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Secretos de Despacho

Señorial espacio para Alvarno, el dúo que conquista París

Azzaro confió en 2013 su dirección artística a la firma de Álvaro Castejón y Arnaud Maillard Este hito les ha situado en la primera división de la moda mundial

Juan Lázaro

El año que acabamos de cerrar quedará para siempre grabado en la memoria de Álvaro Castejón (Pamplona, 1971) y Arnaud Maillard (Dijon, Francia, 1970). Ha sido en 2013 cuando Alvarno, el estudio de diseño que fundaron los dos socios en 2010, que ya vendía con éxito sus colecciones en París y Madrid, logró todo un hito: la casa francesa Azzaro les confió la dirección artística de la prestigiosa firma.

Un salto cualitativo que les catapulta automáticamente a la primera división de la alta costura mundial. “Azzaro está muy presente en Los Ángeles y Nueva York y, por ende, en todo el mercado anglosajón. También nos ha dado a conocer en Rusia y en los países árabes”, cuenta Maillard.

Este modisto francés no había cumplido los 20 años y ya trabajaba con Karl Lagerfeld, uno de los popes de la moda internacional. Fue en el taller del diseñador alemán donde conoció a Castejón. Coincidieron allí seis años y se dieron cuenta de que tenían futuro juntos. Maillard, no obstante, decidió irse a Madrid, donde abrió una tienda vintage de lujo. “Durante los tres años que duró la experiencia fui conociendo a la prensa y a los famosos de España”, recuerda, factores fundamentales para triunfar en el mundo de la moda. Castejón, por su parte, siguió esos años con Lagerfeld, “pero con la intención de montar algún día un proyecto propio”.

‘Hermès’, la mascota naranja del despacho

Castejón y Maillard no son nada materialistas. Reconocen que apenas se han llevado objetos (más allá de dibujos, papeles y material de oficina) cada vez que se han mudado de despacho. Pero hay una visible excepción. Tienen en el despacho, muy cerca de la mesa en la que trabajan enfrentados, una escultura de un perro (bulldog) de color naranja. Parece que esté haciendo guardia frente a sus amos. Por la posición de su cabeza, levantada hacia arriba y levemente inclinada hacia un lado, se podría decir que está además cuestionando las ideas que discuten los dos socios.

La obra la compraron en 2008 en una pequeña galería de París. El autor realizó una serie de 30 esculturas muy similares, aunque de distintos colores. Decidieron llamarle Hermès, por el color del can. “Los niños que entraban en la tienda se quedaban encantados con Hermès. Era como un imán para ellos: lo acariciaban como si estuviese vivo. Incluso nos preguntaron alguna vez dónde podían conseguir una figura parecida”, recuerda Maillard.

Y, sin embargo, Hermès el bulldog no es el artículo que más llama la atención de las oficinas de Alvarno. Varios corsés salpican algunas de las estancias de la oficina. Especialmente llamativo es uno de los que decoran la sala en la que reciben las visitas. Está realizado en metracrilato y fue la sensación de uno de sus desfiles. “Tuvimos que realizar varias copias porque se rompían al transportarlos y desempacarlos”, apunta Castejón.

El corsé lleva una falda rígida, pero con un conseguido efecto vaporoso en la parte de la falda. Ese sector, el más delicado de la estructura, expresa idea de movimiento. Algo que nunca falta en el estudio de diseño Alvarno.

De ahí surge Alvarno, el proyecto que viene consumiendo entre seis y siete días semanales de la vida de estos dos emprendedores. La mitad de su tiempo lo pasan en París; el resto en un señorial y espacioso piso en plena calle Serrano. En su empresa han volcado sus muchos años de experiencia en el mundo de la moda para levantar un sello muy personal. “La gente nos cataloga como rococó o barroco minimalista. Trabajamos con cortes muy depurados, pero siempre con algún ornamento o alguna textura especial, aunque nunca hacemos prendas sobrecargadas. Nuestra ropa es muy femenina y sofisticada”, resume Castejón.

Buena parte de su éxito se debe a la buena compenetración de este tándem. “Las colecciones nacen siempre de los dos. El concepto y la creación de las prendas es mutuo”, explica el navarro. Eso se consigue, asegura, con mucho diálogo y no pocas discusiones. A partir de ahí, cada uno tiene unas tareas más determinadas. Castejón, como buen ingeniero industrial, se ocupa más del seguimiento del taller y de los tejidos. Sobre Maillard recae la parte más pública: eventos y organización de los desfiles, desde la selección del lugar al de la música o el ambiente.

“Arnaud es una persona muy recta, muy disciplinada, y un trabajador incansable. A veces me cuesta seguir su ritmo, pero es importante que alguien te arrastre”, comenta Castejón. Maillard responde: “Álvaro es de las personas más tranquilas que conozco. Es mucho más reflexivo y minucioso que yo. Me pone el contrapunto, porque yo soy una persona más de acción”.

Si tenían experiencia laboral y contactos en ciudades claves para el mundo de la moda, como son París, Londres o Nueva York, ¿por qué apostaron por España? “Arnaud estaba ya en Madrid, y a mí me hacía gracia volver a mi país. Consideramos, además, que aquí había un hueco para desarrollar nuestra propuesta”, dice Castejón.

“Si me das a escoger, prefiero Madrid”, confiesa Maillard. “En París la gente no disfruta de la vida. Aquí, a las ocho o a las nueve de la tarde te llaman al estudio para ir a picar algo”. Pero no se puede tener todo: “En Francia hay una auténtica cultura de moda. Aquí hay público, pero no es tan grande”. La afición a los trajes a medida, en cambio, es más fuerte en España. “En París no verás nunca en un evento a una chica de 25 o 30 años con una prenda a medida. Aquí sí”.

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