¿Son extractivas las elites europeas?
Sorprende que una tesis tan razonable como esta haya resultado novedosa, aunque en cierto modo es un buen ejemplo de la torre de marfil en la que vive gran parte de la academia económica. No es que yo esté de acuerdo con todo lo que plantean Acemoglu y Robinson en el libro (sobre todo por su insistencia en explicarlo todo a partir de sus tesis), pero es muy recomendable. Sobre todo, porque se ajusta muy bien a la sociedad española, como contó en su día César Molinas en este artículo.
Claro que también me pareció ver un pequeño agujero en el artículo de Molinas (bueno, alguno más, pero no viene al caso). Y es que, por muy imperfectas, lamentables o mediocres (allá cada cual con el adjetivo) que consideremos las estructuras de poder en España, al otro lado de los Pirineos las cosas están bastante mejor, pero distan de ser perfectas.Especialmente (aunque no solo) cuando hablamos de las instituciones europeas, y cuando pensamos en cuáles han sido las prioridades a la hora de abordar la eurocrisis.
Las políticas aplicadas desde 2010 han sido diseñadas y/o decididas por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Eurogrupo/Ecofin. No es que yo crea en el sadismo del BCE, la Comisión Europea o el Eurogrupo, y que los daños infringidos por estas políticas a las economías del Sur de Europa hayan sido voluntarios. Pero tampoco creo que sean una fatalidad. Simplemente, son el precio a pagar por una decisión política que siempre ha priorizado otros aspectos.No es nada personal.
El blog Interfluidity clava el titular: “La depresión es una opción”. La preferencia a la hora de combatir la crisis ha sidoproteger al rentista y configurar una determinada política económica. La crisis de deuda se desató cuando los grandes inversores en bonos (rentistas por definición) empezaron a huir de algunos países de la zona euro. La respuesta europea para calmar a ese mercado se centró en dos aspectos: ajustes y reformas, reformas y ajustes, y rápido que los mercados aprietan. Sin embargo, no se quiso aliviar a los mercados con lo que más les gusta: dinero, y la expansión monetaria del BCE llegó solo como último recurso, una vez la primera opción se demostró insuficiente no ya para apagar el incendio, sino para evitar que se propagase como en una tarde de verano. Aquí, algunos bonitos hechos sobre los efectos en el mercado de la austeridad.
Por decirlo de otro modo, los efectos sobre la economía real, los seis millones de parados, no han sido nunca prioritarios. ¿La razón? En Interfluidity comentan que las elites han preferido el daño seguro de la depresión económica a la incertidumbre que se abriría en otros escenarios; al fin y al cabo, la influencia política es directamente proporcional a la riqueza, y a medida que las personas son más ricas, sus preferencias personales son el mantenimiento del status quo, o de lo más parecido a él.
Es más, aun despejada la incertidumbre las preferencias de los votantes siguen sin estar claras. En Islandia, país que hasta hace poco era citado por muchos comentaristas (entre los que me incluyo) como una vía para salir de una gran crisis financiera, los votantes han expulsado del poder al partido que gestionó una salida de la crisis que, sin ser perfecta, si ha sido ordenada, poco traumática y alabada tanto por el FMI como por los manifestantes del 15-M. En su lugar, han vuelto al poder los partidos que llevaron la isla al desastre económico. Aquí hay un interesante artículo del ex ministro de Finanzas.
En el caso europeo hay un añadido, y es la defensa por parte de los gobernantes de las grandes empresas o entidades financieras de sus países (básicamente, lo mismo que hacen cuando negocian cuotas de pesca o acuerdos arancelarios). No hace falta explicar demasiado los esfuerzos de los sucesivos gobiernos españoles por mantener intacto el andamiaje bancario hasta el mismo borde del precipicio. Pero no es muy distinta la postura alemana de forzar el pago íntegro (a acreedores fundamentalmente germanoparlantes) de la deuda de bancos y estados de solvencia dudosa, cargando esa deuda sobre los contribuyentes (incluso sobre los propios contribuyentes alemanes, en el caso de los rescates), sumado todo ello al torpedeo de la supervisión bancaria única.
En esta otra entrada se plantean otros motivos tras el auge la austeridad, todos ellos verosímiles. Uno, es que la austeridad es realmente positiva en el largo plazo, y las elites se han dado cuenta de ello. Es posible. También es verosímil un planteamiento del tipo “lucha de clases”, según el cual una clase privilegiada teme que otro tipo de políticas, más redistributivas, dañe sus prebendas. También cabe la posibilidad (y esto es economía de comportamiento) de que sea el instinto de comer menos cuando la cosecha es escasa sea tan fuerte en nosotros que puede a cualquier otro análisis. La famosa paradoja de la frugalidad de Keynes es muy contraintuitiva.
Krugman sostiene, por su parte, que la austeridad se percibe como moralmente superior a otras respuestas políticas a la crisis. Y existe la opción de que las políticas de austeridad sean un modo de aprovechar la crisis para imponer una determinada agenda de política económica, cambios que no sería posible llevar a cabo en un contexto normal. La reforma laboral impuesta en España habría sido impensable en un contexto normal, pero sus planteamientos llevaban en la agenda política desde antes de la crisis. Ésta solo hizo políticamente posible su aprobación.
Yo creo, la verdad, que hay un poco de todo. Pero la idea principal es la misma que tenía cuando el “escándalo” por las hojas Excel de Rogoff y Rheinhart. La austeridad no es una opción económica que, partiendo de unos datos y unas determinadas suposiciones, se aplica para conseguir un objetivo de bienestar y/o estabilidad. Es algo mucho más complejo; una alternativa con componentes políticos, éticos y de intereses particulares.
Algo normal. Lo raro habría sido que en una crisis de extraordinarias proporciones en sociedades y sistemas financieros cada vez más complejos (con la complejidad añadida de la estructura política y económica de la zona euro), se encontrase una respuesta unidireccional y superior a todas las demás. Al contrario, una mezcla de miedo a lo desconocido, de complacencia con una depresión que apenas toca de refilón al establishment, el poder de convicción de colectivos muy poderosos y un notable aderezo moral han sido las bases de la austeridad. No es una conspiración, pero tampoco un modelo económico. Como tampoco lo fue en los años 30.
En fin, en España hay seis millones de parados y la zona euro está viviendo una recesión inacabable y que va a peor. Insisto, no creo en el sadismo; simplemente la política es una cuestión de prioridades y, en este caso, la prioridad no ha sido el crecimiento o el empleo. ¿Elites extractivas? Sí, pero solo parcialmente. La captura de rentas prima sobre otras consideraciones, como el crecimiento o el empleo. Pero no es solo eso.
Música contra la crisis. Creo que nunca puse Common People, de Pulp. Y si fue así, tampoco sobra. Nunca sobra
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