidad del sistema público de pensiones. Pero la autoridad económica tiene en sus manos la posibilidad de implantar programas de ayuda a la maternidad y de incentivos que supongan un alivio a esta situación.
Cecilio Moral es catedrático de Economía Financiera de ICADE.