Otros caminos en Santiago
La capital gallega ofrece este otoño opciones al visitante que van más allá de la tradicional peregrinación
Cada verano, la ciudad de Santiago de Compostela se convierte en un hervidero de peregrinos llegados de todos los rincones del mundo. El jaleo de los meses de calor va dejando paso a la calma y el otoño es quizá la mejor época para recorrer y disfrutar la ciudad. Mientras dura la espera del próximo Año Xacobeo, que se celebrará en 2021, la capital gallega se reinventa y ofrece mucho más que el camino tradicional a sus visitantes.
Desde hace casi 30 años luce como ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pero no solo destacan en ella sus calles, plazas y la grandiosa catedral. Rincones escondidos, cultura y gastronomía también hipnotizan a quien visita Santiago de Compostela.
La mejor forma de empezar a conocer la ciudad, y quizá las más emocionante, es recorrer los últimos metros de la vía compostelana, desde la puerta del Camino hasta la plaza del Obradoiro, para visitar al Santo. En este recorrido se atraviesa la calle de Casas Reales y el Pazo de Fondevila, un palacio urbano que data del siglo XVII. Además, se podrá disfrutar también de la importante colección de arte religioso que guarda la iglesia de las Ánimas.
Precisamente, el patrimonio religioso de Santiago de Compostela es la esencia de la llamada ruta Domus Dei, un recorrido por los principales monasterios y conventos de clausura que prometen cautivar al visitante.
Altos muros, rejas, celosías y cierto halo de misterio. Lugares de silencio y de serenidad que ofrecen una visión distinta de la ciudad, alejada del bullicio de peregrinos y turistas. El convento de clausura de Nuestra Señora de la Merced o el monasterio de San Paio de Antealtares, fundado en el siglo IX, son ejemplos de la riqueza arquitectónica conventual de Santiago.
Desde luego, parada obligada es la plaza del Obradoiro, donde se puede admirar el Pórtico de la Gloria, la principal entrada a la basílica compostelana. Los santiagueses saben que su ciudad es de las pocas en el mundo que tienen la suerte de verse aún más bonitas con lluvia, y un paraguas siempre es el complemento perfecto del turista. Sin embargo, cuando el tiempo acompaña, la propuesta es realizar una visita guiada por las cubiertas de la catedral y disfrutar de unas impresionantes vistas, admirando distintos edificios relevantes desde las alturas.
Grupos de 25 personas como máximo pueden conocer los secretos del templo y ascender hasta lo alto de la Torre de las Campanas. Además, tendrán el privilegio de pasar por encima del Pórtico de la Gloria en los 45 minutos de recorrido.
Tampoco hay que dejar escapar los sabores que la capital gallega ofrece a turistas y locales. Dicen que el marisco gallego hay que comerlo en los meses del año que contienen la letra r en su nombre: de septiembre a abril. Por ello, con el fin del verano, las tabernas compostelanas se llenan de productos del mar. Una buena manera de disfrutarlo es recorriendo la rúa do Franco, donde los restaurantes recogen la herencia de los taberneros medievales que se asentaron allí para atender a los francos (extranjeros llegados en peregrinación).
Cada año cobra más fuerza entre los peregrinos continuar el recorrido desde Santiago de Compostela hasta la localidad de Finisterre. No se trata del camino tradicional de Santiago, sino de una o varias etapas añadidas hasta el fin del mundo y cuyo origen está, precisamente, en la plaza del Obradoiro. A lo largo de la ruta se visitan las villas coruñesas de Negreira, Mazaricos, Cee o Muxía para llegar al cabo de Finisterre y contemplar el impresionante paisaje, así como su faro.
Maridaje de arte y vino a través del tiempo
Queda apenas un mes para que la exposición El Espíritu del vino. El vino como valor religioso eche el cierre definitivamente. La muestra se exhibe en el Museo de las Peregrinaciones de Santiago de Compostela (plaza de las Platerías) donde obras de Dalí, Rembrandt o Picasso conviven con piezas únicas romanas, recipientes funerarios del antiguo Egipto y tallas del siglo XVI, entre las 107 piezas de la colección.
Muchas de estas obras se exponen al público por primera vez gracias a la iniciativa de las bodegas riojanas Dinastía Vivanco a cuya fundación pertenecen las piezas. “Se trata de un recorrido que permite conocer cómo el vino ha estado vinculado a la religión desde tiempos inmemoriales, especialmente a orillas del mar Mediterráneo”, explican los organizadores.
Desde los cultos primitivos del Neolítico, pasando por el cristianismo, el judaísmo o, incluso, el islam, el fruto de la vid ha sido protagonista en la vida espiritual y el arte. Hasta el 20 de octubre se puede recorrer la muestra a través de sus cuatro áreas temáticas.