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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inevitable necesidad de expandir el crédito

Año 2013, fin de la recesión, fin de la crisis financiera. Año 2014, principio de la recuperación del crédito bancario a los particulares y las empresas, consolidación del crecimiento. Así puede resumirse el balance y el propósito que todos los grandes banqueros españoles han hecho esta semana en la presentación de resultados del sector. La lectura de los números revela la impresión de que hay un cierto nivel de desacoplamiento entre el ciclo económico y la actividad bancaria. Parece que las entidades financieras no han terminado de encajar toda la profundidad y efectos de la crisis, cuando ya la economía, sobre todo la demanda privada, comienza a moverse. Seguramente por la precaución que imprime toda situación crítica, a lo mejor también por la presión regulatoria y la necesidad de recapitalizar los balances, los bancos han participado activamente en el desapalancamiento vegetativo de los agentes económicos con una política de paralización del crédito, que hasta cierto punto ha resultado inconveniente para su propio desempeño.

Pero llegado este momento, es un hecho cierto que el saneamiento y los niveles de capital de los bancos españoles está listo para resistir cuantas embestidas puedan venir, si son de la misma naturaleza y magnitud de las de la última crisis. Tanto los privados como los nacionalizados tienen una raíz de capital tan profunda que soportaría la agitación de una crisis como la vivida en los últimos años, lo que supone que, si es cierto como parece que lo peor ha pasado ya, están preparados para dar el crédito que en los últimos años, por unas u otras circunstancias, han negado.

En todo caso, la cura de adelgazamiento ha sido tan rigurosa que la banca tiene que expandir el crédito por necesidad. Más allá de que la razón social y económica sea poner en contacto ahorro e inversión, la banca no puede seguir contemplando cómo los balances se reducen por la pasividad de la política crediticia. No pueden porque la cuenta de resultados depende de la concesión de nuevo crédito, a ser posible a clientela solvente, y con unos márgenes más generosos que los practicados en los últimos años del ciclo alcista, en los que el marcaje estrecho de la competencia, la abundancia de liquidez y la laxitud del supervisor reducía el margen de intermediación a décimas en la escala de tipos. Y no pueden seguir reteniendo el crédito porque, dado que los efectos de la crisis sobre las posibilidades de repago de la clientela no han concluido, la tasa de mora seguirá trepando a buena velocidad, y solo puede ser neutralizada con el contrapeso expansivo de la cartera de crédito.

Pero hay una tercera razón que conduce a la banca a la parte estrecha del embudo del crédito: las dudas existentes sobre el crecimiento, la solvencia y la estabilidad de los países emergentes en los que están, en algunos casos con gran exposición. Salvo algunas excepciones, es cierto que las presencias más significativas de la banca española fuera están en países con razonables dosis de seguridad jurídica y de compromiso con la inversión extranjera que ha enraizado allí. Brasil, Chile, México o Turquía tienen ya un currículo aceptable como para sospechar de sus conductas ante episodios críticos como los que en esta semana se han presentado en sus mercados de divisas. Pese a ello, en las grandes entidades la cuenta de resultados está muy desequilibrada en lo que se refiere al peso de España, y debe ser rebalanceada con una mayor actividad crediticia en el mercado nativo, aunque siempre guardando unos estándares rigurosos de riesgo.

Ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos, de traducir el optimismo desplegado por los líderes bancarios esta semana en la práctica de la red de oficinas. Además, la solvencia de los demandantes del crédito también ha mejorado, porque ha mejorado, aunque sea poco apreciable, la expectativa del comportamiento del empleo, de la renta real y de la demanda interna, quien en última instancia es el auténtico colateral del crédito concedido en España a pymes y particulares. Buena parte del resto de instrumentos están ya dispuestos con las reformas que el Gobierno ha puesto en marcha y las que asegura que pondrá en meses venideros. Si la economía española no vuelve al crecimiento sólido este año, cuando casi todo parece estar a punto, que no sea por negligencia en la gestión bancaria.

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