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Las compañías tienen coberturas para cubrir el riesgo de longevidad

Ancianos de 150 años: una bomba de relojería para las aseguradoras

Salustiano Sánchez Blázquez, nacido en España y fallecido hace 10 días en Estados Únidos, alcanzó los 112 años y llegó a ser durante unos meses el hombre más viejo del planeta.
Salustiano Sánchez Blázquez, nacido en España y fallecido hace 10 días en Estados Únidos, alcanzó los 112 años y llegó a ser durante unos meses el hombre más viejo del planeta.
Miguel Moreno Mendieta

El aumento imparable de la longevidad supone un desafío de primer orden para el sector asegurador, que tiene muchos compromisos de pago vinculados a esa variable. Para protegerse, las compañías recurren cada vez más a sofisticados productos financieros que cubren esta contingencia. ¿Su gran pesadilla? Ancianos que alcancen los 150 años, a los que hay que pagar una renta vitalicia al tener contratado algún seguro de ahorro para la jubilación.

La posibilidad de que una persona cumpla el siglo y medio ya está contemplada como frontera en las tablas de longevidad que utiliza el sector. Además, lejos de ser un asunto técnico o estadístico, podría ser ya una realidad: el científico Aubrey de Grey’s, especializado en gereontología, considera que es “altamente probable” que la primera persona que alcanzará esa edad haya nacido ya en Japón, Nueva Zelanda o España (y fallecería allá por el año 2160). 

Las personas más ancianas recogidas en el Libro Guiness están aún lejos de esa cifra. Hace 10 días murió en Estados Unidos el dulzainero salmantino Salustiano Sánchez Blázquez. Tenía 112 años y era el hombre más viejo del planeta. Su longevidad, puesta en perspectiva histórica, no es de récord. El japonés Jiroemon Kimura había fallecido tres meses antes, a la edad de 116 años y la francesa Jeanne Calment llegó a los 122 años.

La longevidad no es tan solo un reto para las aseguradoras, sino para el conjunto de las economías occidentales. En el caso de Europa, muchos analistas consideran que será el gran factor de cambio que afrontará el Viejo Continente durante el siglo XXI. El aumento de la longevidad, unido a la baja tasa de natalidad, pondrá a prueba las costuras de los sistemas públicos de pensiones y los cálculos actuariales de las compañías de seguros.

En el caso de estas últimas, el incremento en la esperanza de vida provoca un desafío a la hora de calcular el capital necesario para cubrir los compromisos adquiridos al comercializar productos que comporten una renta vitalicia, como es el caso de los seguros de ahorro. Actualmente, la esperanza de vida a los 65 años es de 20 años para los hombres y 23,5 para las mujeres, pero en 2050 subirá a 24 años para los hombres y 27 años para las mujeres, según datos del INE.

“Hay que recordar que los niños europeos que nacen ahora ganarán 5,1 horas de esperanza de vida cada día que pasa o, lo que es lo mismo, un año por cada cinco años vividos”, explica Luis María Sáez de Jáuregui, director de vida de la aseguradora AXA en España y presidente del colegio de actuarios. Por lo tanto, si un bebé tiene al nacer una esperanza de vida de 79 años, al llegar a esa edad, su esperanza sería de 96 años.

Sáez de Jáuregui también comenta que las tablas actuariales que utilizaban las aseguradoras en los 70 se quedaron obsoletas en los 80, y las de los 80 en los 90. “Profesores como James Vaupel empiezan a cuestionar si existe una frontera sobre la edad máxima que puede vivir un ser humano”.

Una de las fórmulas que las aseguradoras están utilizando para prepararse ante jubilados que vivan 30 años después de su retiro es transfiriendo el riesgo de longevidad a reaseguradoras. Diversas firmas de Estados Unidos, Holanda y Reino Unido están acaparando este nicho del sector asegurador pero algunos expertos, como John Kiff, del Fondo Monetario Internacional (FMI), advierten de que este mercado está demasiado concentrado y que aún no está lo suficientemente desarrollado.

Cómo gestionar el riesgo de longevidad

El producto más utilizado para transferir el riesgo de que el beneficiario de un seguro de ahorro muera después de lo inicialmente calculado son contratos de permuta de longevidad (o longevity swaps), por los que la aseguradora paga un canon a la reaseguradora para que se haga cargo de los sobrecostes en caso de que se produzca este acontecimiento.

Kiff explica en un informe publicado por el FMI sobre esta problemática, que las reaseguradoras especializadas en comprar riesgo de longevidad tan solo tienen capacidad para invertir 15.000 millones dólares al año (11.000 millones de euros). Aunque pudieran duplicar su potencia de fuego, “seguirían estando muy limitados para hacer frente a la demanda creciente para mitigar el riesgo de longevidad”.

Sobre la firma

Miguel Moreno Mendieta
(Madrid, 1979) es licenciado en Derecho y Economía por la Universidad Carlos III. También cursó el Máster de Periodismo de El País. Se incorporó al periódico Cinco Días en 2006, tras pasar por la web de El País y Mi cartera de Inversión. Escribe sobre el sector financiero, con un foco especial en fondos de inversión y los seguros.

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