La asimetría salarial que viene
El Fondo Monetario ha agitado el debate salarial en España tras recomendar una bajada general y pactada entre sindicatos y empresarios del 10% en dos años. Pero más la ha agitado aún el comisario de Economía de la UE, Olli Rehn, con un consentimiento entusiasta. La respuesta sindical ha sido obvia: rechazo absoluto, puesto que ya dan por concluida la moderación salarial, pese a mantener un compromiso con la patronal aún para 2014 de subir las tablas salariales un 0,6%. Y la del Gobierno, más comedida, va en sentido parecido: la evolución relativa de los salarios en España, así como de los costes laborales unitarios, ha devuelto a la economía la mayor parte de la competitividad perdida en los primeros años del siglo, y, por tanto, en los próximos años no deberían producirse bajadas adicionales de los salarios nominales.
Este argumento es impecable, pero la flexión bajista de los costes laborales podría ser suficiente solo para estabilizar la economía, incluso para recuperar espacios de mercado exterior por parte de la industria o de los servicios que compiten en precio. Pero es discutible que un problema de la envergadura del que España tiene con el desempleo pueda resolverse únicamente con la relajación de los costes ya producida. Hay que recordar, además, que una parte de los descensos que justifican la recomposición de la competivividad son imputables al severo ajuste del empleo (casi 20% desde que arrancó la crisis), puesto que España siempre hace los ajustes vía cantidad en vez de vía precios.
Dado que no admite ya discusión que el país precisa de una intensa devaluación interna de los costes y los precios ante la imposibilidad de devaluar una divisa compartida, el debate debe ceñirse a la proporción de ambas variables, y que se produce en las dos: en los costes y en los precios. Debe admitirse también que la devaluación no sebe ser uniforme, porque cada actividad tiene sus propios estándares de productividad y sus propias condiciones de mercado, y son ellas las que deben marcar el trecho que debe recorrerse para volver a crecer.
Si en los años de bonanza han sido los precios de los activos inmobiliarios los que han marcado el ritmo al que se movían todos los demás, independientemente de la productividad que generase cada actividad, desee ahora cada cual debe caminar a su ritmo. Deberán convivir bajadas adicionales de sueldos (y de otros costes) en varias actividades de servicios de mercado, donde la competencia aprieta, con subidas en otras que acompañen fuertes alzas de la productividad y ganen terreno a sus competidores.
Eso sí: esta política salarial, que ya se está practicando fervientemente por imperativo del mercado, supone el compromiso de comités y sus empresas, y solo es posible si no hay un pacto de directrices de rentas para todo el país que imponga horquillas inasumibles para muchas empresas.