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Bruselas da la bienvenida a Serbia

Alfombra roja en Bruselas para Serbia. El Gobierno de Belgrado y la Comisión Europea celebrarán mañana (21 de enero) la primera ronda de negociaciones para el ingreso en la Unión Europea de un país que hasta hace poco era considerado como el agujero negro de los Balcanes.

La ausencia de Serbia comenzó tras la desintegración de Yugoslavia, un proceso marcado por la guerra civil, el genocidio y la limpieza étnica. Todavía hoy hay más de 10.000 desaparecidos, la inmensa mayoría por el conflicto en Bosnia-Herzegovina, pero también en Croacia o Kosovo.

Las heridas no han cicatrizado del todo. Y los roces, a veces violentos, se repiten en las zonas fronterizas donde conviven antiguos compatriotas. Pero Bruselas, que desde el año 2000 ha invertido en Serbia más de 2.600 millones de euros, considera que ha llegado el momento de pasar la última página sangrienta de la historia europea en el siglo XX.

Para resaltar la reconciliación, la cita de mañana será al máximo nivel, con presencia de la Alta Representante de Política Exterior de la UE, Catherine Ashton, y del vicepresidente del Gobierno griego, Evangelo Venizelos, en representación de la presidencia semestral de la Unión Europea. Por parte serbia, el primer ministro, Ivica Dacic, y su número dos, Alekxandar Vucic.

La reunión fijará el calendario de una negociación que debe verificar que Serbia cumple las condiciones para ingresar en una Unión a la que ya pertenecen las antiguas repúblicas yugoslavas de Eslovenia (desde 2004) y Croacia (2012).

Previsiblemente, uno de los tramos de negociación más complicado será el capítulo 35, que fija las obligaciones de Belgrado en relación con Kosovo, su antigua provincia y ahora Estado independiente.

Serbia sigue sin reconocer a Kosovo. Pero gracias a los buenos oficios de Ashton, las dos partes parecen haber alcanzado un acuerdo de convivencia que les permita relacionarse a cada una por su lado con la Unión Europea.

La travesía no será sencilla para Serbia, un país de tamaño similar a Castilla La Mancha, con siete millones de habitantes y una renta per cápita que no llega al 35% de la media europea. Su éxito (que no está garantizado) ayudaría a estabilizar de manera definitiva la región donde hace 100 años se desencadenó la Primera Guerra Mundial. Y serviría de ejemplo para otros procesos. Quizá por eso, Bruselas recibe también hoy a Recep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía, país que desde 2005 negocia el ingreso sin demasiado éxito. Ni en Ankara ni en Berlín parece haber la voluntad de acercamiento que hay en Bruselas y Belgrado.

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