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Columna
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Unos sindicatos mejores

Contrariamente a la creencia popular, el reciente secuestro de dos ejecutivos de Goodyear no refleja el poder sin trabas de los sindicatos en Francia. Es una prueba más de su debilidad, al menos en el sector privado. El país necesita urgentemente grupos más fuertes de empleados en línea con los alemanes o nórdicos.

Pese a las huelgas de transporte público periódicas, Francia tiene uno de los niveles más bajos de participación sindical de la OCDE, el club de los países industrializados. Solo el 7,6% de los trabajadores están afiliados a un sindicato, la proporción más baja después de Turquía, de acuerdo con datos de la OCDE. Eso es menos de la mitad que en Alemania y casi un tercio de los niveles británicos.

Por otra parte, las relaciones con los jefes son problemáticas. Francia ocupa el puesto 135 de 148 en lo que respecta a la cooperación en las relaciones entre trabajadores y empleadores, un componente del Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial. En los conflictos laborales, las reacciones de los empleados a menudo oscilan entre la violencia y la pasividad, ignorando el compromiso y todas las posibilidades intermedias.

La casi ausencia de sindicatos en el sector privado –en contraste con la influencia más visible que tienen en el sector público– explica el enfrentamiento. Los empresarios no están acostumbrados a los sindicatos realmente representativos. A su vez los sindicatos, que se organizan a nivel nacional y a lo largo de antiguas líneas ideológicas, no han logrado convencer a los trabajadores de que sus intereses coinciden en el fondo.

La larga crisis económica, las crecientes colas de desempleados y la larga lista de cierres de fábricas, probablemente conducirán a corto plazo a más explosiones como la que se ha vivido en Goodyear. Pero a largo plazo, la mejor receta para unas relaciones laborales civilizadas son unos sindicatos más fuertes en el sector privado.

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