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Columna
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Baja inflación no es igual a deflación

La teoría dice que los bonos se benefician y las acciones sufren cuando hay deflación. En el mundo real, las lentas subidas de precios no son ningún impedimento para que las acciones se comporten bastante bien, al menos mientras haya crecimiento. Es demasiado pronto para amortizar los títulos.

La teoría es la siguiente. La deflación anima a los consumidores a aplazar el gasto. No comprarán hoy cuando saben que los precios serán menores mañana. El retraso del consumo deprime la actividad económica, lo que lleva a menores beneficios empresariales y hace caer a los mercados de valores. Pero con ello aumenta el atractivo de los bonos, que ofrecen rendimientos reales positivos.

Las lentas subidas de precios no son ningún impedimento para que las acciones se comporten bastante bien

Sin embargo, la forma en que los mercados funcionan cuando hay deflación no es la misma en que se comportan cuando los precios suben lentamente y hay cierto crecimiento del PIB –en la situación actual las tasas de inflación en Estados Unidos y Europa no llegan a los objetivos del banco central, pero no se encuentran en territorio negativo–.

Un análisis de Morgan Stanley estima que desde 1927 la ratio entre precio y beneficios (PER) de las acciones de Reino Unido ha sido la más alta cuando la tasa nacional de inflación se encontraba entre el 2 y 3,5%. El PER solo fue ligeramente inferior cuando la inflación se situó en el rango del 0,5 al 2%, como está ahora. Al otro lado del Atlántico, la inflación estadounidense se encuentra dentro entre el 1 y el 3%, que ha estado asociado desde 1871 con las valoraciones más altas de las acciones.

El banco de Estados Unidos calcula también que la rentabilidad a tres meses del índice MSCI Europe fue mayor cuando la actividad manufacturera se estaba fortaleciendo que cuando se estaba debilitando, independientemente de la dirección de las expectativas de inflación. Así que la tibia recuperación de la zona euro podría ser más importante para las acciones que su pequeña, pero aún positiva tasa de inflación.

Hay cierto consuelo para los inversores. Por sí misma, la baja inflación no pronostica el final de la fiesta de las acciones.

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