La obra civil, abocada a los matrimonios de conveniencia
Huele a concentración en el negocio español de las infraestructuras. En algunos de los más destacados despachos del sector se habla del asunto y no faltan candidatos a un matrimonio de conveniencia que podría salvar los muebles de más de una gran empresa.
Entre las más deseadas está OHL, y entre las que recibirían como agua de mayo un refuerzo en infraestructuras destacan FCC, tocada por su exposición al inmobiliario y al cemento pero con creciente implantación en América Latina, y también Acciona, gravemente afectada por las reformas energéticas. Tanto que se le ha roto el modelo de negocio. Pero son notables sus posibilidades de exprimir la experiencia en construcción industrial, infraestructuras de transporte, concesiones, gestión del agua y servicios. Estos últimos, negocios que han cedido algo de protagonismo en el grupo de los Entrecanales ante la decisión de apostar por las renovables.
La industria española de la gran construcción lleva años siendo la más capaz del mundo desde el punto de vista técnico, tiene experiencia en la captación de financiación, ha afrontado un reto mastodóntico de desapalancamiento a golpe de desinversiones y ha salido a la conquista de los planes de infraestructuras de medio planeta.
Pero también está perdiendo competitividad a chorros ante la falta de referencias locales. Las empresas se van quedando sin proyectos que puedan demostrar experiencia reciente en la construcción de puentes, túneles, ferrocarril, aeropuertos y puertos. Y la solución no está tanto en que el Gobierno vuelva a sobrealimentar sus carteras de proyectos como en que se produzca la esperada y necesaria concentración en un sector con un claro exceso de contratistas.
La prolongada y agonizante crisis va a terminar forzando una reconversión de todo el negocio a la vista de que el volumen es clave para sobrevivir en el mercado doméstico y, más aún, para salir con garantías a pelear por los mayores retos de la ingeniería.
Por el momento, el propio Ministerio de Fomento se ha puesto al frente en la representación de estos conglomerados privados en sus movimientos fuera y está conformando consorcios multidisciplinares para afrontar concursos como el del AVE de Brasil, un proyecto multimillonario ahora aplazado pero que ha demostrado, entre otras cosas, las dificultades para elegir a los integrantes de los equipos. De hecho, el concurso brasileño partía con una doble candidatura española a la vista de que quedaban importantes firmas fuera del paraguas de las públicas Adif, Renfe e Ineco.
Concentrarse o morir
Decía semanas atrás el presidente de una de las mayores constructoras del país, en un cruce en el hall de un hotel madrileño, que sigue sin entender cómo habían dejado de integrarse las decenas de constructoras medianas que malviven en España en busca de sus lentejas.
Los egos pesan mucho cuando se trata de poner de acuerdo a empresas de perfil y base familiar, y los activos tóxicos que arrastran muchas de ellas, principalmente suelo y ladrillo, han hecho que nadie quiera sacar las castañas del fuego al que era rival cuando había trabajo y hoy es poco más que un compañero de penas.
Pero es que el asunto de la necesaria concentración ya no es cosa exclusiva de empresas medianas. El imperativo de reforzarse –o penar– alcanza ya a la clase noble de la construcción. Esos a los que los medianos llaman “conglomerados financieros” más que firmas de ingeniería.
Son muchos los expertos que defienden que enEspaña queda tarea por hacer en la obra civil. Y puede ser cierto, pero es más que improbable que el ritmo de concursos vuelva ni siquiera a parecerse al de antes de la crisis. El propio plan de inversiones Pitvi, que apadrina el Ministerio de Fomento, proyecta obras multimillonarias, pero muy dispersas hasta 2024. De momento, los proyectos salen con cuentagotas y son muchas compañías las que aspiran al reparto.
Lecciones recientes
En un contexto de máxima dificultad para obtener financiación y en el que los recursos propios y la exigencia de referencias ganan peso en los concursos internacionales de obra civil, parece más que lógico dar el paso hacia la concentración. La necesidad de volumen para resistir dentro y dominar en la exportación es la lección que acaban de impartir desde el sector cementero español dos de sus mayores referencias: Cemex y Holcim, en una integración de activos en este país que las hace fuertes para competir por los mercados del Mediterráneo.
En los servicios industriales es Ferrovial la que está dando pasos definitivos para ganar músculo, especialmente en Reino Unido. Y de nuevo en la construcción, ACS se lanzó a por la alemana Hochtief y la australiana Leighton en un claro movimiento para responder a la expansión de los gigantes chinos y franceses, y comerse el pastel que se reparte en Asia y América. El grupo que preside Florentino Pérez purgaba de este modo su malograda apuesta por Iberdrola, volviendo a concentrar sus mayores esfuerzos en la actividad que aparece inscrita verdaderamente en su ADN, la ingeniería civil. Hoy, ACS es un gigante con bajos ratios de apalancamiento y una monumental cifra de negocio cosechada en todo el mundo.
Tras este movimiento de integración transfronteriza se ha dado en los últimos meses otro de dimensiones domésticas, pero que promete alumbrar un nuevo gigante europeo: la fusión de las italianas cotizadas Impregilo y Salini. Un nuevo jugador a tener en cuenta, con 4.100 millones de facturación y unos 20.000 millones en proyectos por ejecutar.
Con la activación del nuevo curso político y la tarea de elaboración de los Presupuestos Generales del Estado, no van a faltar las voces desde este motor de la economía española que van a demandar un esfuerzo extra del Gobierno para inyectar actividad a las empresas. Máxime cuando la prima de riesgo parece relajarse y con ella los costes de la deuda pública. Pero la solución está tanto en la Administración como en las propias empresas.