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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La parte de la solución que no tiene Draghi

Los mercados financieros han hecho escenarios de diferente índole acerca de los movimientos esperados en los tipos de interés y otras medidas de flexibilidad monetaria por parte del Bancao Central Europeo. Pero hasta estos escenarios son variables. De manejar con probabilidad elevada una bajada de tipos de interés directores en Europa desde el 0,5% hasta el 0,25% en la reunión de agosto, han pasado a considerar que nadie moverá un dedo hasta que no se resuelvan los pequeños enigmas políticos del continente, que se centran fundamentalmente en las elecciones alemanas del 22 de septiembre. El pequeño cambio de sesgo, que no es baladí, no se debe tanto a inyectar tranquilidad en los mercados mientras los alemanes votan, como a esperar a que los políticos tomen las decisiones que tradicionalmente arrastran, para acompañarlas con decisiones monetarias.

Draghi ha resultado ser un maestro del verbality easy, de amagar y no dar porque es suficiente con amagar; de recordar sistemáticamente cuánto armamento acumula en sus arsenales para que los especuladores se lo piensen dos veces antes de apostar contra el euro. Ya pasó en el verano de 2012, ciando anunció desde Londres que haría lo que fuese necesario para salvar el euro, y recordó, además, “créanme, que será suficiente”: lo hizo cuando algunos de los países sureños, aquellos que más en peligro ponían la integridad del euro, España en concreto, tomó decisiones que el Gobierno había retrasado hasta entonces; un nuevo recorte de gasto, una fuerte subida del IVA y otros impuestos, un ajuste en la prestación de paro, etc.

Ahora no será diferente. Tiene margen para bajar los tipos hasta el 0,25%, y puede, desde luego, hostigar a la banca a movilizar sus recursos si lleva la remuneración de los depósitos alojados en Francfurt por debajo de cero; pero se limitará al lenguaje intimidatorio y exigirá control estricto de las cuentas públicas de los Estados, además de nuevas medidas de flexibilidad de los mercados, hasta que la maquinaria política se ponga de nuevo en marcha para culminar la nueva arquitectura institucional del euro: unión fiscal y unión bancaria.

No será de un día para otro, pero los próximos doce meses resultarán claves por el nuevo examen a esa banca que el presidente de Eurogrupo, Dijssembloem dice no saber cómo está, así como por la creación de una unión bancaria que quite presión a los estados en la resolución de crisis financieras, y devuelva la confianza al mercado interbancario. Esa parte de la solución está en manos de los políticos, que parecen haberse tomado vacaciones hasta después del 22 de septiembre. Pero no deben prolongarlas más porque los atisbos de recuperación que aparecen en Europa deben ser convenientemente acompañados por decisiones que fortalezcan la unión monetaria europea.

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